Así calificó José Martí la contienda libertadora del 10 de Octubre de 1868 y es que de ella nacieron las virtudes que caracterizaron a los patriotas cubanos desde entonces y hasta nuestros días.
Por ello no fue casual que tanto el Apóstol como el Comandante en Jefe se refirieran a las glorias de las lides independentistas como fuente de inspiración para las batallas que estaban por librarse.
El Maestro manifestó gran interés porque saliera a la luz un libro de Fernando Figueredo sobre pasajes de la Guerra del 68: “Quiero formar el alma del nuevo Ejército al calor de las enseñanzas del viejo (…) me esforzaré porque cada soldado lleve consigo esta obra”, aunque desafortunadamente el texto no vio la luz hasta mucho tiempo después.
Sobre las Crónicas de la Guerra, donde el jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo, José Miró Argenter, reseñó las acciones de la gesta del 95, escribió Fidel en 1954 desde su prisión en Isla de Pinos: “Su libro fue para todos nosotros una verdadera Biblia (hablo de los que se inmolaron el 26 de julio y de los que sufren prisión o destierro) (…) La Ilíada de Homero no lo supera en hechos heroicos; nuestros mambises parecen más legendarios y Aquiles no tan invencible como Maceo. (…) Si los niños crecieran al conjuro de tales ejemplos, inspirados en aquellas almas superiores… ¿quién se atrevería a doblegarlos?”.
Años después al evocar el gesto decidido de Céspedes de levantarse en armas en su finca Demajagua, Fidel lo definió como el inicio en Cuba de una única revolución, que en más de un siglo supo sobreponerse a los reveses hasta conquistar el triunfo y que hoy tiene como protagonistas al pueblo.
Esa Sagrada madre nuestra dio a luz el amor a la patria, la disposición incondicional a servirla, la dignidad, la igualdad, la perseverancia ante las dificultades, el espíritu de sacrificio, la intransigencia revolucionaria ante todo lo que se apartara de los propósitos de la lucha, la confianza en la justeza de la causa y en su inevitable triunfo, cualidades todas que distinguieron a los combatientes cubanos quienes en distintas épocas retomaron la obra de los primeros libertadores.
Igualmente la gesta iniciada el 10 de Octubre dejó valiosas experiencias sobre los errores a evitar para lograr el éxito esperado.
Las virtudes se han enriquecido y multiplicado en las conciencias y la actuación de los hombres y mujeres que han defendido y defienden el rumbo independiente emprendido hace más de seis décadas, y las enseñanzas han permitido lograr una sólida unidad, pese a las enormes presiones del imperio que ha intentado en vano reconquistar su antigua neocolonia.
El vecino del Norte y sus asalariados nos ponen a prueba cada día en una doble guerra: la económica y la ideológica. Ante los ojos del mundo se pretenden enmascarar los efectos criminales del bloqueo mostrando a Cuba como un Estado incompetente para resolver las necesidades de la población y al justificado malestar por las escaseces derivadas de ese cerco genocida como amagos de un estallido social con el que el enemigo sueña para destruir la Revolución.
Tergiversar la realidad cubana es, por cierto, un empeño de larga data. Un ejemplo de ello se produjo en 1889 cuando la prensa estadounidense a través del periódico The Manufacturer, de Filadelfia, y reproducido por The Evening Post, se atrevió a difamar el carácter de los cubanos y a calificar de farsa su primer intento emancipador. En carta de respuesta a la infamia, enviada al director de este último rotativo, bajo el título de Vindicación de Cuba, el Maestro describió así a la lid de los Diez Años:
“¡Farsa una guerra que ha sido comparada por los observadores extranjeros a una epopeya, el alzamiento de todo un pueblo, el abandono voluntario de la riqueza, la abolición de la esclavitud en nuestro primer momento de libertad, el incendio de nuestras ciudades con nuestras propias manos, la creación de pueblos y fábricas en los bosques vírgenes, el vestir a nuestras mujeres con los tejidos de los árboles, el tener a raya, en diez años de esa vida, a un adversario poderoso, que perdió doscientos mil hombres a manos de un pequeño ejército de patriotas, sin más ayuda que la naturaleza!”.
En esas condiciones comenzó nuestra batalla por la libertad que quedó inconclusa. Esa contienda fue la madre que guio a los protagonistas de la obra en las diferentes etapas de su devenir hasta convertir en posible lo que parecía imposible: una Cuba soberana e irreductible.