No merecen adjetivos de más, sino los justos a su gran desempeño. No son recuerdos de juegos viejos lo que nos devolvieron, sino añoranzas de premios perdidos. Subieron al podio con aplausos de plata, pero en su pecho colgaron un béisbol de oro. Así puede resumirse el segundo lugar de nuestro equipo en la V Copa Mundial Sub 15, concluida este domingo 4 de septiembre.
El partido final contra Estados Unidos se antojaba difícil, sobre todo después del nocao la víspera; pero los ahijados fieles de Alexander Urquiola (hijo de extirpe ganadora, igual a su padre) salieron sin complejos ante un equipo que lo superaba en todo: estatura, encuentros jugados, recursos materiales y metodología del entrenamiento.
La derrota 4-3 con las bases llenas en el último inning nos ahogó el grito de victoria cuando más cerca parecía la tradicional rebelión a que nos acostumbraron en este certamen mundial. Así de grande es este deporte. Habían podido siempre, ahora un supersónico de 90 millas del país que inventó esta disciplina lanzaba mísiles indescifrables y lo impidió a recta limpia.
¡Qué importa ahora el ponche final! Lo más difícil lo habían logrado desde que clasificaron en el premundial de Venezuela con la misma soltura y felicidad que jugaron los ocho juegos ahora en Hermosillo. No es una categoría que ande de maravillas en Cuba como algunos se aventuran en decir (faltan muchas cosas, sobre todo organizativas y logísticas), pero ese equipo, esos jugadores, lucieron inmensos porque confiaron en ellos y se divirtieron jugando. Se notaban sin presión de cumplir con nadie, tan solo con ellos mismos como compañeros y amigos de una misma alineación de pelota.
Para los que gustan de estadísticas y memoria prodigiosa, apunten los nombres de Dulieski Ferrán, Alejandro Prieto, Maikol Rodríguez, Alejandro Cruz, Yaider Ruiz, Roberto Peña, Pedro Danguillecourt. Jonathan Valle, Segian Pérez, Daniel Reyes, Mailon Batista y Robier Hernández. Ellos disputaron este cetro y brillarán mañana en sus provincias u otras ligas del mundo. Talento, calidad y amor a las bolas y los strikes les sobra para triunfar en lo que se propongan.
La añoranza de premios perdidos hace siempre sobredimensionar actuaciones tan naturales que, a ratos, siento temor de que pierda la esencia feliz de lo conquistado. Es la cuarta medalla en citas de este tipo (fuimos campeones en 2016 y 2014) e igualamos lo hecho en 2012. Solo un quinto puesto en el 2018 nos ha privado de estar siempre encima del podio.
Estos peloteros, que quizás no se han tirado sus fotos de 15 todavía, necesitan al regresar con nosotros no solo una bienvenida de fiesta, alegría y pueblo. Esa la tienen merecida y sobrada. Ellos demandan más seguimiento de los técnicos, más acciones de superación profesional y cultural, más conocimiento de la historia que le antecedió y mayor claridad sobre lo que significa llevar cuatro letras en el futuro, las mismas que lo hicieron llorar de vergüenza deportiva esta noche, pero que les abren también las puertas de muchas oportunidades.
Me quedo finalmente con esa frase escapada en el video de un aficionado durante el partido final contra Estados Unidos. «Esos cubanitos son de ampanga, qué tierra esa para dar peloteros…».