Lo más importante ahora no es volver a recordar la descarga eléctrica posada en ese tanque redondo y gigante de petróleo que dibujó de amarilla, rojo y negra la tarde del viernes en Matanzas. Lo que más duele hoy no es tampoco que explote un tercer o cuarto depósito.
Lo que más importa y hiere es que esa nube negra no permite saber de 17 bomberos desaparecidos, que ya lamentamos la muerte de uno de esos valientes por quemaduras y que todavía no sabemos cuando volverá el cielo azul para los yumurinos.
Escribir sobre el socorrista que corrió tras la segunda explosión con quemaduras en el cuello y las orejas pudiera ser conmovedor, pero nos dejaría incompletos de tantas hazañas. Describir toda una madrugada de desvelo pensando que el primer pebetero impertinente se iba a apagar sin más afectación es ya un pasado quimérico que al final no sucedió y contagió al tanque de su lado con una lava encendida que al decir de muchos parecía un volcán rodante.
Contar la osadía de quienes jamás en Cuba se habían enfrentado a una candela tan brava y traicionera, pero fueron tras ella para apagarla y salvar así a su familia, su provincia y a un país, llevarían muchas horas de redacción en medio de tanta premura, de tanta incertidumbre, de tantos nombres anónimos dentro de la nube negra todavía.
Estas líneas salen desde el estremecimiento que hoy sienten todos los matanceros y cubanos, por más kilómetros cercanos o distantes que estemos. No vivimos una película de acción con final feliz. Es una realidad que esa nube negra aterra a niños y madres, a los propios bomberos y al espectador más fuerte que la tiene en sus retinas desde este 5 de agosto, ya sea por televisión o por Internet.
Es también cierto que podemos hacer y tomar todas las medidas posibles, pero ella solo se irá cuando no quede ni una gota en esos tanques barrigones del preciado petróleo, que nunca como ahora enseña la cara más dura de su color.
Cuba vuelve a enterrarse en horas de dolor y llanto por un accidente. Hace solo tres meses tuvimos el accidente en el Hotel Saratoga, y ante hubo un tornado en La Habana y hasta se cayó un avión meses previos a una pandemia que nos privó de muchas sonrisas. Pero como mismo nos duele y lloramos tendremos que unirnos y saltar hacia el verde de esperanza, al azul de esa bahía, que hoy una nube negra en Matanzas nos la roba.
Ella puede ahora herirnos. Nosotros podremos vencerla.