Quienes el 5 de agosto de 1994 pretendieron desestabilizar a la Revolución Cubana y, a su vez, derrocarla, recibieron la contundente respuesta de trabajadores y dirigentes sindicales que enfrentaron resueltamente las provocaciones y actos vandálicos en zonas del Malecón habanero.
Afloran las vivencias de Gloria Becerra Díaz, por entonces secretaria general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en el municipio capitalino de 10 de octubre y una de las protagonistas que asumieron la misión de defender la dignidad y la unidad revolucionaria.
“En horas de la tarde me dirigía hacia la sede de la dirección provincial de la CTC, en la calle San Lázaro. Supe por varios compañeros que algo fuera de lo común estaba ocurriendo en sus alrededores, aunque no sabía con exactitud lo que ocurría.
“Fui hasta mi casa y en las cercanías de La punta una mujer me advierte que tuviera mucho cuidado pues había peligro; regresé a la CTC y veo a los hombres del Contingente Blas Roca –los primeros en llegar allí- dispuestos a defender la zona y junto a los trabajadores y sindicalistas impedir que penetrarán en la sede de nuestra organización.
En ese momento ya elementos contrarrevolucionarios habían destruidos vidrieras de algunos centros comerciales de la calle Galiano, cerca del hotel Deauville, lanzaban piedras y palos, recuerda Gloria y afirma: “La presencia de Fidel en aquel lugar neutralizó a aquella manifestación de malhechores y fue impresionante ver cómo personas que con anterioridad gritaban consignas contrarrevolucionarias, retrocedían y daban vivas al Comandante en Jefe”.
“Estuvimos hasta las cinco de la madrugada caminando Malecón arriba y Malecón abajo, desde el hotel Deauville hasta La Punta y dispuestos a enfrentar lo que hubiera que enfrentar”, expresa Gloria, directora del teatro Lázaro Peña, de la CTC.
A 28 años de aquella victoria cubana por la unidad del pueblo, afirma: “La calle es nuestra y la experiencia derivada de los disturbios del 11 de julio del año pasado no nos puede tomar desprevenidos. El enemigo no puede sorprendernos. La sorpresa tenemos que darla nosotros con la vigilancia revolucionaria.”
“¡Comandante, esas personas son contrarrevolucionarios!”
Muy cerca del Mausoleo a los 8 estudiantes de Medicina se encontraba Lázaro Calderín Rodríguez cuando vio llegar a Fidel a bordo de un jeep en las inmediaciones de La punta. Allí estábamos varios compañeros, junto a Juan ContinoAslam, primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas”, señala el especialista en Recursos Humanos, de la CTC nacional.
“Al conocer la situación-señala Lázaro- el Jefe de la Revolución se dirige hacia donde estaban los vándalos y le digo: ¡Comandante, esas personas son contrarrevolucionarios!. Para asombro de todos allí, aquellos mismos que proferían palabras, ahora apoyaban a la Revolución.”
Hoy el móvil para destruir la unidad del pueblo y hacerle el juego al imperialismo sigue siendo el mismo que hace 28 años atrás, puntualiza Calderín.
“Estamos ante situaciones muy complejas. Por eso es necesario el diálogo permanentecon la población y los trabajadores y en los momentos actuales recuerdo una idea de Fidel cuando convocaba a no aceptar nada dañe a la Revolución, venga de donde venga, y todo lo que sea para beneficio, llevarlo a vías de hecho”
Una batalla que ganó Fidel
Martha Cabrisas Alfonso evoca el contexto que caracterizaba las campañas subversivas que alentaba el imperialismo en aquel agosto de 1994 con el fin de crear una escalada o atmósfera favorable que diera lugar a disturbios callejeros que condujeran a la caída de la Revolución.
Como secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Ciencia participaba en una reunión en la sede de la CTC habanera. Allí supimos que el Comandante en Jefe estaba muy cerca de nosotros y nos acercamos a él mientras conversaba con Alfredo Morales Cartaya, entonces máximo dirigente sindical en la capital.
Para ella –ingeniera y tecnóloga del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología- quedó grabada la expresión del líder cubano cuando sentenció que había ido allí a buscar su cuota de piedras, al aludir a las actitudes agresivas de la contrarrevolución.
Su presencia –plantea Martha- desarmó moralmente a aquellas personas que pretendían agredirnos. Aquella batalla fue una más que ganó Fidel.
“Hoy estamos ante un bloqueo que continúa siendo el mismo pero mucho más recrudecido, con medidas que han estrechado más el cerco para rendirnos por hambre y eso no podemos olvidarlo”, subrayó.