Aquel proyecto comenzó a materializarse en 1859 bajo la tutela del brigadier Carlos de Vargas-Machuca, gobernador del Departamento Oriental de la Isla. La Metrópoli, con su obcecada pretensión por sofocar hasta exterminar todo foco conspirativo, consideraba que para los criollos separatistas el mejor sitio era la cárcel.
Cuartel Nuevo del Presidio fue el nombre inicial del recinto y, posteriormente, pasó a ser Reina Mercedes en honor a la esposa del rey Alfonso XII.
Con el estallido de la Guerra de los Diez Años, iniciada el 10 de octubre de 1868 por el patriota cubano Carlos Manuel de Céspedes, los planes de las autoridades españolas cambiaron, por lo que la edificación no solo sirvió de reducto a las tropas que operaban contra los independentistas.
En las celdas de aquel bastión sufrieron cautiverio centenares de patriotas. Entre los confinados estuvo el mayor general del Ejército Libertador Guillermo (Guillermón) Moncada, apresado por los colonialistas el 21 de noviembre de 1893.
Del bravo guerrero, el Generalísimo Máximo Gómez dijo en una ocasión: «Este Guillermón vale mucho, además de muy valiente, tiene dotes de mando y gran habilidad estratégica…»
Al ser liberado volvió a incorporarse a la manigua con las armas en la mano. La humedad de las mazmorras quebró su salud y murió a causa de la tuberculosis.
El enclave militar, convertido en 1909 en jurisdicción de la Guardia Rural, comenzó a llamarse Guillermón Moncada, de acuerdo con la Orden Especial número 56 del 24 de abril de ese año, según plantea la periodista e investigadora Nydia Sarabia, en su libro: Moncada: biografía de un cuartel.
Tan glorioso nombre no cambió la naturaleza siniestra del lugar. En 1912 se convirtió en núcleo principal de las operaciones contra la sublevación de negros y mulatos integrantes del movimiento anti racial y por la justicia social denominado Partido Independiente de Color. Muchos de sus militantes guardaron prisión allí o cayeron asesinados.
En agosto de 1931, el líder antimperialista Antonio Guiteras Holmes fue arrestado junto a otros revolucionarios que combatían la dictadura de Gerardo Machado a raíz del alzamiento contra fuerzas militares en el lugar conocido por La gallinita.
Un taller de tortura y de muerte
No dejar morir al Apóstol en el año del centenario de su natalicio constituyó la guía para honrar la memoria de José Martí e iniciar la lucha armada contra la tiranía de Fulgencio Batista.
El 26 de julio de 1953 los muros que protegían al Moncada –segunda fortaleza militar del país- fueron testigos de la audaz acción liderada por Fidel Castro Ruz para iniciar la lucha armada contra la tiranía de Fulgencio Batista, imperante en el país desde el 10 de marzo de 1952.
Ante el valiente gesto llevado a cabo por una pequeña y resuelta vanguardia de jóvenes revolucionarios, las fuerzas del régimen desataron una orgía de crímenes contra los asaltantes, toda vez que la mayor parte de ellos no cayeron en la lucha, sino que resultaron heridos o quedaron dispersos en la ciudad de Santiago de Cuba y otros puntos de la entonces provincia de Oriente y conducidos a los calabozos del oprobioso enclave.
Allí los esbirros diseminaron los cuerpos de los revolucionarios asesinados para hacer creer a la opinión pública que habían muerto en combate.
Aun conmueven las palabras de Fidel en su trascendental autodefensa La historia me absolverá cuando denunció los sucesos acaecidos a pocas horas y durante varios días después del asalto:
“El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y de muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros. Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes, las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamuscados por los disparos a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre”.
Y se hizo la luz de la enseñanza
La acción del 26 de julio de 1953 no alcanzó los objetivos previstos. El revés táctico no menguó el empuje libertario y fue la chispa de la rebeldía con la cual comenzó una verdadera Revolución: la que triunfó con la victoria del Ejército Rebelde, el primero de enero de 1959. El cuartel Moncada dejó de ser para siempre un antro de salvajismo.
Al año siguiente, el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro, manejando un tractor, derribó los muros de la sombría guarida. Tan histórico suceso fue presenciado por el pueblo santiaguero. Con la participación popular comenzaron las obras que dieron paso a una gigantesca escuela.
El 28 de enero de 1960, precisamente en la fecha del natalicio de José Martí y ante una impresionante multitud –escolares y población en general- quedó inaugurada en ceremonia oficial la Ciudad Escolar 26 de julio.
Donde imperó la crueldad, surgieron las aulas. Donde imperó el crimen, germinó la luz de la enseñanza.