Cuando Mijaíl García Rodríguez llega al barrio de El Chalet, en Artemisa, las personas lo saludan con afecto. Él les tiende las manos, los saluda, se preocupa por su salud y los problemas que tienen. El cariño que siente por ese terruño brota en sus palabras.
Todos los espacios le son memorables. Y es que en esas calles y terraplenes creció y se convirtió en un hombre de bien. “Nací el 24 de julio de 1974, entonces, aquí había unas 40 casas, todos nos conocíamos. Jugábamos a cualquier cosa: pelota, bolas, a los escondidos… eran cosas muy sanas.
La escuela primaria la empecé en la Marina Azcuy Lemus, el centro que tenemos aquí, después, como mi mamá trabajaba, mi hermana y yo fuimos para el seminternado Julio Antonio Mella”.
Ahora, aunque ya no vive ahí, todavía parte de la familia radica en esa comunidad, una de las 38 declaradas como vulnerables en el territorio artemiseño.
Según cuenta, a la Fábrica de Fibrocemento donde labora, le dieron la responsabilidad de apadrinar a este barrio, y él se encuentra al frente de las dos brigadas que han emprendido tareas en la localidad. Resalta que contribuir a cambiar la imagen de El Chalet es un honor y compromiso con los pobladores que lo ven como a su propio hijo.
Estudiar ingeniería, el sueño mayor
Convertirse en ingeniero mecánico fue la aspiración de Mijaíl. La primera oportunidad la tuvo cuando, luego de concluir el preuniversitario, le fue otorgada licenciatura en Ingeniería Mecánica en la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría, CUJAE, (hoy Universidad Tecnológica).
“Había nacido mi primer hijo y dejé los estudios. Entonces empecé a trabajar en la agricultura, en la cooperativa Orlando Nodarse, en Guanajay”.
Al año comenzó a laborar en un sector que se convertiría en parte de su existencia.
“Entre 1995 y hasta el 2002 estuve en la Empresa Constructora de Obras de Arquitectura, la ECOA No. 3; luego ésta se transformó en la Empresa de Construcción Integral No. 8, donde ocupé el puesto de mecánico y terminé siendo el subdirector de logística”, acota.
Momento significativo en su trayectoria sería el año 2004, cuando empezó a trabajar como jefe del área de compras en la Fábrica de Fibrocemento de Artemisa, luego estaría al frente del área de transporte y talleres.
“Hasta el 2012 en que ocupé el cargo de director de la unidad empresarial de base de mantenimiento. En la actualidad, luego del reordenamiento, cambiaron las nomenclaturas y soy especialista principal, además de reserva de la directora de la entidad”, señala.
Aunque su paso por la CUJAE le proporcionó conocimientos, la vida le impuso la necesidad de seguirse superando. “Reanudé los estudios, ahora estoy en 5to año de Ingeniería Industrial, en la Sede Universitaria ubicada en el municipio de Guanajay. Lo hago con mucho sacrificio; los sábados son sagrados. En las madrugadas, hago las tareas y me preparo para los exámenes. Ya estoy en la recta final”, asevera.
A pie de obra
El día que lo conocimos, lo encontramos enfundado en su overol azul, junto al resto de sus compañeros, vecinos de la comunidad y trabajadores de otros sectores, enfrascados todos en la terminación de un parque para la recreación y de un área donde funcionará un gimnasio biosaludable.
Recuerda que a finales de la década del 80 del pasado siglo, El Chalet comenzó a crecer hasta llegar a contar con más de mil 300 habitantes. Las casas construidas, la mayoría, no tenían condiciones, tampoco había una infraestructura adecuada y con el tiempo se acumularon los problemas, que conllevaron a que el barrio fuera declarado como vulnerable.
“En octubre del 2021 me fue encomendada la tarea y desde entonces, no ha habido descanso”, alega. Pero ha sido reconfortante, ya el cambio se ve. Se han transformado los viales, se priorizó el drenaje de las aguas, y el fango no llega hasta las casas de la calle principal. Cuenta Mijaíl que tuvieron que realizar un canal para desviar el agua. “Entre las cosas pendientes está el vial alternativo, si bien está hecho el terraplén, falta el asfalto”, acota.
Otros locales muestran imagen renovada. Han realizado labores constructivas en el Consultorio del Médico de la Familia, en la bodega y en la Cooperativa No Agropecuaria, entre otros espacios. Ya quedan solo cuatro casas con piso de tierra y la Empresa Eléctrica instaló acometidas en aquellas viviendas que usaban tenderas, por solo citar esos ejemplos.
Si bien el paso de la construcción de las viviendas de aquellas personas que lo requieren avanza más lento, así como la conclusión de los viales y aceras, pues no siempre están disponibles los recursos, el empeño es transformar para siempre la vida de los pobladores de esta zona, que adoptó su nombre a partir de la que fuera (aún lo sigue siendo) la más ostentosa casa del barrio y que fue construida en 1919.
Mijaíl sigue empeñado en sus metas, que son la de su gente. Preserva ese amor familiar que lo une a su barrio. Ya su querida madre, Andrea, falleció, pero ahí esta su padre, Israel, de 73 años, quien vive con la hija, Amarilis, doctora que ha cumplido tres misiones internacionalistas y es especialista en Epidemiología, en Artemisa.
“Fuimos y somos el orgullo de nuestros padres. También están mis hijos, Jeison, fruto del primer matrimonio, es ingeniero mecánico; por su parte, Andy, estudia ingeniería automática en la CUJAE y la más pequeña, Alejandra, de 15 años, ha ganado concursos de Física, Matemática y Química, así que hay futuro, son mi relevo …”.
Por demás, el amor lo acompaña, junto a su actual esposa, Yunia Vega. Puede quien crea que la vida le sonríe, pero Mijaíl sabe que nada ha caído del cielo: se ha esforzado para lograr sus empeños, por eso, este 24 de julio, cuando cumpla sus 48 años, agradecerá a todos los que han hecho posible sus sueños, consciente de que aún quedan retos que demandan de su entusiasmo y energías.