Harold Quintana siempre ha sabido imponerse a la adversidad. Ni la discapacidad, ni las opiniones le han impedido luchar por sus sueños.
Nació con una artrogriposis múltiple congénita, que afectó sus extremidades y lo obliga a andar en silla de ruedas. Sin embargo, encontró en el dominio del balón una actividad con la que se siente pleno.
Próximamente piensa realizar su segundo intento de récord y conversó con Trabajadores sobre su trayectoria y otras interioridades vinculadas a la admirable labor que realiza.
«A los cuatro años empecé en la escuela especial Solidaridad con Panamá. Allí estuve becado de segundo a noveno grado. Los muchachos del aula y yo éramos fanáticos al fútbol y cuando crecimos un poco, como entretenimiento, empezamos a competir para ver quién dominaba más el balón… yo ni sabía que eso era un deporte.
«Cuando llegaba a la casa lo primero que hacía después de quitarme el uniforme era volver para la silla de ruedas, ir al portal y dominar un balón que estaba viejo, descascarado y ponchado, pero eso no importaba», rememora Harold, quien confiesa que la pasión por el fútbol llegó de la mano de las actuaciones de Lionel Messi y el Barça dirigido por Pep Guardiola.
«Un tiempo después fui conociendo de la disciplina en Cuba. Siempre escuchaba el nombre de Erick Hernández y me volví fan de él. Empecé a buscar información de su carrera y me enfoqué más todavía en superarme.
«Hasta decía que yo era Erick y cada día aumentaba mis marcas: 10, 20… recuerdo que formé una algarabía tremenda la vez que di treinta toques, como si hubiera sido la gran cantidad. Así iba mejorando cada vez más».
Sin embargo, las hazañas se quedaban en el portal de la casa, hasta que el profe Guillén, de la secundaria, le comentó acerca del recordista mundial y Guinness Luis Carlos García, quien posteriormente se convertiría en uno de sus principales apoyos y en su entrenador.
«A través del profe conocí a Luis Carlos, le hice una demostración y me dijo que me iba a ayudar en lo que necesitara. Para mí eso fue lo más grande. Saliendo de la secundaria me fue a ver e hicimos unas presentaciones».
Por su condición, es más propenso a las lesiones e incluso en una ocasión un especialista le sugirió que dejara de patear la esférica: él se negó como quien no desea desprenderse de lo más preciado.
«Nací con una enfermedad que provoca la afectación de las cuatro extremidades con deformaciones y se dañan mucho los huesos, porque carecen de calcio. Un médico me dijo que no podía practicar el deporte, pero al final no le hice caso. Para mí esa actividad era algo que llevaba conmigo y no podía soltar. Aquello hasta me trajo peleas de mi bisabuela, pero solo me importaba seguir fiel a la causa, sin darme por vencido. Es cierto que en ocasiones terminaba lesionado y en invierno me dan muchos dolores, pero eso es normal en mi enfermedad», cuenta.
El empeño no tardó en dar frutos y el diez de diciembre de 2021 implantó su primer registro en el sitio que lo formó como ser humano y al cual, dice, le debe mucho por cómo se portaron con él.
«Mi primer record era un poco difícil, porque había que tener un súper control para hacer la mayor cantidad de toques posibles en un minuto. Había puesto la meta de 250 y logré 260.
«Necesitaba máxima concentración y exquisito control. Además, la incertidumbre de vivir con el miedo a que se cayera el balón y quedar mal delante de las personas que me siguen… eran pensamientos que tenía contra mí en la competencia. No obstante, mi entrenador Luis Carlos y el psicólogo trabajaron conmigo y pude cumplir un sueño».
Harold comenta que quienes lo rodean lo caracterizan como alguien con mucha fuerza de voluntad y eso, junto al aliento constante de sus allegados lo ha hecho seguir adelante.
«Lo más importante, el pilar, son mis amistades. Ellos me impulsan a ser mejor cada día, nunca me fallan y han sido fundamentales en todo este proceso. Lo que he hecho hasta ahora es gracias a ellos y al profe Luis Carlos, que me ha apoyado en todos los momentos», afirma sin titubeos.
El desafío de implantar la segunda cota lo motiva, tras pasar por una lesión y algunos cambios en su rutina. La prueba lo exige en el aspecto físico y consistirá en sobrepasar los mil impactos.
«Será un intento más difícil que el primero. Se necesita mucha resistencia y tener fortalecidos los abdominales y el cuádricep. Hay que trabajar con mucho cuidado porque me puedo lesionar. Resultó una preparación fisica dura y con cambios, porque el primer record no fue con un balón profesional. Ahora es una pelota más dura, que pesa más y al principio me costó bastante trabajo dominarla.
«También en el transcurso de los entrenamientos llegaron los dolores, seguí y terminé lesionado, con una fisura en el músculo de la cadera izquierda. Estuve dos meses separado. Me dieron tratamiento en el políclinico Victoria de Girón y gracias a ese colectivo pude recuperarme y regresar más fuerte», concluye Harold, quien adelantó que igualmente tiene pensado quebrar su primera marca.