Quisieron presentar a Cuba ante la opinión pública mundial como un Estado fallido e ingobernable que iba a desaparecer por obra de un estallido social, y los que fallaron fueron los autores de la mentira, vencidos por un estallido, sí, pero de patriotismo de los trabajadores y el pueblo, que defendieron su Revolución y su Estado socialista con la fuerza poderosa que les ha permitido enfrentar las más duras pruebas: la unidad.
Aquel 11 de julio del 2021 el imperio intentó aprovechar a su favor una situación creada por ellos mismos: el descontento popular derivado de las carencias y dificultades originadas fundamentalmente por la política de asfixia económica diseñada e implementada por el Gobierno de Estados Unidos y recrudecida en plena pandemia por la Administración Trump.
Ensayaron contra la Mayor de las Antillas el arsenal de recursos del golpe suave, entre ellos el uso perverso de las redes sociales, sobre lo cual se demostró que sus mensajes fueron originados desde el exterior con un uso intensivo de robots, algoritmos y cuentas recién creadas para hacer coro a las campañas manipuladoras.
No hay que olvidar que la engañosa etiqueta #SOSCuba que en un momento determinado pudo atraer la atención de personas genuinamente interesadas en prestarnos ayuda, se transformó en llamados a la intervención humanitaria, máscara que encubría una intervención armada en el archipiélago.
Abundaron las fake news muy pronto desenmascaradas, como aquella foto del General de Ejército Raúl Castro Ruz huyendo a Venezuela en un avión privado, cuando en realidad se trataba de su llegada en visita oficial a Costa Rica en el año 2015; o la presentación de la imagen de manifestantes a favor del Gobierno cubano como una multitud de opositores, por mencionar solo dos entre innumerables ejemplos.
Como había ocurrido en otras latitudes en las llamadas revoluciones de colores —estrategia que ha utilizado EE. UU. para derrocar gobiernos que no le complacen—, se intentó presentar como pacíficas las acciones producidas en diversas partes del país en aquel domingo de julio, cuando sus principales promotores se encargaron de negarlo al protagonizar actos de vandalismo. Sobre su pretendido carácter espontáneo un colega comentó que lo fueron tanto como la explosión del Maine o del vapor La Coubre.
En su comparecencia televisiva de ese día, el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez señaló: “Separamos a los revolucionarios que puedan estar confundidos, separamos a los habitantes de Cuba que puedan tener determinadas preocupaciones, pero no vamos a admitir que ningún contrarrevolucionario, mercenario vendido al Gobierno de los Estados Unidos, vendido al imperio, recibiendo dinero de las agencias, dejándose llevar por todas estas estrategias de subversión ideológica vayan a provocar desestabilización en nuestro país. ¡Y habrá una respuesta revolucionaria!”.
Ese día miles de revolucionarios salieron a las calles para hacer frente a los provocadores; los trabajadores defendieron sus centros de trabajo y protegieron sus sindicatos y entre todos los compatriotas dignos se logró imponer la paz y la tranquilidad ciudadanas, que distinguen a nuestra sociedad y anhelan muchos en el mundo, empeño que constituye una tarea permanente.
Aquellos sucesos no pudieron restarle a julio su significado en el calendario de quienes aman y fundan en esta tierra: un 26 cambió el curso de la historia patria para convertirnos por siempre en un Estado libre y soberano y este mes muchos recesan en sus labores habituales, para disfrutar de las merecidas vacaciones estivales.
Lo ocurrido hace un año demuestra una vez más la importancia de andar juntos en el empeño de sortear las dificultades y buscar soluciones que nos permitan avanzar.
En el presente el Gobierno y el Partido han emprendido una innovación en el trabajo social y comunitario iniciado por el Comandante en Jefe, para trabajar en los barrios más vulnerables donde en unión con sus pobladores se han dado soluciones con creatividad a problemas que en otro momento habían quedado sin respuestas. Es constante el diálogo con los más diversos sectores en busca de consenso en la política a seguir, de ideas, de cómo actuar en el objetivo común de acercarnos en lo posible a la prosperidad anhelada.
Y en cuanto a los autores de los disturbios, han sido juzgados no por pensar diferente sino por los hechos violentos cometidos, tipificados en nuestra legislación, y en su tratamiento se ha respetado el debido proceso. Así ha procedido siempre la Revolución, porque en una sociedad de trabajadores no tiene cabida la impunidad.