Esas palabras devinieron convocatoria de la recién finalizada sesión del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Uneac, en el contexto de la celebración de los 120 años del nacimiento de Guillén, el Poeta Nacional, el primer presidente de la organización.
Y fue en definitiva el título del pronunciamiento de la cita, aprobado en plenaria.
En una época de éxodos, provocados en buena medida por la asfixia económica que algunos centros hegemónicos insisten en promover, hay un núcleo notable de la cultura nacional que sigue apostando por la viabilidad de un proyecto social.
Una representación estuvo el pasado viernes en el Palacio de Convenciones. Y no es, como pudieran afirmar ciertos voceros, un grupito de artistas privilegiados, miembros de una élite: son creadores comprometidos con su tiempo, que corren y viven la suerte de su pueblo… porque son el pueblo.
Los debates fueron intensos y cubrieron un amplísimo espectro. Se habló de la creación (que es cometido fundamental de la organización) y de su proyección social. Porque es inadmisible asumir el arte desvinculado de sus implicaciones y responsabilidades en el entramado de la sociedad toda.
En tiempos de crisis el arte no puede ser asumido como adjetivo. En ningún tiempo lo es, de hecho. Pero en la crisis económica (que lleva a una crisis de valores), el arte tiene que reforzar las reservas morales de una sociedad.
Y al mismo tiempo, los artistas son conciencia crítica de una época.
De ahí la importancia de una discusión que evita triunfalismos y lugares comunes: se habla del espíritu y de las concreciones necesarias de ámbitos para su enriquecimiento. Y se habla de calidad de vida, en una etapa en que las dificultades agobian y retan.
La ola colonizadora de cierta pseudocultura (que es imposible minimizar) amenaza con borrar marcas de identidad. No es un empeño inocente: responde a claras y muy bien pensadas estrategias de dominación.
La respuesta es la creatividad y la fuerza y permanencia de una tradición. Y cuesta defender esos presupuestos en tiempos difíciles: algunos (con todo su derecho) han decidido quedarse al margen. Otros se han sumado sin pudor a la maquinaria del odio. Pero hay muchos que persisten en un arduo ejercicio.
Por eso es feliz la frase de Guillén: ¡Aquí estamos! Y es perfectamente posible conjugarla: aquí estaremos.
No es solamente que haya que salvar primero la cultura (como pidiera hace años Fidel), es que la cultura también salva.