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Memorias de una final beisbolera (I PARTE)

Bayamo.- Los strikes, los pronósticos, la jugada polémica, las conferencias de prensa, la 61 Serie Nacional de Béisbol es historia ya. Granma se coronó campeón por cuarta ocasión en nuestros clásicos y ni siquiera los marcadores de los siete desafíos pueden ilustrar todo lo que se vivió dentro y fuera de un terreno. A ellos intentaremos acercarnos en estas memorias.

Un abrazo para recordar. Foto: EL Necio

Al vencedor siempre le sobran elogios y adjetivos de periodistas y fanáticos, mientras el derrotado sale cabizbajo, las culpas mayores recaen en el director y pocos reparan en que pelearon igual y merecen espacios y aplausos. Esta versión de los Alazanes tiene 13 nombres repitentes de todos los oros; y los Cocodrilos que dirige Armando Ferrer cuenta con más de una docena de peloteros que levantaron aquel cetro añorado hace par de temporadas.

Decir entrega y sacrificio de jugadores hay que ejemplificarlo para que no quede en palabras vacías. Carlos Benítez jugó los play off lesionado en su pierna derecha y hasta le pidió al director que si hacía falta en segunda base se ponía el guante;  Yulián Milán con una lesión recurrente se resintió varias veces, pero se veía con una bolsa de hielo y descansando en el hotel para al otro día ponerse los spikes y volver a su campo corto;, Guillermo Avilés jugó con un espolón en uno de sus pies y nunca dijo que eso pudo influir en su rendimiento final; y así pudiéramos seguir enumerando con el punto máximo en la situación personal y familiar de Carlos Martí con su madre Amada, que ya comentamos en una crónica anterior.

Erisbel Arruebaruena ya con la muñeca lesionada jugó sexto y séptimo partidos. Foto José Raúl Rodríguez Robleda

Pero los Cocodrilos de Matanzas no fueron menos. Arruebaruena se infiltró par de veces su muñeca izquierda antes de salir al séptimo cotejo porque el dolor era inmenso; Yadil Mujica pidió jugar con una complicada contracción tras el robo del home del quinto partido; y Noelvis Entenza pidió la bola en todas las situaciones complicadas, a pesar de las deudas de entrenamiento por el fallecimiento de su padre semanas atrás.

La rivalidad del terreno era amistad sincera fuera de allí. Yamichel Pérez, Naykel Cruy, Roberto Loredo y el propio Entenza, entre otros peloteros matanceros, felicitaron en el restaurante del Hotel Sierra Maestra a Leandro Martínez 24 horas antes que le lanzara en el desafío decisivo, cuando el lanzador zurdo festejaba sus 43 años en compañía de esposa y el hijo más pequeño una torta de cake elaborada por los dulceros de la instalación.

Aquella pimienta que le puso Yadir Drake al venir desde México a Bayamo para jugar un solo pleito con Matanzas demostró sentido de pertinencia y apoyo real; como también las llamadas constantes de Alfredo Despaigne a los jugadores granmenses para alentarlos y su desvelo de dos noches en Japón para ver los dos últimos juegos: sexto y séptimo.

Cómo olvidar el difícil momento del visado y el anuncio de los convocados al torneo de Harlem. Claro que conspiró con el ánimo de algunos jugadores, como Darian Palma, que le pidió al mentor Carlos Martí no jugar esa tarde después de un día anterior formidable, pues el muchacho quedó fuera de una nómina en que pudo estar, pues la provincia solicitó siete refuerzos y finalmente recibieron ocho, tres de ellos no solicitados por ellos. Esa es la verdadera verdad.

El apoyo de las congas y la afición de cada conjunto, viajando kilómetros y kilómetros. Coros pegajosos y hasta humorísticos como los de los congueros bayameses; o esas cornetas rojas y coreografías en las gradas del estadio Victoria de Girón, que lo convierten en una de las plazas más cercana al verdadero espectáculo que aspiramos en el béisbol.

Quedan más cosas por contar, pero prefiero terminar esta primera entrega con los abrazos que se dieron Carlos Martí y Armando Ferrer par de veces, las jaranas entre ellos y dos frases que sellaron la amistad y este play off: “Martí, es mi amigo antes de ser el mentor que es”, dijo el director yumurino. “Mi respeto para Ferrer y su equipo. Son unos rivales para perder los nervios, pero también para ratificar que el béisbol cubano está vivo”, señaló Martí.

Leandro Martínez, cumpleañero la víspera. Foto José Raúl Rodríguez Robleda
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