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Aureliano, el que llegó a presidente

(…) el pequeño Aureliano, a la edad de tres años, entró a la cocina en el momento en que ella retiraba del fogón y ponía en la mesa una olla de caldo hirviendo. El niño, perplejo en la puerta, dijo: “Se va a caer”. La olla estaba bien puesta en el centro de la mesa, pero tan pronto como el niño hizo el anuncio, inició un movimiento irrevocable hacia el borde, como impulsada por un dinamismo interior, y se despedazó en el suelo”. Capítulo 1. Cien años de soledad/ Gabriel García Márquez

 

Aureliano Buendía, “el primer ser humano que nació en Macondo”, inició 32 guerras civiles y las perdió todas. Sobrevivió a 14 atentados y a 73 emboscadas. Salió ileso de un fusilamiento y cuando intentó suicidarse, tampoco lo consiguió. Finalmente, murió de pie, junto al castaño donde había fallecido su padre, el primer José Arcadio Buendía de Cien años de soledad. Gabriel García Márquez aseguró que estuvo horas llorando “ese asesinato” y quizás ello explique la presencia del coronel en otras obras del Nobel de Literatura (La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, y Crónica de una muerte anunciada).

El personaje de Aureliano Buendía está inspirado en el liberal Rafael Uribe Uribe, uno de los oficiales colombianos que combatió en la Guerra de los Mil Días. Ese salto de la realidad a la ficción, tan propio del realismo latinoamericano, no estaría completo si no ocurre también a la inversa. Es así que años después de publicada la novela, un joven estudiante universitario rebelde y soñador de apenas 17 años decidió tomar el camino de las armas para transformar el país y cambió su nombre de Gustavo Francisco Petro Urrego por el de Aureliano.

Esa vinculación del recién electo presidente de Colombia con el Movimiento 19 de Abril (M-19) fue utilizada por sus enemigos para sembrar la imagen del hombre violento que no existe. Petro afirma que en esos años recibió entrenamiento militar y que nunca intervino en acciones combativas. Su condición de militante clandestino le permitió emplearse como concejal en la ciudad de Zipaquirá, a 50 kilómetros de la capital.

En octubre del 1985 fue capturado por el Ejército, golpeado, torturado, y acusado de tenencia de armas. Permaneció 18 meses en prisión de donde salió en febrero del ´87. Tenía 27 años y estaba más convencido que antes de la necesidad de cambiar al país. “Ya no me decían Gustavo, Francisco o Petro, me decían Aureliano”, confesó en una reciente entrevista.

 

Gustavo Petro estaba preso cuando en noviembre del 1985 el M-19 asaltó el Palacio de Justicia. El Ejército y la guerrilla actuaron de forma “desproporcionada”, dice la investigación oficial. El operativo culminó con al menos un centenar de muertos y desaparecidos, entre ellos 11 magistrados de la Corte Suprema. Foto: Tomada de www.elcolombiano.com

 

Un tiempo después, el M-19 y el Gobierno iniciaron conversaciones. Petro participó de ellas. En marzo del 1990 se firmó un acuerdo de paz que establecía la desmovilización de los combatientes y su incorporación a la vida política del país con el partido Alianza Democrática M-19 (AD M-19), del cual fue uno de los fundadores.

Por aquellos meses colaboró con el equipo que redactó la Constitución de 1991, año en que resultó electo a la Cámara de Representantes por el departamento de Cundinamarca. Repitió en esa curul en el 2002, pero por la capital. Con el partido Polo Democrático Alternativo ganó un puesto de senador en el 2006 al cual renunció en el 2009 para aspirar a la presidencia en el 2010, comicios de los que resultó ganador en segunda vuelta Juan Manuel Santos.

En el 2011 creó el partido Colombia Humana y al año siguiente resultó elegido alcalde de Bogotá, puesto que desempeñó hasta el 2015. Tres años más tarde y tras un polémico conteo, perdió en el balotaje de los comicios presidenciales frente a Iván Duque. No obstante, ocupar el segundo lugar le permitió ser senador desde la bancada de la oposición.

La vida, los años y la experiencia política parecen haberle mostrado a Petro que no se puede abandonar la lucha, pero los proyectos viables de hoy pasan por la paz y el amor. Abrazado a esa plataforma pacifista e inclusiva, consiguió fundar la coalición Pacto Histórico que le dio el triunfo en las urnas el pasado 19 de junio.

 

Gustavo Petro y Francia Márquez recibieron el jueves 23 de junio las credenciales de la Registraduría Nacional que les acredita como presidente y vicepresidenta respectivamente. | foto: José Vargas Esguerra

 

Ese día acudieron a votar 22 millones 658 mil 694 electores, cifra record en la historia republicana de Colombia. De ellos, 11 millones 281 mil 13 eligieron a Gustavo Petro como presidente; y 10 millones 580 mil 412, a Rodolfo Hernández. La diferencia fue de apenas 700 mil 601 boletas. Frente a esos resultados, y a los de la primera vuelta, queda claro el desgaste de las figuras y partidos tradicionales, así como las fisuras de una sociedad martirizada por la violencia y la discordia.

“Colombia es hoy el cuarto país más desigual del planeta y más del 60 % de su población económicamente activa está en la informalidad”, denunció Petro ante el Senado en diciembre del 2019 durante una histórica réplica al senador uribista Carlos Mejía, quien le había espetado en Plenario: “El que sobra aquí es usted, Gustavo Petro”.

“El día que nosotros seamos Gobierno —respondió entonces— no le diremos que sobra. (…) Esa manera de pensar es la que, en dos siglos de historia nacional, nos ha conducido a 40 guerras civiles y a una guerra perpetua de centralistas contra federalistas, republicanos contra monárquicos, liberales contra conservadores, librecambistas contra proteccionistas, gaitanistas contra no gaitanistas… Toda la historia no ha sido sino repetir, desde el poder, la frase de ‘Ustedes, los demás, los que no son como nosotros, sobran’. Esa es la historia y la concepción de la violencia. Si queremos superarla tenemos que decir aquí que todos somos importantes y que a pesar de las diferencias, la construcción de un camino nacional pasa, necesariamente, por entendernos”.

 

Las elecciones presidenciales estuvieron precedidas por comicios legislativos efectuados en marzo pasado, donde Pacto Histórico ganó 17 plazas de senadores y 25 de representantes a la Cámara: “Entrego al país la bancada progresista más grande desde la expedición de la Constitución del ´91”, tuiteó Petro al saber los resultados. A esa lista se sumaron los 16 escaños de representantes de circunscripciones afectadas por el conflicto armado que, tal como estableció el Acuerdo de Paz firmado con las Farc-EP en el 2016, entraban en vigor en la legislatura iniciada en el 2022.

 

El senador Roy Barreras, de Pacto Histórico, fue elegido como nuevo presidente del Senado colombiano. Foto: José Vargas

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El jueves 23 de junio el senador de Pacto Histórico, Roy Barreras, fue elegido como nuevo presidente del Senado colombiano: “Nuestra prioridad será trabajar por la paz, la justicia social y ambiental, ejes fundamentalmente del gobierno Petro —recalcó. Las reformas económicas serán prioritarias y la paz. Un mensaje a los colombianos, a los compatriotas que tienen armas ilegales en las manos, vamos a trabajar para que dejen las armas, para que dejemos de matarnos, para que pare la matanza».

Esas fichas del poder legislativo le serán muy importantes a Petro para gobernar, pero no suficientes para ganar el juego. Nada anula el riesgo que representa para esa izquierda que se estrena con un triunfo de gran magnitud, recibir una sociedad maltrecha, con una deuda histórica, social, económica y política que llevó a la gente a tomar las calles en 2019 en acciones que culminaron con casi un centenar de muertos.

 

Según el artículo 24 de la Ley estatutaria de la oposición 1909 del 2008: “Los candidatos que sigan en votos a quienes la autoridad electoral declare elegidos Presidente y Vicepresidente de la República, tendrán el derecho personal a ocupar, en su orden, una curul en el Senado de la República y otra en la Cámara de Representantes”. Es así que la dupla perdedora se convierte en senador (Rodolfo Hernández) y congresista (Marelen Castillo). Foto: Caracol Radio

 

No por gusto Petro ha propuesto empezar su Gobierno con un acuerdo nacional que estabilice los mercados y permita construir el consenso desde la multiplicidad de voces y sectores que definen a Colombia hoy. Por lo pronto, el líder del partido Centro Democrático y expresidente, Álvaro Uribe Vélez, aceptó este viernes sostener un encuentro con el presidente electo a pesar de haber sido su mayor oponente en las últimas dos décadas.

Lo que viene es un cambio de verdad, un cambio real — tuiteó Petro al conocer la victoria— y en eso comprometemos la existencia, la vida misma. No vamos a traicionar a ese electorado que ha gritado a la historia: a partir de hoy Colombia cambia, Colombia es otra.

La plataforma de Gobierno expuesta por Petro durante la campaña precisa que busca construir un ‘capitalismo democrático’ que deje atrás el neoliberalismo y su espíritu avasallador: “Colombia y América Latina tienen que abandonar el extractivismo y centrarse en la producción, la industrialización y el conocimiento”, ha dicho. Ha llamado a detener la exploración petrolera y asumir, de una buena vez, una transición energética amigable con el medio ambiente, que emplee fuentes renovables y limpias.

El pasado año el nuevo mandatario publicó el libro autobiográfico Una vida, muchas vidas, que concluye con la siguiente reflexión: “A veces me pregunto ¿Qué futuro se merece Colombia? Para mí, la respuesta incluye dos elementos: el saber y el reequilibrio con la naturaleza. Si el país se mueve hacia la mitigación del cambio climático tiene futuro. De lo contrario, no tendrá otra opción sino fenecer”.

Entre las sombras que acechan al economista nacido en 1960 en Ciénaga de Oro, al norte de Bogotá, está el supuesto “privilegio” concedido a Colombia en mayo último por el mandatario Joe Biden de designarles como aliado principal y estratégico de EE. UU., no miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), condición que se combina con la de participar en proyectos cooperativos del Departamento de Defensa de Estados Unidos, como son programas antiterrorismo, almacenar material bélico de reservas, y hospedar tropas y bases militares como ninguna otra nación suramericana.

La fuerza y el liderazgo de Petro no pasan desapercibidas. Para algunos opositores queda la esperanza de que sea un “accidente enmendable y corregible”; pero más de la mitad de Colombia piensa, como el periodista Alexander Velásquez, que “partió en dos la historia política colombiana y de él dependerá que la ​misma ​historia le reconozca sí estuvo o no a la altura del encargo. Pocos calculan lo que el triunfo de la izquierda significa para un país lleno de múltiples dolores y heridas abiertas. Se abre la posibilidad para que una camada de jóvenes figuras demuestre que son superiores a esa clase política rancia e impregnada de naftalina. Los partidos deben reinventarse y les tocará empezar por reescribir sus estatutos”.

 

 


El 17 de abril del 2014, al conocer de la muerte de Gabriel García Márquez, Gustavo Petro escribió en Twitter: “Adiós Gabo, las generaciones de cien años de soledad tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra. Adiós coronel Aureliano Buendía”. Antes había reconocido que “La lectura de Cien años de soledad me pareció mágica porque me recordaba a la costa Caribe como un rumor inconsciente”

Por eso, al verlo aupado por la fuerza telúrica de sus seguidores y los de Francia Márquez, quien ganó la vicepresidencia y permanece plantada en el corazón del pueblo afrocolombiano, no puedo eludir el deseo de que al menos una porción de ese realismo mágico caribeño se active en ellos y, como mismo el Coronel Buendía podía mover objetos con la mente, Petro consiga hacer avanzar su país.

 

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