Nicolás Martínez Fundora anduvo sus 78 años con las “botas puestas”. Por eso admiración y no precisamente llanto hubo en el sepelio del Héroe del Trabajo de la República de Cuba, un título que el primero de mayo de 1996 Fidel Castro colocó en su pecho.
Antes de ese inolvidable momento, Nicolás había forjado una vida laboral de entrega total, precipitada por la urgencia de ayudar a los padres en un tiempo duro para su familia campesina, donde naciera el 9 de julio de 1944.
Este 20 de junio incansable combatiente emprendió otro camino, escoltado por sus innumerables medallas y la Bandera Cubana, estandarte defendido por él desde el mismo triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, cuando se incorporó a las Milicias Nacionales Revolucionarias, luego a las escuelas de Artillería y de lucha contra bandidos.
Al internacionalista de Angola en 1976 lo caracterizó su firmeza y cabal cumplimiento de las tareas, una impronta que dejó como soldador en aquel taller del Instituto Nacional de Reforma Agraria, en la granja Cañera de Bolondrón y en la empresa de semillas varias, en la unidad Álvaro Barba Machado, centro donde por muchísimos años consecutivos resultara Vanguardia Nacional.
Recio y amoroso, Nicolás se ganó el cariño de quienes lo tuvieron por compañero de en cada colectivo laboral, como amigo o disfrutaron de la dicha de ser un familiar cercano.
Osmar Ramírez, secretario general del Comité Provincial de la Central de Trabajadores de Cuba en Matanzas, lo definió como hombre enteramente consagrado, “ese verdadero héroe cotidiano que gana batallas a base del ejemplo. Su legado queda para las nuevas generaciones. Gracias por ser de verdad, gracias por tu fidelidad a la Revolución, a Fidel y por honrar al movimiento sindical cubano”.
Su hijo escribió en Facebook: “Su Bandera no ha caído y su causa es la mía hasta mi último aliento”. La doctora Raquel Leyna Tápanes, en esa misma red social, expresó el sentimiento a un hombre que quería como si fuera un padre: “Mi Apa querido…ya hiciste mucho, ahora descansa en paz…”.
Con un “Hasta siempre abuelo” lo despidió su nieto Javier Martínez, un gesto que encierra todo el amor profesado a Nicolás, el héroe que se marchó de este mundo como mismo lo prometió: Con las botas puestas.