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Teatro Martí aún bajo diagnóstico

El Teatro Martí se ubica en una zona de La Habana que poco a poco ha ido recuperando su esplendor. La edifi­cación es un exponente del neocla­sicismo arquitectónico cubano tan caro al vernáculo y a la historia del arte dramático y musical en nuestro archipiélago.

El también llamado Coliseo de las 100 puertas fue inaugurado el 8 de junio de 1884 con el nombre de Irijoa, en honor al vasco que motivó su construc­ción. Años más tarde, el 17 de enero de 1899, quedó rebautizado como Teatro Martí. En la segunda mi­tad del siglo XX cayó en desuso. Algunos lo dieron por muerto pero, gracias al empeño de Eusebio Leal y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), renació el 24 de febrero del 2014.

Esa restauración tuvo como premisa imbricar elementos originales del recinto con requerimientos propios de un teatro del siglo XXI; es así que pre­servan, recuperan y recrean todo lo posible. En los decorados, por ejemplo, se retomó el verde y dorado primigenio, y tras un adecuado tratamiento se man­tuvieron en el techo las vigas de madera originales, algunas ahora quebradas por la onda expansiva que generó la explosión del pasado 6 de mayo en el hotel Saratoga.

El proyecto restaurador de aquel entonces fue dis­tinguido con el Gran Premio del IX Salón Nacional de Arquitectura y Urbanismo (2013), de la Sociedad de Arquitectura de la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (Unaicc); y el Premio de Restauración (2015), que otorga el Conse­jo Nacional de Patrimonio Cultural, del Ministerio de Cultura.

Los primeros diagnósticos efectuados en el Tea­tro Martí tras el accidente reportaron perjuicios im­portantes en la fachada, verjas perimetrales, y en carpintería exterior (puertas y ventanas). También en molduras, marquesinas y lunetas, así como en cor­tinas y luces. Afortunadamente, la enorme lámpara cocuyera que corona la platea quedó intacta.

Una mirada posterior hecha por expertos de la OHCH identificó averías estructurales en las vigas superiores y en la cubierta, síntomas de que el daño había sido mucho mayor del estimado en un primer momento. Actualmente realizan un monitoreo minu­cioso de las grietas, fase que debe durar, al menos, 30 días, y que resulta esencial para decidir la enverga­dura de la reparación que demanda el edificio.

Juan Carlos Bermejo y Leandro Grillé, del taller de restauración de pintura de caballete de la OHCH, son parte del equipo que labora en la recuperación del retrato del Apóstol. Foto: Yimel Díaz Malmierca

Mientras tanto se sigue trabajando en el diag­nóstico y puesta en funcionamiento de los sistemas tecnológicos del teatro, entre ellos los de audio y de seguridad (detección de incendios, de intrusos y el sistema cerrado de televisión), además del eléctrico y el de climatización.

Entre las piezas decorativas del teatro que resul­taron dañadas se encuentra el lienzo del Apóstol que presidía el vestíbulo. El óleo del pintor cubano Mi­guel Díaz Salinero (1874-1944) sufrió el impacto de fragmentos diversos y la onda expansiva distendió algunas zonas de la obra. Actualmente está en manos del taller de restauración de pintura de caballete de la OHCH, cuyos expertos aseguraron a esta reportera que lo tendrán listo para cuando reabra el teatro.

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