Iván Duque dejará el cargo como el mandatario de peor recordación en los últimos 30 años, según encuesta que mide la favorabilidad de los presidentes colombianos desde 1994. Lo ganó, entre otras razones, a fuerza de incumplir promesas y acuerdos.
Quizás la gran víctima de su mandato ha sido la paz, quimera alimentada con el acuerdo tejido cuidadosamente por el Gobierno de su predecesor (Juan Manuel Santos) y la directiva de la Farc-EP, y que Duque convirtió en trampa. El incumplimiento facilitó que las fuerzas paramilitares asumieran el control de vastas zonas y que aumentaran los casos de asesinatos de guerrilleros desmovilizados y de líderes comunitarios.
Cifras reveladas por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) afirman que entre el 2019 y el 2022, 835 líderes sociales sufrieron muertes violentas, así como cientos de excombatientes de las Farc: “No se implementó el acuerdo de paz de manera integral y eso está permitiendo el resurgimiento de violencia de una forma grave, sobre todo recomposición de grupos armados y un resurgimiento del narcotráfico”, declaró a CNN Camilo González Posso, director de Indepaz.
Duque debió enfrentar, además, uno de los estallidos sociales más grandes de los últimos años en la nación suramericana. El detonante fue una fallida reforma tributaria presentada en el año 2019, que finalmente fue retirada, no sin antes lanzar a las calles a millones de personas indignadas con tanta violencia y desigualdad. A pesar de las protestas la tasa de pobreza aumentó de 36 % en el 2019 a 42,5 % en el 2020, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
Este es el escenario en el que Colombia concurre, el venidero 29 de mayo, a comicios para elegir al presidente y vicepresidente para el período 2022-2026.
Según reporte de Prensa Latina, a la pregunta de “Si las elecciones para la presidencia de la República de Colombia fueran hoy, y los candidatos fueran los que están en este tarjetón, ¿usted por cuál votaría?”, el 44,73 % de los colombianos respondió que por Gustavo Petro, de Pacto Histórico; el 22,42 %, por Federico Gutiérrez, de Equipo por Colombia; y el 15,84 %, por el candidato independiente Rodolfo Hernández.
Vale agregar que el 7,93 % de los consultados por la Alianza Nacional de Firmas Encuestadoras, inscrita ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), dijo que votaría en blanco; el 6,92 %, por Sergio Fajardo, de Centro Esperanza; mientras que el resto de los candidatos —John Milton Rodríguez, Íngrid Betancourt y Enrique Gómez— ni siquiera alcanzan el 1 % de apoyo.
La fórmula ganadora debe obtener la mitad más uno del total de votos válidos, así que lo más probable es que haya segunda vuelta, prevista para el 19 de junio. El triunfador asumirá el 7 de agosto.
De los días previos a la elección, resalta el crecimiento exponencial del respaldo a Hernández, el viejito del TikTok, como le han apodado por sus incursiones en esa red social. En el 2015 ganó sorpresivamente la alcaldía de Bucaramanga, cargo en el cual estuvo sancionado por abofetear a un contrario.
Me detengo en la figura del ingeniero de 76 años porque integra ese grupo de los supuestos “no presidenciables” que terminan dando la sorpresa, entre los cuales podríamos incluir a Donald Trump y a Jair Bolsonaro, por solo citar dos ejemplos recientes.
Varios analistas de la realidad colombiana han afirmado que no descartan la posibilidad de que Rodolfo Hernández desplace al candidato oficialista Federico Gutiérrez del segundo lugar, y acuda entonces al balotaje frente a Petro, lo que radicalizaría aún más el voto.
El representante de Pacto Histórico ha hecho la proeza de unir a las fuerzas de izquierda, a progresistas, a líderes sociales, sindicales, comunitarios y de algunas minorías, en un proyecto de refundación nacional que pretende atacar las causas de la desigualdad. Frente a él se ha blindado la derecha política y económica, que ha puesto en pie de guerra a su artillería comunicativa para librar una batalla en la que el electorado lleva la peor parte, desdibujándoles lo que realmente está en juego.
Ello explica, en alguna medida, el ascenso en la intención de votos que ha experimentado Hernández en los últimos días, incluso a pesar de sus “alocadas” propuestas que van desde hacer grandes recortes presupuestales, suspender el uso de aviones y helicópteros presidenciales, donar todo el dinero que reciba como sueldo de presidente, eliminar embajadas y consejerías presidenciales como la de equidad de la mujer, quitar vehículos a congresistas, hasta declararse “seguidor de un gran pensador alemán que se llama Adolfo Hitler”.
Confiemos en que no falte luz al voto popular.