La frase surgió en el Liceo de Tampa donde José Martí acudió el 27 de noviembre de 1891 a rendir tributo a los ocho estudiantes de Medicina asesinados por el colonialismo español.
La historia toda de Cuba está llena de ejemplos de cómo la juventud se ha erguido como continuadora de las luchas de su pueblo para demostrar que nunca las causas justas se pueden dar por perdidas, por adversas que puedan resultar las circunstancias.
Lo hicieron los que como Panchito Gómez Toro siguieron las huellas de los primeros libertadores, como su padre, el Generalísimo, y prefirió morir defendiendo el cuerpo de su jefe Antonio Maceo; lo hicieron los que no se resignaron a vivir bajo la bota yanqui y sometidos a desgobiernos serviles, y reanudaron la pelea como Mella, Villena, Guiteras y tantos otros; lo hicieron los que lidereados por Fidel no dejaron morir al Apóstol en el año de su centenario y se convirtieron en protagonistas de la victoria.
Pinos nuevos fueron los artilleros adolescentes que enfrentaron los ataques de la aviación a los aeropuertos de San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba el 15 de abril de 1961, como el veinteañero Eduardo García Delgado que antes de morir por la metralla escribió con su sangre el nombre del Líder Histórico de la Revolución; los combatientes de Girón, los alfabetizadores que se mantuvieron en sus puestos desafiando a las criminales bandas contrarrevolucionarias que operaban en los campos y que dejaron claros en sus filas; los que fusil en mano participaron en la lucha contra bandidos, los que junto a todo el pueblo se mantuvieron firmes ante el riesgo de una guerra nuclear durante la Crisis de Octubre…
Y pinos nuevos fueron también todos los que fieles al legado martiano de que Patria es humanidad cumplieron misiones solidarias en otras tierras, y los que asumieron sin dudar difíciles responsabilidades en los inicios revolucionarios cuando escaseaban los técnicos y profesionales y han tenido como relevo a una juventud cada vez más preparada para asumir los desafíos de la construcción del socialismo.
De esa inmensa e inagotable cantera se ha nutrido la Unión de Jóvenes Comunistas que arriba hoy a su aniversario 60. Una vanguardia que a la cabeza de una gran masa juvenil le ha demostrado al adversario histórico de la Revolución lo que no quiere ver: que nuestro rumbo, desde los lejanos años fundacionales de la nación cubana, ha sido el de la independencia y la continuidad.
“La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud, en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera”, expresó el Che. Ya lo están haciendo en el Partido, el Gobierno, el movimiento sindical, la UJC… en todas las organizaciones. Nuevos rostros surgen con ímpetu renovado para continuar y perfeccionar la obra.
Todos ellos, al igual que las generaciones de mayor edad que los acompañan en este camino, tienen la compleja tarea de trabajar para que las nuevas generaciones no se dejen envolver por los cantos de sirena llegados del exterior y vean en su país la posibilidad de materializar su proyecto de vida donde además de lograr su realización personal contribuyan al bienestar colectivo.
La UJC tiene como tarea permanente llevar a la práctica aquella afirmación del Che: “Pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas debe ser el más alto honor de un joven de la sociedad nueva. Debe ser un honor por el que luchen en cada momento de su existencia”.
Esa juventud encabezada por la UJC inundará con su entusiasmo y alegría las calles y plazas de todo el archipiélago en el gran desfile presencial que se retomará el venidero Primero de Mayo. Le demostrarán al mundo que son los pinos nuevos de los que habló Martí, que son sinónimo de continuidad, y están dispuestos a actuar como el hombre nuevo al que aspiraba el Che, que significa comportarse a la altura de las exigencias del momento histórico.