Por: Nolan Bueno Barrios, estudiante de Periodismo
La palabra fascismo muchas veces queda asociada a la Alemania nazi, a los campos de exterminio, a las purgas en regiones de Europa del Este, y a otras violaciones a los derechos humanos que marcaron su participación en la Segunda Guerra Mundial. No obstante, el apoyo a esta corriente, y al neofascismo, es creciente en toda Europa.
Los términos del Tratado de Versalles impuestos a la Alemania derrotada en la Primera Guerra Mundial, junto a lo que el periodista alemán Sebastián Haffner llamaría “La verdadera puñalada”, fueron el detonante para la llegada del fascismo a la nación germana.
En la actualidad algunos achacan a la inmigración y al terrorismo el renacimiento del fascismo. En Alemania, por ejemplo, el Partido Nacional Democrático Alemán tiene casi 300 mil seguidores, quienes defienden la idea de que Europa es un continente para blancos, han naturalizado eslóganes racistas, de carácter xenófobo, y abrazan el nacionalsocialismo, ideología conocida como nazi.
En Italia, cuna del fascismo, también han aumentado los seguidores de Benito Mussolini (1883-1945), muchos de los cuales fundaron en 1991 la Liga Norte. En sus inicios esta agrupación política tuvo poca representación en el parlamento italiano, pero han ganado adeptos a medida que sus portavoces han impulsado una política cada vez más xenófoba con respecto a la crisis de refugiados.
Oswald Mosley, personaje que irrumpe en la V temporada de la serie inglesa Peaky Blinders, es un guiño a la presencia neofascista en el Reino Unido, especialmente al Partido de la Independencia (UKIP), defensor del Brexit y de estrictos controles a la inmigración.
Otro ejemplo impresionante es Polonia, a cuyos habitantes aguardaba la servidumbre según el plan general de Europa del Este diseñado por los nazis. No obstante, el ultraderechista Partido Ley y Justicia (PIS), fundado en el 2001, gobierna esa nación en mayoría absoluta desde el año 2015. Allí los musulmanes no son bienvenidos, el Gobierno se opone al modelo democrático impulsado por la Unión Europea y pretende someter el poder judicial al control político.
En Francia, país que también sufrió los horrores del fascismo durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, se ha consolidado como fuerza política a tener en cuenta el partido ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN). Fundado en 1972, y rebautizado en el 2018 como Frente Nacional (FN), actualmente está en la carrera por la presidencia. En los comicios del 2017 fueron los segundos más votados, rivalidad que podría repetirse en las presidenciales previstas para este 2022.
Dinamarca, el país que ofreció una brevísima resistencia a la invasión alemana en 1940, ahora tiene al Partido Popular, que rechaza la inmigración y la integración en la U.E. Grecia, por su parte, tiene una de las agrupaciones ultraderechistas más radicales de la región ¾Amanecer Dorado¾, la cual cuenta con escaños en el Parlamento Europeo y es la tercera fuerza política más importante del país.
En la tierra natal de Adolf Hitler, Austria, existe el Partido de la Libertad (FPO), agrupación que rechaza a los inmigrantes, especialmente a los de origen musulmán. Su popularidad creció desde el 13,1 %, obtenido en el 2009, hasta el 20 % actual.
Otro país donde la ultraderecha está ganando terreno es en España. Allí gobernó entre 1939 y 1975 un régimen de características fascistas que estuvo a punto de intervenir en la Segunda Guerra Mundial a favor de Alemania. Heredero de aquellas raíces, aparece en el 2013, VOX, partido que aboga por la deportación de inmigrantes y la centralización del gobierno.
A esta foto de la derecha europea no escapan Hungría, Holanda ni Finlandia donde también hay una fuerte presencia ultraderechista. El alcance de los partidos europeos de corte fascista va en aumento. En varios países ocupan escaños en los legislativos, así como en el Parlamento Europeo.