Ellos, los ginecobstetras, pudieran considerarse como los de la profesión más bonita del mundo. Son los que durante todo el embarazo de la mujer están pendientes a cada detalle; son los primeros en escuchar el latido de un bebé, en verlos nacer. Son sinónimos de vida, de futuro.
Esa responsabilidad implica, por supuesto, grandes sacrificios por parte del personal, el cual, se entrega, estresa y, con poco descanso, junto a la madre, espera la llegada del bebé.
La especialidad contiene dos partes: la obstetricia y la ginecología, esta última, encargada de atender la salud de la mujer, sin estar embarazada. Mientras, la obstetricia, como detalla Sigfrido Valdés Dacal, especialista de primer y segundo grado en ginecobstetricia y director del hospital Materno Ana Betancourt de Mora, en Camagüey, atiende el proceso del embarazo y continúa hasta los 42 días posteriores al parto. “Y es una de las principales razones que nos motiva a escogerla”, asegura.
No obstante, en el Ana Betancourt, uno de los hospitales de este tipo más antiguo de Cuba, con más de 80 años de labor y donde se realizan la mayoría de los partos de Camagüey, laboran 46 especialistas, de los cuales ocho están de misión. En una institución así, en la cual el pasado año hubo cinco mil 200 nacimientos, unos 300 menos que en periodos anteriores, la carencia de personal pudiera convertirse en un problema grave.
Complejidades o desinterés
“Actualmente, explica Valdés Dacal, en la especialidad tenemos un bache generacional entre los que llevamos más tiempo y los nuevos. En el medio no hubo casi formación. Por eso, los que estamos hoy hacemos guardia cada cuatro días”.
Claro, esta realidad no ha implicado que se dejen de atender a las embarazadas, ni siquiera con las complicaciones asociadas ante la presencia de la Covid-19. Como confirma el directivo, no pierden la esperanza, pues existe una voluntad nacional para atraer jóvenes, “porque ya sea por jubilación u otros problemas, se pierde gran cantidad de especialistas”.
Para uno de esos médicos que pronto se jubilarán, el doctor Frank Alberto Castillo Fernández, especialista en segundo grado y profesor auxiliar, el secreto para enamorar a las nuevas generaciones está en enseñar con amor.
“Esta es una profesión muy importante, dice, que garantiza el futuro de un país y si eres capaz de generar en las jóvenes el interés, ellos nunca se irán. Hay que motivarlos y eso se hace trabajando.
“En los 40 años de labor que tengo y en los 27 como profesor me he percatado que esto es muy emocionante. Aquí te sientes capaz de hacer cosas buenas por las personas, esas que al cabo de 20 años, si te vuelven a ver, te agradecen por haber traído al mundo a su hijo. Eso es muy estimulante. Pero, eso, lo debemos enseñar, porque si la medicina es una obra de amor, la docencia es de doble amor”.
Igual opinión tiene Valdés Dacal, quien asegura que “atraer a más jóvenes es tarea cotidiana. Al parecer el interés entre la juventud, debido al esfuerzo que implica la profesión, ha disminuido, por lo que toca acercarse a la academia y mostrar lo atractivo”.
Aires nuevos
A pesar de las exigencias y el bajo número de residentes ―26― hay jóvenes que se enamoran de la profesión y, además, asumen responsabilidades. Ese es el caso de Belkis Rabí Carreño, especialista que con 32 años es la jefa del servicio de obstetricia y dirige el equipo de guardia número uno.
“Para asumir un equipo de guardia, explica Belkis, se necesitan, al menos, cinco años de experiencia, pero el déficit de obstetras nos insta a los jóvenes a quemar etapas.
“En mi caso, esta especialidad siempre me gustó, es muy práctica y de la cual llegué a ser alumna ayudante. Es verdad que cuando hay una muerte, nos sentimos muy mal, duele, pero lo que predomina es la felicidad y la satisfacción personal”.
Y es que, como alegan todos, entre ellos el residente de primer año Cesar Alejandro Hernández Espinosa, “la ginecobstetricia es la especialidad más hermosa, porque tienes la oportunidad de atender a esa materna, esa mujer que nos da la vida y ser el primero en escuchar al recién nacido. Eso no tiene precio”.