El lector comenta fragmentos del Código de las Familias ante los trabajadores que lo escuchan atentamente, sin perder un minuto de la laboriosa faena que realizan en sus mesas de trabajo. “Por medio de la lectura en alta voz el taller de la tabaquería ha tenido su órgano de propaganda interna”, dijo el sabio cubano Fernando Ortiz. Tal es el uso que le dan a esta tradición cubanísima en la Empresa de Tabaco Torcido José Martí (H. Upmann).
Utilizarla en la divulgación del Código de las Familias es una oportunidad que aquí no se desaprovecha. De este modo los obreros se familiarizan con el contenido de una de las normas de mayor trascendencia para la vida social de la nación. Y los pone en mejores condiciones para la posterior consulta popular en sus comunidades. Si surge alguna duda está previsto que la profesional jurídica que atiende la empresa contribuya a su aclaración.
Pensé encontrarme la imagen tradicional del lector de tabaquería sentado tras una mesa frente a un nutrido auditorio, pero Falconeri Rodríguez, quien simultanea esta labor con la de jefe de despacho de materia prima y la máxima responsabilidad sindical no tiene un lugar fijo para efectuar su función.
Porque además de la galera la empresa cuenta con diferentes departamentos que Falconeri recorre en las tardes para dar a conocer las informaciones más importantes del centro y otras de interés de los obreros, como este Código que interesa a todos, multiplica los afectos y suma derechos.
Las dificultades con el audio no le impiden al lector de esta empresa ejercer su tarea. Los informáticos, comenta, están inmersos en la instalación de uno que llegue a todas las áreas. Mientras tanto, el Código continúa divulgándose, y si bien las labores no pueden detenerse, en un receso escuché criterios sobre la lectura que auguraban interesantes intervenciones en los barrios.
Esta práctica surgida en La Habana en 1865 y, reconocida como parte del patrimonio cultural de la nación cubana, fue calificada por Martí como tribuna avanzada de la libertad.
Lo fue en el siglo XIX en que los tabaqueros desempeñaron un papel protagónico en las lides por la independencia. Lo es hoy porque lleva a las conciencias de los trabajadores un Código que nos hará más libres, porque es coherente con los principios de inclusión, igualdad y no discriminación de nuestra Constitución.