Su nombre quedó recogido en la geografía pinareña, el poblado de Isabel Rubio, a 16 kilómetros de la cabecera del municipio Guane, es quizás el más imperecedero de los homenajes tributados a la Capitana de Sanidad del Ejército Libertador.
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La antigua casa de familia, ubicada en el asentamiento, acoge hoy el museo que atesora una valiosa colección de objetos personales utilizados por la mambisa, quien, a más de un siglo de su muerte, continúa siendo referente y paradigma de las mujeres cubanas.
Antonio Matías Rubio Valero, médico de profesión, enviudó varias veces, de su segundo matrimonio, con Prudencia Díaz, nació María Isabel del Rosario, el 8 de julio de 1837, la pequeña quedó huérfana a los seis años.
La numerosa familia en la cual crecieron juntos los hijos de las distintas nupcias, vivía con holgura, sin embargo, el patriarca no negaba atención a pobres y la generosidad formaba parte de la educación hogareña.
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El ambiente resultó propicio para despertar en los vástagos el amor por la medicina y la justicia, convirtiéndose en cuna de eminentes galenos y patriotas, la constante afluencia de pacientes a la vivienda, resultaría con el pasar de los años un excelente camuflaje para las actividades conspirativas.
Isabel se casó a los 16, tuvo cuatro hijos, una de ellas de adulta casada con un coronel mambí fue a residir a Cayo Hueso, visitarla fue excusa para entrar en contacto con las fuerzas revolucionarias en el exilio, pero retornó a su morada.
Cuando llegaron al pueblo las tropas de Antonio Maceo, durante la invasión a occidente, el Titán preguntó por ella y fue hasta su casa para agradecerle la valiosa contribución que había realizado a la lucha.
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Tenía Isabel, 58 años, a su cargo la botica de la familia y el cuidado de los nietos de las dos hijas ya fallecidas, pero nada amilanó a la mujer que se negó a partir al exilio y decidió sumarse a las huestes independentistas, porque como ella misma proclamase: “Es tiempo de practicar lo que tanto he propagado”
Abandonó así el inmueble en el que vivía desde 1845, llevándose consigo los útiles, medicamentos que necesitaría en el hospital ambulante y los pequeños, recorrió la provincia curando enfermos, sin distinción de nacionalidad, pues tanto españoles como cubanos encontraron sanación en sus manos.
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Fue en El Seborucal, donde la sorprendió el enemigo, flanqueó la entrada, pidió que no tiraran: “Somos mujeres, niños y heridos”; la clemencia llegó hecha bala hasta la pierna derecha y cayó herida, negada de asistencia médica la trasladaron hasta el hospital San Isidro en Pinar del Río, allí falleció el 15 de febrero de 1898, víctima de gangrena.
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Isabel Rubio, es actualmente el nombre del pueblo donde residió la mayor parte de su vida, antiguamente conocido como Paso Real de Guane o Mendoza, la vivienda que tuvo varios usos como clínica veterinaria, cuartería y casa de cultura, es hoy el museo donde se salvaguarda la memoria de ella y su familia, imprescindibles en la historia local y nacional.
Algunos estudiosos la califican como adelantada a su tiempo, por el protagonismo que tuvo en la lucha, es una mujer fuera de época, hoy todavía despierta admiración y perpetúa la estirpe rebelde de los nacidos en el extremo occidental de esta isla, a quienes les honra proclamarla como la patriota insigne de la región.