Hace unos días, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba tuvo lugar un intenso debate sobre la coreografía cubana contemporánea. Se partió de una pregunta que ya ha devenido un lugar común: ¿asistimos a una crisis de la coreografía cubana?
Más que una pregunta era una provocación. Y ciertamente, los asistentes al panel (críticos, bailarines, coreógrafos, directores de compañías, funcionarios de las instituciones) coincidieron en que esa crisis, asumiendo todas las implicaciones que tiene el término, no existe.
En Cuba, ahora mismo, se conciben, se estrenan varias coreografías por año, incluso, en años como estos, tan marcados por la complicada situación epidemiológica. Y la más reciente selección de los Premios Villanueva de la Crítica a los mejores espectáculos del año reconoció tres propuestas de la danza, de tres de las mejores agrupaciones cubanas del momento: el Ballet Nacional de Cuba, Acosta Danza y Malpaso.
Habrá problemas puntuales en la programación; hay disímiles calidades en lo que se estrena; los creadores no tienen a su disposición todos los recursos que ameritaría su trabajo. Pero se hace danza. Y se hace buena danza. Cuba sigue siendo referencia en ese sentido en el panorama latinoamericano.
Este fin de semana la compañía Malpaso presentará en el Teatro Nacional de Cuba una temporada que incluye sus más recientes estrenos, entre ellos la muy interesante visión del coreógrafo Osnel Delgado del célebre Cascanueces. Un Cascanueces que se aleja de la tradición, que de alguna manera rompe con ella, un Cascanueces decididamente contemporáneo. Y sin embargo, conserva mucho de ese espíritu festivo que caracteriza al clásico.
La temporada 100% cubano, que concluyó el pasado domingo justamente en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, fue la antesala de la gira que la compañía Acosta Danza iniciará la próxima semana en Gran Bretaña, y que luego los llevará a Francia.
El público cubano pudo apreciar dos estrenos mundiales, que serán el plato fuerte de las presentaciones europeas: Liberto, de Raúl Reinoso; e Híbrido, de Norge Cedeño.
Son dos jóvenes coreógrafos que confluyen en la indagación en temas muy relacionados con la identidad de una nación, y que trascienden por su universalidad.
Reinoso aborda la búsqueda de un ideal de libertad a partir de las peripecias de un cimarrón. En su divagar por los montes, se encuentra con una mujer que termina siendo símbolo de un espíritu superior. Hay en esta pieza un claro homenaje a algunas de las esencias de la danza moderna cubana.
Cedeño es decididamente más contemporáneo en su proyección, pero es evidente el diálogo con expresiones danzarias del acervo popular. La suya es una metáfora de la capacidad de resistencia de un pueblo.
Crisis en la creación coreográfica no existe… lo que no significa, por supuesto, que todo sea color de rosas. Ni tendría que serlo.