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Cuba, referente y ejemplo, en medio de los estragos de la COVID-19 en el mercado laboral

A casi dos años de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogara a la COVID-19 como una pandemia, el horizonte sigue siendo sombrío en el planeta.

 

Foto: Miguel Febles Hernández

 

Ni las vacunas contra el coronavirus, creadas de forma acelerada por los científicos, ni los repetidos intentos de muchos países por volver a la normalidad, han conseguido superar la crisis económica de alcance mundial, derivada de una situación que parece salida de una película, pero que –ya sabemos– es pura realidad.

Como un indicio más de que las cosas no andan bien, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de señalar en un comunicado que el número de desempleados para 2022 se calcula en 207 millones de personas (5,9 % de la fuerza laboral), una cifra notablemente mayor que los 186 millones que existían en 2019.

El documento, firmado por Guy Ryder, director general de esa agencia, perteneciente a las Naciones Unidas, añade que se trata de uno de los efectos más severos de la pandemia.

Aunque con frecuencia los análisis sobre los estragos ocasionados por la COVID-19 se centran en los 5,5 millones de muertes, las secuelas que puede dejar en el cuerpo humano y los billones de dólares que ha costado, la OIT advierte que entre las consecuencias más graves se incluyen también los millones de personas que han salido del mercado del trabajo.

El asunto no es nuevo. En julio de 2021, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, destacó que según las Naciones Unidas, durante la COVID-19 en el mundo se habían perdido 255 millones de empleos a tiempo completo, cuatro veces más que en la crisis financiera de 2007-2009.

El comunicado reciente de la OIT asegura que, lejos de cambiar, en 2022 el índice oficial de desempleo continúa siendo más alto que antes de la pandemia, y prevé que esta situación se mantenga por lo menos hasta 2023.

Como pasa siempre, las naciones del sur llevan la peor parte y los pronósticos menos alentadores, con marcadas diferencias con respecto a la América del Norte y Europa.

Sin embargo, el ejemplo cubano muestra que las cosas no tendrían por qué ser así.

Cuba en el mapa global

Aun cuando la pandemia ha golpeado con saña a la isla caribeña, reduciendo drásticamente sus principales fuentes de ingreso como el turismo, Cuba ha implementado importantes garantías destinadas a proteger a los trabajadores y sus familias.

El 1ro. de abril de 2020, a solo 20 días de la aparición en el país de los primeros casos del coronavirus, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social aprobó las primeras medidas para la protección laboral de la población.

A estas alturas, es difícil que exista un hogar cubano donde alguno de sus miembros no haya estado en cuarentena, o una madre que no se acogiera a la posibilidad de permanecer en casa al cuidado de los hijos tras la suspensión del curso escolar, o alguien que tuviera la oportunidad de ejercer el trabajo a distancia o el teletrabajo.

Se aprobó, incluso, el pago del salario promedio a los trabajadores (madre, padre o familiar) que no asisten al trabajo por concurrir al centro asistencial para la vacunación contra la COVID-19, al menor de edad encargado de su cuidado.

Por tanto, hablar de garantías en el orden laboral, salarial y de seguridad social durante los casi dos años de pandemia, es hablar de algo que nos ha tocado de cerca a la gran mayoría de los cubanos.

En julio del año pasado, el vice primer ministro y ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, precisaba que solo en el primer semestre de 2021 se habían pagado 596 millones de pesos en garantías salariales, enfrentados con el presupuesto estatal.

Aunque se dice fácil, los cubanos sabemos bien cuán complejo ha sido, para un país que en plena epidemia de la COVID-19 ha debido lidiar, además, con las 243 medidas que el gobierno de Estados Unidos mantiene vigentes con el propósito de asfixiar nuestra economía.

Sin embargo, mientras la OIT alerta de que «sin un esfuerzo mancomunado y políticas eficaces, tanto a nivel internacional como nacional, es muy probable que en algunos países se tarde años en reparar los daños», el ejemplo de Cuba pudiera servir de referente y de esperanza, porque si bien la COVID-19 ha sido dura para todos, para esta Isla, bloqueada y hostigada, lo ha sido mucho más. (

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