En el enfrentamiento a la COVID-19, los 18 trabajadores del Taller de Apoyo al Comercio, de la Empresa Provincial de Servicios a la Población, en Las Tunas, erigieron un monumento al ingenio colectivo, pues sus innovaciones y racionalizaciones fueron bastión en los días de mayor complicación epidemiológica en el territorio.
“Ahora solo son recuerdos”, comenta Eugenio Luis Vistorte Pupo, administrador del establecimiento, y reflexiona: “Pero fueron jornadas de mucha tensión”.
“Aquí, la creatividad se tradujo en innovaciones y racionalizaciones que dieron respuesta satisfactoria a más del 95 por ciento de los equipos de refrigeración, de cocción de alimentos y de clima de los centros de aislamiento creados en el municipio capital. Esa tarea se convirtió en prioridad de la empresa y de nosotros”, reitera Vistorte.
Del dicho al hecho
Cuenta que los técnicos del taller lograron poner en marcha lavadoras y secadoras industriales del autoservicio (tintorería) de la ciudad, que hacía años no funcionaban, y pudieron asumir el lavado de la ropa de cama, pijamas, toallas, utilizadas en las instalaciones sanitarias creadas.
“Los trabajos fueron muy duros. Estuvimos enfrascados de lunes a lunes y siempre dispuestos a cualquier hora, del día o de la noche, a resolver roturas, desajustes y cualquier otro problema con el objetivo de evitar interrupciones de ese servicio vital”, remarca Noel Torres Espinosa, operario integral y uno de los protagonistas.
Otro de los muchos desafíos que retaron la imaginación y la entrega de los técnicos y operarios del establecimiento, fue restablecer la utilidad de las vitrinas expositoras del Banco Provincial de Sangre, donde se conserva el plasma y que se utilizaron en la protección de las primeras vacunas antiCovid-19 que llegaron a la provincia.
“Esas vitrinas estaban fuera de servicio y habían sido desahuciadas”, rememoran Noel e Irán Cutiño Céspedes, técnico en Electrónica, los líderes del proyecto. “Por sus muchos sensores y elementos electrónicos son equipos muy complejos, pero no nos dimos por vencidos y encontramos la solución”, recalcan orgullosos.
El sistema eléctrico original de estos medios es de 220 voltios y ellos les adaptaron accesorios (motocompresores) de 110 voltios. Tuvieron que ingeniárselas en la calibración de los dos sistemas y lograr una temperatura adecuada que no alterara el funcionamiento.
Obstáculos, resultados e insatisfacciones
El recrudecimiento del bloqueo económico a la Isla y el impacto de la pandemia hicieron del 2021 un año difícil para la sociedad cubana, pero el colectivo convirtió la crisis en oportunidades.
“Faltaron piezas de repuesto y accesorios imprescindibles, pero sobró voluntad, entrega y pasión por lo que hacemos. Sabemos el significado de nuestra misión y eso nos motiva”, remarca Alberto Fuentes Cera, operario integral y al frente de la sección sindical.
Esa manera de encarar los retos tiene un premio: “duplicamos el plan del año pasado que ascendía a un millón 34 mil 500 pesos, afirma Leydis Ailín Peña Alba, técnica en Gestión Económica.
Vistorte Pupo atribuye los resultados a la pasión innovadora del colectivo y al hecho de haber convertido en oportunidades las adversas circunstancias en que desempeñaron su labor.
No obstante, en el colectivo reinan insatisfacciones con el pago de las utilidades y la atención del sindicato, la Anir y la propia empresa, lo que no ha mellado su empuje, pero se limita la estimulación oportuna y se deterioran sus ingresos.
Ahora están inmersos en la recuperación de los seis hornos del parque de recreación citadino y del equipamiento tecnológico de círculos infantiles, seminternados y centros escolares. Faltan recursos, pero siempre habrá una respuesta positiva.