Hay algunos tipos de labor, imprescindibles en la vida moderna, cuyo mayor éxito estriba en que no tengamos ni siquiera que pensar en quienes la ejecutan. Parece una paradoja, pero es el caso de no pocos servicios de los cuales disfrutamos con tanta naturalidad, que a veces olvidamos el trabajo, las complejidades y los esfuerzos que llevan detrás.
Uno de esos sectores esenciales son los trabajadores eléctricos, cuyo día se celebra cada 14 de enero, en recordación a que un día como ese del año 1934, Antonio Guiteras Holmes firmó la intervención de la mal llamada Compañía Cubana de Electricidad, en realidad una empresa subsidiaria de un monopolio norteamericano, medida que fue considerada una de las más revolucionarias de aquel gobierno, conocido como de los 100 días.
Pero no vamos a hablar de la historia, aunque esta es importante para entender la raíz de no pocas conquistas que ahora disfrutamos en Cuba y que no siempre fueron así. El compromiso estatal con la garantía de los servicios básicos que recibe la población ha sido y es una aspiración de las fuerzas progresistas en muchas sociedades, la cual nuestro país conquistó con el triunfo de la Revolución y el socialismo.
En particular, nuestros trabajadores del sector eléctrico son protagonistas de no pocas hazañas a lo largo de estos más de 60 años, en función de proveer a la economía de una plataforma segura para su desarrollo a partir de la generación de la electricidad.
La llamada revolución energética que aconteció en la primera década de este siglo fue tal vez el cambio más radical en la estrategia de diversificación y descentralización de la producción de electricidad, un modelo del cual fue inspirador el comandante en jefe Fidel Castro.
Más recientemente, la combinación de la pandemia de Covid-19 y el bloqueo de los Estados Unidos nos trajeron de vuelta los molestos apagones debido a problemas en la capacidad de generación, como consecuencia de la imposibilidad de asumir mantenimientos e inversiones ya necesarias. Y otra vez las fuerzas del sector eléctrico han dado un ejemplo de trabajar con denuedo y en condiciones bien difíciles, para resolver los problemas con la mayor celeridad posible.
Porque detrás del disfrute de la electricidad en nuestros hogares, está la labor anónima de miles de trabajadores que no tienen horario, y que son poco visibles en nuestra cotidianidad, excepto tal vez cuando los huracanes los convierten en centro del interés periodístico durante las intensas tareas de recuperación a que tales desastres naturales los obligan.
No obstante a este reconocimiento general de lo alcanzado, tampoco es posible desconocer que todavía puede ser mucho mejor el trabajo de quienes laboran en el sector eléctrico, sobre todo de quienes deben atender al público, tanto en las oficinas de cobro, como en los servicios de reporte y reparación de las averías que inevitablemente siempre se producirán en alguna medida.
Por otra parte, como elemental gesto de respeto y consideración por el desempeño de los trabajadores eléctricos, nuestro mayor aporte concreto como ciudadanos sería tal vez el ahorro de esa energía que ellos producen, tanto en las casas como en los centros laborales.
Igualmente sería un buen homenaje la disciplina en el pago de las facturas eléctricas, y la eliminación de los fraudes y actitudes deshonestas que todavía subsisten en individuos que roban electricidad.
Estoy seguro que tal vez sería ese el mejor Día que podríamos darles a los trabajadores eléctricos, para quienes la mayor alegría posiblemente radique en que todas las familias cubanas disfrutemos con racionalidad y de manera segura de los servicios que ellos ofrecen, casi siempre de la misma manera silenciosa en que nos llega a cada domicilio y centro laboral, sin que muchas veces reflexionemos suficientemente en ello, esa magia imprescindible de la electricidad.