Todavía resuena en el ambiente el emotivo y profundo análisis que concluyó el pasado martes con la aprobación del proyecto de Código de las Familias en la Asamblea Nacional, con la convocatoria a su consulta popular a inicios del próximo año.
La concreción de esa propuesta tan inclusiva, de sumas y multiplicaciones, de afectos y alternativas, como le llamaron en el Parlamento, refuerza derechos de quienes ya los tenían y los garantiza para quienes no, en un compendio de inteligencia colectiva, científica y de nuestra práctica social.
Ese énfasis en el amor, la dignidad humana, la igualdad y la no discriminación, seguramente no pasará desapercibido para nuestra ciudadanía, que ahora podrá comentar, aprender y aprehender los detalles del revolucionario proyecto, en un proceso que se ha organizado no solo para propiciar la participación, sino también para continuar con nuestro crecimiento espiritual como sociedad.
El fortalecimiento de la responsabilidad familiar y la actualización de las instituciones jurídico familiares que el nuevo Código propugna, deben ser el catalizador de un cambio cultural ya en marcha que hallará así no solo una garantía legal, sino también una vía de construir el consenso alrededor de oportunidades y garantías para una mayor plenitud familiar.
La idea de esta consulta en la que podrán participar todos los electores, organizados en sus respectivas circunscripciones, tendría además que superar ese marco, para llegar a los más disímiles sectores poblacionales, incluyendo nuestra juventud.
Como ocurrió con el proceso de consulta sobre la Constitución de la República, habrá que ir más allá de proponer modificaciones, adiciones, supresiones o dudas, para crear un clima de respeto e intercambio de vivencias que nos ayude a entender no solo nuestros derechos y ganancias con la futura Ley, sino el de quienes nos rodean.
En ese debate habría que ir a todo lo que nos une como sociedad, y tratar de saltar por lo que nos pudiera separar o desunir. La preparación inteligente que se haga de esas reuniones barriales para la consulta será esencial con vistas a conseguir ese efecto que refuerce esa empatía y solidaridad.
Hasta donde ha trascendido en materia de organización, todas las opiniones serán tenidas en cuenta, incluyendo la de los cubanos residentes en el exterior, en un proceso en el cual toda la ciudadanía debe participar con conocimiento de causa.
En estos días finales del año en que las familias se reúnen para celebrar de acuerdo con sus creencias y motivaciones, la aprobación de este proyecto de nuevo Código ha sido un regalo muy especial, por lo que representa para el presente y el futuro de la sociedad cubana.
Prepararse para esta consulta popular no puede ser entonces solo una responsabilidad de las instituciones involucradas directamente en este ejercicio democrático, sino que debe implicar a nuestras organizaciones profesionales y de masas, así como a todas las familias y a cada uno de sus integrantes, como principales destinatarios de sus incontables garantías y beneficios.
Para el 2022 contaremos así con mucho más que una nueva legislación, sino con la satisfacción de haberla hecho entre todas y todos, y para todas y todos.