“Abuelo, ¿esta es una hierba mala?”. El pequeño Ernesto Sabina García le muestra con orgullo a Orlando Macurán Sardiñas la yerba que acaba de arrancar del huerto escolar que tienen en la Escuela Primaria Felipe Poey Aloy. Con la sapiencia de los años, el experimentado hombre le dice que sí, que es importante quitarla porque daña los cultivos. Pacientemente instruye a las niñas y niños, que con sombreros que los protegen del mañanero sol incursionan en un aprendizaje vital para la vida: sembrar hoy, para recoger mañana.
Desde hace algunos meses, el huerto llama la atención a los familiares de los estudiantes y vecinos del reparto Poey, en el municipio de Arroyo Naranjo. Como de la noche al día, el lugar se transformó. Todo se debe a las hacendosas manos de Macurán, quien llegó ahí en el mes de julio para convertirse en el jardinero del centro, además de cumplir las funciones de orientador agropecuario.
Según relata, siempre ha sido un enamorado de la tierra. “Es bondadosa, se obtiene todo cuando se le trata con amor”, alega cual si hablara de una persona. En su natal provincia de Villa Clara nació esa pasión que lo llevó desde muy joven a involucrarse en las zafras azucareras hasta convertirse en machetero millonario. “Me enseñó un hombre llamado Conrado, él era un experto. Al principio yo no era largo con la mocha, pero llegué a cortar hasta 700 arrobas diarias. A machete, eso no era fácil, sobre todo, cuando la caña estaba quemada, y me tiznaba de la cabeza a los pies…”
Después laboró en la empresa agropecuaria Valle del Yabú, especializada en cultivos varios. “Ahí trabajé en la siembra y recogida de papas, fundamentalmente”. Cuenta que, en 1997, su madre, quien vivía en La Habana, enfermó y él decidió venir a cuidarla. Parte de la familia quedó en la ciudad de Villa Clara.
Como a sus propios nietos
El proyecto comunitario El Mambí, ubicado en el barrio Patricio Lumumba, en Arroyo Naranjo, fue como un sueño. “Estuvo bien diseñado, había siembras y, además, se realizaban diferentes actividades, incluidas acampadas pioneriles. En la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre recibí un curso de permacultura, a través de lo cual se promueve el uso sostenible de la tierra, la autosuficiencia en la producción de alimentos y energía, y el uso racional de los recursos disponibles. Este proyecto resultó muy interesante, pero lamentablemente, se desintegró”.
Fue en ese lugar donde Aryam Andux García, actual director de la Escuela Primaria Felipe Poey, conoció a Orlando. “En ese entonces, Aryam era un adolescente y asistía al proyecto. Fue él quien me convocó para que viniera a apoyar en la institución”.
Cuando llegó a la escuela, esta se encontraba en proceso de reparación y los viejos pinos que pululaban en los exteriores fueron cortados, para evitar daños en la instalación. “Hacer un huerto resultó una tarea compleja. Tuve que dar mucho pico para sacar las raíces de los árboles talados y empezar a construir la parcela. Todo eso fue en medio de la etapa más difícil de la pandemia”.
Sin embargo, el esfuerzo fue compensado. Sembró boniatos, yucas, plátanos, frijoles, ñames y plátanos, ají cachucha y chai; tomate, lechuga, acelga, habichuelas, cebollinos, orégano, albahaca…
De acuerdo con el joven director de la escuela, cuentan con un centro de elaboración de alimentos, desde el cual se suministra la comida a seis centros del municipio. Ya las producciones del huerto se utilizan para mejorar la calidad de lo que se cocina. También han brindado condimentos al cercano círculo infantil Pequeños Cosmonautas.
“Incluso, algunos vecinos han necesitado algunas de las plantas que pueden emplearse como medicina natural (orégano y albahaca) y se las damos gratuitamente”, alega.
Al indagar sobre el retiro, subraya que a sus 64 años se siente fuerte y asegura que solo dejara de sembrar la tierra cuando sus manos ya no den más.
Justo al lado de una hermosa mata de girasoles, el labrador señala que le gustan las flores y también las cultiva porque alegran la vida. El trabajo con los niños es algo que le encanta y lo mejor de todo, ellos son los principales favorecidos con lo que ahí se produce, de forma sana.
Para los pequeños, dejó de ser Orlando Macurán. “Muchos me ven en el barrio y corren a saludarme con cariño. Dicen: ‘este es el abuelito del huerto’. Y sin dudas, él les retribuye ese cariño porque los quiere como a sus propios nietos.