Las situaciones coyunturales de los últimos tiempos impactan en el desarrollo socioeconómico de lo que este periodista considera hoy como el epicentro de la agroindustria azucarera de esta provincia, por contar con la única bioeléctrica del país, el central más modernizado de la nación, la mayor planta del bionutriente fitomas, la emblemática fábrica de levadura torula; y las entidades provinciales de logística Azumat, de montaje industrial Zeti y de transporte ferroviario Ferroazuc.
Tan potente núcleo empresarial, con sus respectivos emplazamientos en el céntrico poblado de Pina, posee historia de caguasos derivados no solo de fenómenos climáticos y epidemiológicos, de contingencia energética, de bloqueo imperialista y de crisis económica que han menguado las fortalezas de un sector clave.
Razones tienen muchas personas para preguntarse: ¿Por fin, podrán la bioeléctrica y el central Ciro Redondo, más allá de cumplir las cláusulas de un contrato de intercambio de insumos, lograr eficiencia en la producción de energía y azúcar, desde la recta final del 2021?
El escollo añejado
Aunque optimista, porque en el día a día ya se habla de que ambas industrias son como una en materia de relaciones laborales, Danilo Fernández Madrigal, director de la Empresa Agroindustrial Azucarera Ciro Redondo, reconoce que “sigue siendo nuestro principal problema la producción de caña”.
Los factores externos influyen, pero los internos pesan demasiado. “Tenemos unidades sin incorporarse a la doble jornada de labor en la agricultura, incide en ello la alimentación del personal. Los resultados están muy distantes del potencial del riego con inversiones en sistemas de alta tecnología por casi medio millón de pesos”, argumenta el directivo.
Y la gramínea lista para el corte se seca en el campo. “Perdimos 35 mil toneladas en las dos últimas zafras, con una afectación económica de casi 2 millones de pesos, porque retiramos el agua antes de la cosecha, como está establecido, pero no fueron cortadas, entonces las cañas se secaron y las cepas murieron…”, ejemplifica Alfredo Oropeza Díaz, presidente de la unidad básica de producción cooperativa Ilusión.
Hay más materias no tan extrañas de un problema añejado. Porque, dos años atrás, antes del azote del coronavirus, el territorio avileño mostraba rendimientos de 41 toneladas por hectárea, bajísimos según especialistas. De 60 unidades cañeras, solo 17 pudieron distribuir utilidades en tal etapa.
Bagazo, marabú o ¿espinas?
Espinoso se torna este año el ambiente precontienda azucarera con las dolencias en el corazón del emporio agroindustrial. La bioeléctrica está inactiva desde mediados de junio pasado, debido a la falta de biomasa de marabú como combustible para el funcionamiento de sus calderas, lo cual limitó el aporte al Sistema Electroenergético Nacional, por cierto, en momentos de apagones, ante el déficit de generación por averías en las principales termoeléctricas del país.
El ingeniero Adisney Peña, director de planta en la bioeléctrica, afirma que la causa fundamental es la rotura de ocho de las 12 cosechadoras de marabú, paralizadas por falta de financiamiento para adquirir piezas de repuesto por importación.
“Ahora efectuamos la corrección de defectos para reanudar la puesta en marcha del equipamiento industrial. El mantenimiento general incluye 72 tareas, ya concluimos el alistamiento del sistema de alimentación de la biomasa, y está en proceso por su envergadura el arreglo del sistema refractario de las dos calderas y la sustitución de 79 tubos en la número dos”.
Por su parte, Fernández Madrigal menciona entre las acciones importantes la limpieza química realizada a mecanismos del ingenio azucarero pinense, una tarea en la cual se cifran las esperanzas para revertir los resultados de la contienda pasada, con solo el 18,2 % de cumplimiento de la producción mercantil planificada. “¿Causas de los incumplimientos?, la principal fue el alto contenido de sílice que el central nos devolvía como condensado, se perdía mucho tiempo en recepcionar esa agua de baja calidad que no admiten nuestras calderas modernas de alta precisión. Teníamos que botar líquido y producirlo en nuestra planta de tratamiento para reponer la cantidad perdida, y eso requiere la utilización de productos químicos caros”, explica Adisney.
De otros sinsabores y desafíos
La vecina unidad de derivados de la caña de azúcar también convive en un ambiente con sabor agridulce. Comienza a reanimarse con nuevas inversiones, pero le será imposible descontar el atraso en la producción de levadura torula que no rebasa el 65 % de su compromiso hasta la fecha.
Además de ese nutriente, con el que pudiera impulsarse la producción de alimentos para esa misma fuerza —como explicara anteriormente Danilo Fernández—, el bioestimulante destinado para más de una veintena de cultivos, está también deprimido.
“Tener en la actualidad solo 45 mil 474 litros fabricados, contra 2 millones 415 mil 600, obedece a la baja extracción del producto terminado. Por ejemplo, la Empresa de Suministros Agropecuarios no ha sacado este año ni una pipa a granel de este renglón que introducimos como alternativa para suplir el déficit de bidones plásticos no fabricados con nuestras máquinas por falta de resina”, destaca la ingeniera Miroslava Lorenzo García, jefa de la planta industrial.
Son estos algunos de los sinsabores en el epicentro agroazucarero de Ciego de Ávila. La Biopower SA (la bioeléctrica) tiene más de 122 millones 733 mil y el central Ciro Redondo 74 millones 702 mil pesos de pérdidas económicas, por citar solo los dos ejemplos de las entidades con endeudamiento.