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Las mujeres siguen en desventaja laboral por ser madres

Una de las principales desigualdades en el mundo del trabajo es la desigualdad entre hombres y mujeres. Las mujeres tienen menos acceso al mercado laboral, tienen salarios más bajos, y, como ha demostrado la pandemia de la COVID-19, siguen asumiendo una gran parte de las tareas del hogar, unas horas de trabajo no remunerado que pesan mucho en su día a día.

 

Foto: Tomada de OIT

Rosalía Vázquez-Alvarez, especialista de la OIT en el tema de salarios, nos explica las razones de esta desigualdad, que persiste pese a las medidas que intentan paliar sus efectos, y cómo las mujeres siguen en desventaja laboral por ser madres y ocuparse de sus familias.

 

Existe desigualdad dentro del mercado laboral, como son en los ingresos entre hombres y mujeres, entre productividad de empresas, pero también hay desigualdades en otros ámbitos de la vida y fuera del mercado laboral.

Notablemente cuando estamos hablando de desigualdades de oportunidades, como, por ejemplo, el acceso a la educación que en sí ya conlleva a una desigualdad dentro del mercado laboral.

Si nos fijamos en la OIT y su constitución en realidad lo que vemos es que… en la Declaración de Filadelfia de 1944 ya se dijo que la paz duradera solo es posible si se consigue a través de la justicia social, lo cual puede llegar si el mercado laboral permite una justa distribución de la riqueza. Esto es lo que lleva a conseguir que haya un nivel de desigualdad que no sea perjudicial para el crecimiento sostenible y la cohesión social.

La desigualdad más importantes dentro del mercado del trabajo, es la desigualdad entre hombres y mujeres.

La pandemia en este sentido ha sido especialmente dura con las mujeres, sobre todo porque estaba en los sectores más afectados o en los trabajos de primera línea, como profesionales de la salud o de la hostelería.

Hay muchas mujeres que tuvieron que dejar el trabajo. Muchas no han regresado al mercado laboral, no siendo así con los hombres.

Esta pandemia lo que ha hecho en comparación, sobre todo a crisis anteriores, como la del 2008, la crisis financiera, es que ha tenido un impacto más fuerte en aquellos sectores que se llaman presenciales, como, por ejemplo, el comercio, la hostelería. En estos sectores, que suelen ser sectores donde se acumula una gran masa de asalariados de bajo ingreso, las mujeres son mucho más visibles, hay muchísimas más mujeres que hombres. Por lo tanto, el impacto de la pandemia, si pensamos, por ejemplo, en servicios como peluquería que han tenido que cerrar las puertas de la noche a la mañana, son sectores que se han visto efectivamente muchísimo más afectados por la pandemia.

Esto ha repercutido en que las mujeres han tenido que quedarse en casa con mayor probabilidad que los hombres.

Todos aquellos avances que se habían conseguido, que eran poquitos, pero que se habían conseguido antes de la pandemia, estos avances seguramente se ven retrocedidos por culpa de la pandemia.

Digamos que si miramos a los países de alto ingreso y miramos la participación de la mujer según el corte de edad, entre los jóvenes vemos que no hay una diferencia muy alta, pero una vez la mujer llega a la época reproductiva, a los 30, 35 años, lo que observamos es que la participación de la mujer baja en relación con la participación del hombre.

Esto se observa en todos los países, de alto ingreso, de bajo ingreso, de medio ingreso.

Por supuesto, una vez dejas el mercado laboral porque tienes que cuidar a tus niños, la probabilidad de volver al mercado laboral es muchísimo más baja.

En cierto grado por un estereotipo que hay en el que… cuando comienzas a tener críos entre mujeres y hombres, es la mujer que decide dejar el mercado laboral, pero también es por causa de la brecha salarial. Por ejemplo, si hay un hogar donde una mujer y un hombre participan en el mercado laboral y llega un bebé, por supuesto, porque hay una brecha salarial, la probabilidad de que la mujer sea la que recibe el salario más bajo es mucho más alta que la probabilidad que sea el hombre.

Esta situación de desventaja no se explica porque las mujeres sean menos productivas o estén menos educadas. Se explica por prácticas discriminatorias, normas sociales y patrones de conducta que las conducen a oficios peor remunerados y a menos progresos en su trayectoria laboral. Las normas sociales también imponen  mayores responsabilidades domésticas a la mujer.

Valiosos experimentos muestran que las mujeres son más adversas al riesgo, tienen menor preferencia por ambientes competitivos  y son menos dadas a sobre estimar sus habilidades que los hombres.

Es evidente que la desigualdad entre géneros será cada vez mayor si no se toman medidas al respecto para acabar con el desequilibrio producido en el mercado laboral.

(Con información de OIT)

 

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