El hombre
Ha sido tendencia nociva edulcorar la imagen de nuestros héroes, omitir errores y defectos despojándolos de la naturaleza humana. Merece el crédito por cada victoria el individuo de carne y hueso que se levanta sobre sus yerros y supera el tiempo.
En 1878 partió al exilio, llegó a Jamaica acompañado por María Cabrales, la esposa y compañera, quien llevaba el dolor por la muerte de sus dos hijos y la salud mellada.
Fue en esas circunstancias que conoció a Amelia Marryatt, y la situación la describe el historiador José Luciano Franco: “(…) la madamita seductora de la calle Princesa (…) llevaba en las entrañas un hijo suyo. Maceo, carente de dinero, tenía que empeñar sus últimas prendas para cubrir los gastos inesperados”.
El padre
En mayo de 1881 nació Antonio Maceo Marryatt, bautizado y reconocido por el padre. Estuvo poco tiempo a su lado, pues en junio de ese mismo año partió hacia Honduras. No esquivó las obligaciones, siguió al tanto. Misivas recibidas desde Jamaica así lo confirman: “María y la familia bien, también lo está el amiguito”; “María bien, y bien el chiquitín amigo, que hace poco tuvo un catarrito”.
La persona que le servía para el envío de manutención fija residencia en Kingston, busca otras alternativas: “La última remesa de dinero que le hice a Antoñito, fue por vía de Nueva York, porque no me fue posible conseguir aquí ninguna clase de oro conveniente para Jamaica”.
Reconoce la falta cometida ante la urgencia de cumplir con el deber y escribe al presidente de la Junta Revolucionaria Cubana de Kingston: “(…), recibirá V. veinte libras esterlinas que me hará el favor de entregar a Miss Amelia Marryatt (…). Esto es un asunto, no el más adecuado para V. (…) a la vez que forme un juicio desfavorable hará otro que disculpe en algo mi conducta”.
Maceo viajó en varias ocasiones a Jamaica y siempre lo visitó. En 1891 desapareció misteriosamente la madre, lo llevó con él a Costa Rica, lo matriculó en un colegio interno. Regresó a Cuba, pero aun en plena contienda concede prioridad a la instrucción de su hijo: “(…) le remito 300 pesos, a la educación de Antonio mi hijo”.
Los amigos
Tras la caída en combate del Titán de Bronce, la delegación en Estados Unidos del Partido Revolucionario Cubano asumió la manutención del joven. Posteriormente Tomás Estrada Palma fue su tutor: “(…) no ser Antonio hijo legítimo del General no es motivo de ningún modo para que dejemos de prestarle toda la ayuda posible de igual manera que lo haría su padre, estando vivo”.
Se tituló como ingeniero y en 1904 llegó a Cuba. Fue recibido con agasajos, pero pronto dejó de ser una atracción; atravesó difícil situación económica. Dicen que se parecía mucho a su padre, con modales más propios de la cultura norteamericana que de sus raíces caribeñas. Murió en La Habana el 4 de diciembre de 1952.
El héroe
Maceo varias veces sucumbió ante encantos femeninos que lo llevaron a otros lechos. Sus dotes de seductor le acompañaron hasta la muerte, narra José Miró Argenter, el 6 de diciembre de 1896: “La señora de C…, elegante dama habanera, le pidió alguna prenda de las que llevaba encima al pasar la Trocha, como testimonio fehaciente de tan memorable episodio. El General puso en manos de la citada dama una joya en forma de estrella adornada de un brillante, regalo de otra persona que él apreciaba en mucho. La señora, muy complacida, dijo sonriente al General: ‘Yo le enviaré a Vd. otra estrella, tan hermosa por lo menos como ésta’”.
Una dimensión del guerrero que en nada demerita a la legendaria figura. Tatuó en propia carne la devoción por Cuba, en cicatrices que avalaban su arrojo, la gloria sobrevive a la muerte.