Silvio Rodríguez, trovador cubano, celebra este lunes sus 75 años. Es un artista pleno, su estrella no ha amainado tras tantos años de entrega. Él ha sido voz y cronista de una gesta, lírico e incisivo, presente y desafiante, preclaro y soñador. Está ahí, como el primer día. Es uno de los grandes poetas de nuestra República de las Artes y las Letras. Alguien dijo una vez, con toda justicia: a todos sus galardones bien que se le pudiera sumar el Premio Nacional de Literatura. Así de grande es su cuerpo poético, que atesora algunas de las más hermosas realizaciones del imaginario nacional. Silvio es el compositor inspiradísimo, pródigo para la melodía sencilla, raigal, emotiva.
Y es también el ciudadano comprometido, el artista que no le teme a la polémica, el eterno inconforme. ¿Qué es el arte, qué son los artistas si no se asumen también como conciencia crítica de su momento?
Silvio Rodríguez celebra su cumpleaños en momentos demandantes para su pueblo y su nación. Y él vive aferrado a la idea de que un país mejor, un mundo mejor son posibles. Por eso trabaja. Por eso escribe. Por eso hace música. Se sabe un símbolo de la Revolución que él ha hecho canción. Está a la altura de esa condición. En todas partes mueve multitudes. Él se hace verdad con su arte.
Algunos de sus temas han explicado mejor que cualquier tratado la razón de ser de un proceso, y la postura del creador honesto.
Pero hay también un Silvio íntimo, que se regocija en las pequeñas cosas de la vida, que suelen ser las más esenciales. El Silvio que acompaña. El que recrea las peripecias de millones. El que alumbra un camino sin sobresaltos, con la delicadeza de la metáfora diáfana y serena.
Silvio Rodríguez nos sueña… o mejor, ha hecho de sus sueños patrimonio de su gente.
