A propuesta de los delegados al XI Congreso de la CTC-R, celebrado del 26 al 28 de noviembre de 1961, quedó organizado el Pelotón de la CTC-R, con la misión de incorporarse a la operación de búsqueda y captura de la banda de alzados contrarrevolucionarios que, el 26 de ese mes había asesinado al joven alfabetizador Manuel Ascunce Domenech y al campesino Pedro Lantigua Ortega, y al propio tiempo informar a los habitantes del territorio las tesis, resoluciones y acuerdos del recién finalizada cita obrera.
Surgido de la propuesta de uno de los delegados al magno evento, esa unidad quedó oficialmente constituida el día 29, integrada por 33 hombres y una mujer en representación de los 25 sindicatos nacionales, bajo la jefatura de Rogelio Iglesias Patiño, Pao, quien atendía la esfera de Asuntos Laborales y Sociales en la dirección nacional de la organización sindical.
Al final de la mañana fueron recibidos por el comandante Juan Almeida Bosque, entonces jefe del Ejército del Centro, quien les explicó los pormenores de la situación existente con las bandas de alzados, y de la operación en gran escala emprendida contra ellas, indicándoles la necesidad de luchar bien duro contra él, porque era pérfido, taimado y de naturaleza tan cruel como sus amos del Norte.
Los puso bajo el mando del capitán Orlando Lorenzo Castro, Pineo, a quien recomendó situarlos en la primera línea de fuego, con la condición de que al menos uno se salvara para que cumplir la otra misión a ellos asignada.
Con campamento en Magua, en pleno macizó Guamuhaya, el movimiento del pelotón abarcó un amplio territorio que comprendió a Charco Azul, Limones Cantero, San Juan de Letrán, Cuatro Vientos, El Nicho, Condado, las riberas del río Caburní y el salto del Hanabanilla, entre otros lugares.
Su único enfrentamiento con los bandidos ocurrió a varios kilómetros de Magua, donde dominaron uno de sus campamentos y ocuparon 16 armas largas, dos sacos de nailon llenos de medicinas, más de mil 500 balas, varias cajas con paquetes de chocolate en polvo, laterías, gran cantidad de cajas de cigarros, arroz, carne salada y ropa, entre otras provisiones.
Las operaciones militares no les impidieron cumplir con su misión política, de lo cual dan fe, por ejemplo, la reunión sostenida con los trabajadores en el Salto del Hanabanilla, donde Pao les habló acerca de los acuerdos del Congreso, y les aseguró que se irían cumpliendo sobre la marcha; y en Cuatro Vientos explicó los proyectos de la Revolución, asegurando que llegaría el día en que aquel caserío se convertiría en un pueblo, además de afirmar a los asistentes, al igual que en otros lugares, lo que se haría en relación con la cultura, así como que una vez concluida la Campaña Nacional de Alfabetización se crearían aulas de seguimiento para que pudieran continuar estudiando.
Al escribir sus recuerdos sobre tan singular destacamento armado, Víctor Hugo González Aguilera, uno de sus miembros, precisó que pusieron” (…) un gran empeño por cumplir, no como una meta, sino como algo más que eso, con la encomienda del comandante en jefe., en ello se encarnaban el mandato del Congreso, y el mandato de la patria”.
Si bien los integrantes del Pelotón CTC-R no participaron directamente en la captura de la banda, durante más de dos semanas se movieron en peines y cercos, de ahí que desempeñaran un importante papel en su acoso y persecución.
Sin lugar a dudas, en su doble misión, militar y política, el Pelotón de la CTC-R contribuyó a fortalecer la alianza obrero campesina, factor esencialmente importante en la defensa de la Revolución, cuyo derrocamiento constituía, y aún constituye, un inveterado y siempre frustrado objetivo del imperialismo yanqui.