El PSG no tiene semanas de transición. Siempre pasa algo, dentro o fuera de la cancha. Esta vez la remontada contra el Saint-Étienne quedó eclipsada por la preocupación que suscita la lesión de Neymar, que abandonó el encuentro en camilla después de que se le doblara el tobillo. Aunque no todo fueron malas noticias: debutó Sergio Ramos como titular con buena nota y a falta de goles, Messi repartió tres asistencias. Una a Di María y otras dos a Marquinhos (1-3).
No parece probable que Pochettino pueda cambiar la esencia de un PSG sujeto a la voluntad de sus solistas. Tres futbolistas que andan por libre, exentos de cumplir las normas en un equipo que no acaba de funcionar pese a los resultados. Son tan buenos que ni siquiera su entrenador se atreve tocarlos, aunque su presencia condicione y no siempre para bien. Ante el Saint-Étienne el ritmo fue cansino, a la espera de que alguno de ellos se desperezara.
El VAR entró para validar esa acción, retrato de un PSG que no se exige en exceso. Una rigurosa expulsión de Kolodziejczak antes del descanso por una entrada a Mbappé le echó una mano: Messi lanzó la falta y Marquinhos puso la cabeza con acierto para doblar el castigo al Saint-Étienne: 1-1. Sin ser bonito ni eficiente, el choque volvió a colocársele en un contexto favorable. El segundo tiempo fue para el PSG, pero se enfrentó a un rival que no perdió su identidad aguerrida.
Messi asumió el protagonismo ante la falta de liderazgo de algunos de sus compañeros. Sin entusiasmar, fue el más destacado. El argentino decide con la mirada. Con el rabillo del ojo acertó a conectar con Di María para que su compatriota confirmara la remontada. El guion de tantas otras veces. Pero el triunfo quedó en un segundo plano ante el lloro de Neymar, a quien se le dobló el tobillo en una jugada accidental. Se fue en camilla. En el añadido, Marquinhos sentenció con la testa otro pase de un Messi disfrazado de asistente.