Hay momentos que ocurren en la vida de las personas y se quedan para siempre; son fuertes e intensos, como los rayos del sol en pleno verano. Fue así la noche del 16 de febrero de 2006. Aún Alina Puig Hechavarría lo recuerda y se emociona. Ese día estuvo muy cerca del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Tan cerca, que él, durante unos instantes, se apoyó en su hombro.
“En ese entonces, era directora del Grupo Empresarial de Informática, Comunicaciones y Publicidad del Ministerio del Transporte (Mitrans) y junto a otros directivos y trabajadores participamos en la ceremonia de entrega oficial de los nuevos ómnibus chinos (los Yutong), la cual se realizó en el teatro de dicho organismo”, afirma la actual Directora de Desarrollo del Grupo Empresarial de Servicios de Transporte Automotor (GEA).
“El acto empezó pasadas las seis de la tarde. Me acuerdo que Fidel fue acompañado de Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas. También estaban del embajador de China en nuestro país, y el presidente de Yutong Buss, entre otras personalidades».
“El Comandante habló de la hermandad que nos une a esa gran nación, con una cultura milenaria de más de dos mil años y una población 125 veces superior a la nuestra; de lo que significaba la entrada al país de los ómnibus Yutong, así como de las primeras 12 locomotoras que habían llegado. Destacó lo que ello representaba para el desarrollo del transporte en Cuba, tan afectado luego del Periodo Especial».
“En esa oportunidad, hasta se refirió a la batalla energética y a los equipos que estaban distribuyéndose. Como en el acto había muchas mujeres, preguntó quiénes cocinaban y la mayoría levantó la mano. Entonces, él explicó que la entrega de equipos electrodomésticos, como las ollas arroceras, no solo contribuían al ahorro energético, sino que eran un apoyo para las familias”.
Afirma Alina, que, sobre las nueve de la noche, al concluir la ceremonia, Fidel bajó de la tribuna y caminó hacia los trabajadores del Mitrans, quienes aún lo aplaudían.
“Mi asiento estaba en una esquina. Él empezó a saludar a las personas, y caminó por el pasillo central y se paró justamente a mi lado. Enseguida lo rodearon. Me puse muy nerviosa, impresionada. De pronto, se apoyó en mi hombro. Yo no sabía qué hacer. Fueron unos segundos que me parecieron horas. Luego me relajé y hasta le tomé del brazo”, relata.
Fidelista desde la cuna, la ingeniera industrial señala que nunca había tenido oportunidad de estar cerca del Comandante en Jefe.
“En mi casa siempre se respiró un inmenso amor por la Revolución, nos lo inculcaron mi padre, Oscar Puig, coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y mi difunta madre, Juana Hechavarría. Siguiendo su ejemplo, me formé en las Escuelas Militares Camilo Cienfuegos, primero en el municipio capitalino de Guanabacoa, y después, en Santiago de Cuba”.
Al igual que los jóvenes de su generación, participó en las concentraciones realizadas en la Plaza de la Revolución José Martí y desde ahí aplaudió las intervenciones realizadas por Fidel.
Ese 16 de febrero, el querido líder le pareció más alto, inmenso. “Conversaba bajito, despacio. Nos volvió a hablar sobre la importancia para el sector del fortalecimiento de las relaciones económicas con China y de los planes futuros en ese sentido…”
Cuenta que esa noche, al llegar a casa, despertó con gritos a su mamá. “Ella se levantó asustada y cuando le conté lo ocurrido, lo disfrutó tanto como yo. Esos minutos quedaron para siempre en mi vida como algo especial”.
La muerte del querido líder, el 25 de noviembre de 2016, le dejó un gran dolor.
“No lo podía creer. Estuve en la velada que se efectuó en la Plaza de la Revolución y también en el cordón que se hizo cuando se despidió el cortejo fúnebre con sus cenizas. Lloré largo rato. Fidel es y será único, con una extraordinaria visión de futuro”.
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