En la primera de sus tres experiencias la XIV Bienal de La Habana se adentra en algunos de los debates más acuciosos del arte contemporáneo. El arte auténtico nunca es adjetivo, siempre establece vínculos demandantes con su contexto. Y muchas de sus prácticas y realizaciones devienen plataforma crítica de la sociedad contemporánea.
De eso se habló en el evento teórico que concluyó este fin de semana en el Museo Nacional de Bellas Artes. Y ese es el eje conceptual de una de las principales muestras de la cita: Caminos que no conducen a Roma. Colonialidad, descolonización y contemporaneidad.
El Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam acoge esta muestra colectiva, en la que confluyen artistas de más de un continente. Se trata de la propuesta que inauguró oficialmente la Bienal, y que estará a disposición del público, con una curaduría que se renovará puntualmente, hasta el último día del encuentro.
“Es una exposición que analiza los procesos en los que nos mezclamos con esa idea de la colonialidad, que es diferente al colonialismo. Es ese pensamiento que genera el individuo que está colonizado y acepta esa condición”, afirma Nelson Ramírez de Arellano, director de la Bienal de La Habana, en declaraciones recogidas por el Consejo Nacional de Artes Plásticas. Pero esa “zambullida” va más allá, pues se explicitan reflexiones sobre las maneras de enfrentar, desde una visión esencialmente emancipadora, esas presiones de los centros hegemónicos.
Esta exposición, la Bienal en sentido general, ofrece una de las más incisivas miradas al entramado social: la mirada del arte. Y democratiza el acceso a una producción rica y esencialmente discrepante ante muchos de los dilemas de la contemporaneidad.