En el camino de la recuperación económica no hay medida pequeña, aunque no todas tengan el mismo impacto en materia de volúmenes, cantidades, alcances.
Es lo que pasa con al menos dos de las iniciativas más recientes, que tienen una alta aceptación y contribuyen al bienestar de la población, no solo en términos de la economía doméstica, diríamos nosotros.
Me refiero a las ya populares ventas de garaje, y a la comercialización de productos a plazo en establecimientos seleccionados.
Sobre la primera, hubo ya referencias de las autoridades a su sentido antinflacionario. Pero tal vez esa sea la menor de sus virtudes, al menos visto desde la psicología popular. La animación que cobra una comunidad, un barrio, con este tipo de iniciativa es verdaderamente notable.
Hemos visto familias que hacen toda una fiesta de esa oportunidad de vender en sus casas los fines de semana. Se organizan varias amistades, comparten los espacios más comerciales, y muchas de sus tenderas o dependientes aficionados hasta podrían dar lecciones de buena atención a sus clientes a no pocas de nuestras cadenas de tiendas.
En el caso de las ventas a plazo, resulta un viejo reclamo que llega ahora en un momento no del todo óptimo, por las mismas severas restricciones en las ofertas que todos conocemos. Pero su introducción en correspondencia con las nuevas realidades que impone el ordenamiento monetario y cambiario es sumamente necesario.
Esta opción tiene todavía menos desarrollo, al menos no todo el que las personas quisieran. Aún no son muchos los establecimientos que realizan este tipo de comercio, y hay provincias donde hay solo una tienda o hasta ninguna con esta modalidad.
No obstante, la venta a plazos ya era algo tangible, incluso en el mercado informal. Así que es preciso buscar formas más expeditas para que esa alternativa no sea tan singularizada y excepcional. De hecho, habría que pensar también en cómo extender esa filosofía a las formas de gestión no estatal, por ejemplo, algo que podría mejorar el desempeño de no pocos negocios.
En fin, que es preciso seguir con ese pensamiento de impulsar todo lo que nos facilite la vida y reanime la actividad económica, también en esa pequeña escala del comercio familiar o barrial. No resolverá todos nuestros problemas, ni mucho menos, pero le da agua al dominó, como diríamos popularmente. Y de paso, hasta nos divertimos un poco, como sucede por mi barrio cada fin de semana con las vendutas familiares. El asunto es tener más que vender y comprar, a plazo o en garaje. Luego veremos cómo lo pagamos.