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CON FILO: Hace falta fijador

El fenómeno podemos hallarlo en cualquier parte o tipo de labor. En una panadería, o hasta en algún ambicioso programa social. La única diferencia es el costo o la gravedad de las consecuencias, pero el hecho es el mismo: le decimos popularmente, falta de fijador.

 

Ilustración: Alfredo Martirena (Cubahora)

 

La cuestión es que con frecuencia somos muy buenos para empezar cosas, pero no sabemos después cómo mantenerlas. Resulta un tema viejo, es cierto. No es la primera vez que lo decimos aquí tampoco. Muchas personas incluso piensan que tal inconstancia forma ya parte de nuestra idiosincrasia. Pero no todo el mundo acepta que eso sea así, por siempre, sin remedio, como una maldición de la cual no podemos escapar.

Este accionar inestable, esta carencia de fijador que no conseguimos impregnar en todo lo que hacemos, tiene causas múltiples y nada sencillas. Hay una variable económica, sin dudas, que posee enorme peso a la hora de conseguir que cualquier proceso productivo o de servicios resulte sostenible en el tiempo, pero también influyen factores subjetivos, organización, control, exigencia.

Para resumir, podríamos decir que en última instancia la falta de fijador en nuestra práctica cotidiana es consecuencia casi siempre de la ausencia de sistemas de trabajo.

No concebimos desde el inicio todo lo que hace falta para que algo dure. Invertimos, por ejemplo, en una nueva tecnología, pero no hay absoluta garantía después para las piezas de repuesto, o compramos e instalamos todo nuevo y bonito, para después no hay como asegurar la reposición de ese equipamiento que en un periodo posterior resulte obsoleto. Construimos, restauramos, remodelamos, pero no establecemos luego los mantenimientos programados. Implementamos medidas económicas o promulgamos legislaciones sin prever muchas veces el control periódico que requieren después.

Todavía, aunque nos duela aceptarlo, solemos ser víctimas de las campañas, las modas sociales y hasta de los entusiasmos por coyunturas políticas. Y no es que cada cosa que hagamos deba ser permanente, mucho menos eterna, pues nada lo es. Pero hay que establecer sistemas de trabajo que permita el funcionamiento continuo de los procesos, que puede ser desde elaborar una pizza, hasta informatizar la sociedad, pero en todos los casos hay que pensar y actuar para que lo hecho perdure y evolucione en el tiempo.

Cada vez que damos algo por resuelto de modo absoluto, que proclamamos como definitiva una solución del momento, corremos el riesgo de que, casi con absoluta certeza, nos equivoquemos y la vida nos sorprenda con la caducidad de hasta el mejor de los intentos.

Es preciso cambiar esa manera de pensar y de actuar. Para ahora y para el futuro. Porque cada vez será más necesario en las circunstancias presentes y por venir, adelantarnos a los acontecimientos y lograr que lo esencial perdure, mediante los cambios que sea oportuno realizar. Porque no caben dudas, ya sea en una panadería o en un ambicioso programa social, siempre hace falta fijador.

 

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