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A la inversión del hotel Ancón, en la península de ese nombre al sur de la ciudad espirituana de Trinidad, el ejecutor de la obra cuando la comenzó llevaba a su hijo, y por la demora, a la fase de terminación tuvo la oportunidad de que lo acompañara el nieto.
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Recordamos la reunión de chequeo en la que exigieron a un especialista llamado Jorge Yara, que luego de atrasos imputables a muchos factores, intensificara el ritmo de trabajo para concluir a tiempo la obra necesaria en el procesamiento de un cultivo tan delicado como el tabaco. En aquella ocasión, Jorge dijo: “Si el tabaco tiene tiempos que no se pueden violentar porque es una hoja muy sensible, al cemento, la piedra y la arena les pasa lo mismo y tenemos que esperar a que fragüe para luego hacer otras partes de la construcción. Y el tiempo de fraguado hay que respetarlo tanto como el tiempo de curación del tabaco”.
En esa oportunidad indagamos con la arquitecta Carolina Vilches por qué no proyectaban las inversiones con los árboles adecuados para que las raíces no dañaran los pisos ni las ramas chocaran contra las paredes y techos. Su respuesta fue: “Eso lo tenemos en cuenta, pero como es la última parte de la obra, y van moviendo los presupuestos, al final para áreas verdes el dinero que queda no alcanza para las especies que proyectamos”.
En resumen: abundan los desaguisados, pero también hay buenos ejemplos de calidad. Ustedes, amables lectores, tienen la palabra.