Icono del sitio Trabajadores

‘Luz y Milagros’ en una terapia intensiva

A diferencia de sus dos embarazos anteriores, la tercera gestación de la camagüeyana Acela González Guerra marchaba bien: aumentaba de peso, y se decía, que no le tocaría ingresar, aun cuando por sus 40 años ese estado era de alto riesgo obstétrico.

 

Acela, en sus últimos minutos en intensiva, junto al doctor Sayú Romero, uno de los tantos galenos que pasaron día y noche luchando por su vida. Foto: Gretel Díaz Montalvo

Con esa tranquilidad celebraba el pasado tres de septiembre el cumpleaños 21 de su hijo mayor, hasta que un malestar corporal le desbarató la calma. “Ese día me sentí mal, comenta, y nos fuimos para el hospital Materno. Allí me atendieron y la doctora me dijo que debía quedarme, que era positiva a la Covid-19”.

Lo tomó con calma, recuerda, sobre todo para no alterar a la futura beba, pues apenas tenía unas 25 semanas de embarazo. Quedó ingresada en una sala diseñada para gestantes positivas. Pero a la semana, debido a que presentaba falta de aire y neumonía, la trasladan para la unidad de vigilancia obstétrica (UVO), diseñada en la sala de cardiología del hospital provincial Manuel Ascunce Domenech. “Aquí, dice Acela, enseguida me pusieron oxígeno, pero seguía mal y me llevaron para la sala de terapia intensiva”.

Una batalla de 39 días

En esa unidad comienza la batalla más dura que ha librado Acela en sus años de vida. Según explica el doctor Jesús Sayú Romero, especialista en obstetricia y especialista de primer grado en perinatología, “Acela llegó el 10 de septiembre al hospital provincial reportada de grave, pero dos días después su cuadro clínico y radiológico se complica, la reportamos de crítica y se procedimos a la ventilación mecánica no invasiva.

“Le cambiamos el antimicrobiano, se trabajó con ella y seis días después su PCR era negativo. Así que la trasladamos para otra sala de cuidados en el área de cardiología. Pero se complicó otra vez, y debimos ventilar y retornarla a la sala de intensiva».

“Así ya debíamos discutir, ver el beneficio materno y hacer una cesárea. Claro, primero procedimos a aplicar los inductores de madurez pulmonar para fortalecer al feto y a las 72 horas le realizamos el proceder”.

El 27 de septiembre nació su Luz de los Milagros, como la nombró, con un peso de unos mil 800 gramos; muy bajo peso, pre término, y otras complicaciones, pero le asegura su familia, “su Luz es fuerte y crece sana”.

De lo ocurrido ese día, Acela recuerda algunas cosas, sabe que estaba consciente, que siempre dijo sí a que le realizaran la cesárea, pues confiaba en que su beba, aun cuando no estaba a término, nacería bien, “ella era muy deseada y los médicos muy buenos”.

Una vez realizada la cesárea, mejora poco a poco; se estabiliza. Pero, una vez más los números comienzan a caer y se complica todo; hay que ventilar; otra vez el corre corre al pie de su cama; los desvelos… Y ahí, postrada en la cama, Acela pensaba en todo y en nada; se aferraba a su pequeña, a quien quería ver crecer, a Dios y a sus médicos.

Pasan los días y el tres de octubre, un milagro: Acela comienza a reaccionar espontáneamente y respira sola. Pero no fue hasta el 12 de octubre que le dan el alta y le aseguran que podrá ver a su beba, pues irá hacia el Materno, reportada de cuidados.

 Los milagros de la terapia intensiva

Luego de 39 días podemos sonreír, asegura el doctor Sayú Romero, porque Acela “es una de las pacientes que se ha recuperado, por no decir la única, que luego de haber estado tan crítica y en tres ocasiones ventilada mecánicamente, ha sobrevivido”.

Lo logrado con Acela no es resultado de la casualidad, sino del trabajo constante y arduo que se ha gestado en la UVO. “Esta unidad, comenta Sayú Romero, se creó este año, pues el nivel de maternas positivas se incrementaba considerablemente, así como las complicaciones por las que atravesaban el último trimestre de gestación.

“Solamente este año hemos atendido a más de mil 500 y muchas han sido las que han llegado a la gravedad. Así que lo primero que hicimos fue organizarnos y estudiar mucho cada protocolo establecido, pues debíamos incorporar nuevas conductas”.

Durante 24 horas permanecen allí los obstetras, intensivistas, cardiólogos… un equipo multidisciplinario cerca de las gestantes enfermas. Como detalla el doctor Juan Orlando Roura Carrasco, jefe de la unidad de terapia intensiva del hospital Manuel Ascunce Domenech, al ser esa la casa matriz, la primera terapia que tuvo la provincia, “se decidió que fuéramos nosotros los que nos encargáramos de atenderlas.

“Y para lograrlo dividimos la fuerza, pero reforzamos los especialistas e incrementamos el número de residentes en sala, pues la paciente obstétrica complicada con Covid-19, muchas veces obtiene un pronóstico malo o letal, por eso requiere de mucha atención y empeño para que se sucedan estos milagros”.

Compartir...
Salir de la versión móvil