Primero pareció un receso (el empate ante el Villarreal), después un accidente (la derrota ante el Sheriff vaciando varios cargadores en el aire) y ya estamos en una protocrisis en el Madrid, un desastre en Cornellà desde Ancelotti hasta Vinicius sin pasar por Benzema, un genio contra el mundo.
El Madrid perdió varios partidos en uno. El táctico, con una alineación rozando lo estrafalario. El de la intensidad, pecado colectivo. Y el anímico, que el Espanyol cogió a la primera. El equipo de Vicente Moreno sólo se afligió en el último cuarto de hora, en que encajó un gol y pudo recibir dos más, anulados por fuera de juego. Antes se mereció con creces el premio mayor del triunfo.
Se anunció temporal y convino abrigarse. Como el Madrid venía de defender igual de mal que en el inicio y atacar visiblemente peor (31 tiros ante el Sheriff para acabar disparándose al pie), Ancelotti enfatizó en el 4-4-2 bajo el que se guarecerá muchas veces en los desplazamientos esta temporada. Lo malo vino cuando le puso nombres al dibujo. Y como el Espanyol sólo había metido cuatro goles, su historia le obliga a no mirarse al espejo como un recién ascendido y le visitaba un alérgeno persistente (una victoria sobre el Madrid en las últimas 27 citas), Vicente Moreno también revisó a la baja su plan ofensivo.
Camavinga, perdido
Así, al Madrid se le cayó un punta, también porque sólo Benzema y Vinicius le parecen fiables a Ancelotti para todos los partidos y todos lo campos, y Casemiro, cuya depresión física se cura con reposo. A cambio, Alaba volvió al lateral izquierdo sin mejoría aparente, con Camavinga en su horizonte. El francés ya está en la frontera entre primer suplente para cualquier cosa y primer titular para lo mismo. Pero la polivalencia limita con el sentido común. Pegarle a la izquierda pareció una extravagancia.
Mientras, el Espanyol metió una cerradura doble, Óscar Gil más Aleix Vidal, para detener a la presunta fuerza de asalto del Madrid en la izquierda (Alaba-Camavinga-Vinicius), aun a costa de quitarle compañía a De Tomás.
El tijeretazo en las alineaciones no pareció entristecer el partido. El Madrid, con jugadores de mejor físico y laterales con más sustancia (Lucas Vázquez y el propio Alaba), salió con aire dominante. A los cuatro minutos Benzema ya había probado a Diego López. Pero a los nueve, Embarba había dado al Madrid algo de qué preocuparse, con un disparo lejano, muy de su sello, rechazado por Courtois.
De Tomás no perdona
El Madrid, que perdió a sus dos centrales de referencia este verano, ya sabe que decisiones así son de altísimo riesgo. Más si falta también el lateral izquierdo titular desde hace ya cinco meses. Todo ello afloró en el 1-0. Alaba le perdió el rastró a Benzema en la derecha y nadie supo interceptar su centro al primer palo antes de que lo rematara De Tomás, un nueve fuera de catálogo. Es anfibio, se mueve igual de bien dentro que fuera del área, pero dosifica mucho su presencia. Sólo aparece cuando presiente que será decisivo y en ese lance lo fue. Esa frialdad, más gestual que deportiva, fue la que no acabó de llenar el ojo del Madrid (ni de Luis Enrique). Y lo que vino tras él (en el Madrid y la Selección) ha acabado por agigantar aún más su figura.
El gol sacó a la luz todas las goteras del Madrid. Si no juega Casemiro es preciso poner ahí algo que se le parezca. Si Kroos nunca fue fiable como tapón, lo es menos si sale de una pubalgia. Valverde y Camavinga no nacieron para pegarse a las bandas. Y Alaba no acaba de cuajar en el centro ni en la banda. Sobraron razones para explicar por qué el Espanyol mandó sobradamente hasta el descanso, con la limitación de que arriba está justo de munición, pero Melendo, Darder y Embarba mostraron una capacidad para elaborar muy superior a la de los creadores del Madrid antes del intermedio.
Un francés contra el mundo
Tampoco el paso por el vestuario aclaró al Madrid. Ancelotti retiró a Camavinga y metió a Rodrygo, que fue ponerle una tirita a una herida de cañón. El Espanyol, que ya se había visto en estas ante el Atlético, donde se derrumbó en la segunda parte tras una primera soberbia, se mantuvo en el mismo registro y siguió castigando a un Madrid perdido, descolocado y sin nervio. En ese clima llegó el 2-0. Arrancó Aleix Vidal a 45 metros de la portería blanca y le bastó un caño a Nacho para plantarse ante Courtois y superarle. Ni antes ni después apareció un obstáculo.
La respuesta de Ancelotti fue la misma que ante el Sheriff, un 4-2-4 de intenciones suicidas que el Espanyol no supo aprovechar. En un mano a mano desperdiciado por Darder estuvo el cierre del partido. A un Madrid desmayado le metió en la pelea Benzema sin más auxilio que su talento. Bordeó el área con un baile de quiebros hasta encontrar el hueco que no cubría Diego López. Un supergol de un jugador que un día fue de culto y hoy es apto para todos los públicos.
Ahí sí se deshizo el Espanyol ante un Benzema descomunal. Al francés le anularon un gol por fuera de juego y le dio otro a Hazard, invalidado por lo mismo. Sin embargo, ni siquiera él valió lo mismo que el enorme corazón del Espanyol.
Tomado de AS.com