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El Atletico del Madrid hunde al Barcelona 2-0 y van dos reveses seguidos en la semana.

Ni del catecismo puede fiarse uno ya, escrito sea con todo el respeto posible. Porque hubiera resultado hasta lógico que Koeman resucitara el sábado teniendo en cuenta que lo de Lisboa había sucedido el miércoles. Al tercer día, ya se sabe. Después de susurrar a todo el que se cruzaba que estaba sentenciado y después de extraviarse en la búsqueda de un relevo bueno, bonito y barato, sobre todo barato, Laporta amaneció garantizando la continuidad del holandés pasara lo que pasara en el Metropolitano. Pues lo que pasó es que el Barça volvió a estrellarse.

Ofrecía un margen de confianza el presidente, astuto como es, consciente de que utilizaba una expresión a partir de la cual cada uno puede entender lo que quiera. De momento el que merece ese margen es el campeón. El Atlético, a la sazón. El entorno rojiblanco había contemplado el partido con un optimismo que se antojaba incluso excesivo, teniendo en cuenta que el equipo era al fin y al cabo el mismo equipo que venía en el campeonato de ser sacudido por el colista, pero que al final no lo fue. De hecho es el primer litigio de todo el ejercicio con los de Simeone por medio que llega a la última jugada sin posibilidad de que cambie el resultado.

Joao, Suárez y Lemar, primero. Lemar, Joao y Suárez, después. Dos combinaciones deliciosas con el rival absolutamente superado, dos definiciones acertadas ante Ter Stegen. El primer tiempo ofreció una versión de los Atlético-Barcelona absolutamente inédita en los últimos tiempos, la de dos equipos que defendían tirando a mal… con la diferencia de que el rojiblanco atacaba mucho mejor. El francés, el portugués y el uruguayo fueron palabras mayores para una zaga pobre y a la que casi nadie se dignaba echar una mano, de modo que al descanso el partido circulaba a pedir de boca desde el punto de vista del campeón.

Y eso que el Barça apareció mandando. Koeman había envidado con los jóvenes, prescindiendo para el once de Eric García y de Luuk de Jong. Por motivos distintos, obvio, ambos salieron señalados de la goleada encajada ante el Benfica. Simeone por su parte, en esa gestión de egos que tiene como gran desafío de la campaña, incluyó en su alineación a Suárez, sí, pero acompañado por Joao y no por Griezmann. El tramo inicial ya dejó la sospecha de por dónde irían los tiros. Nunca mejor escrito, lo de los tiros. Porque la posesión era azulgrana y porque Nico y Gavi exhibían personalidad, pero eso no se traducía en peligro. De hecho Lemar y Joao ya habían sido los primeros en probar suerte, incluso cuando su equipo aún no sabía a qué carta quedarse.

Efectivamente, el equipo local encontró el gol antes que el juego. Justo después sí concedió dos ocasiones, pero tan cierto es que Coutinho estuvo a punto de embocar apareciendo en la frontal y que De Jong no llegó por centímetros y en boca de gol al balón que le servía Memphis como que Suárez ya tuvo el segundo entre ambos lances y un rato antes de efectivamente certificarlo. En el que no y en el que sí estuvo asistido por Joao. Ese 2-0 que no quiso festejar el 9 pero que ya festejaron 60.000 por él apareció al borde del entreacto. Era la primera vez en toda la temporada que el Atlético tenía dos goles de ventaja.

Koeman incluyó a Sergi Roberto por Nico en lo que Simeone recuperaba a Trippier por De Paul para formar con equipo base que ganó el campeonato. El partido discurrió por cauces similares, con el Barça amasando sin concretar, con el Atlético empeñado en no meterse demasiado atrás. Tuvo que fallar dos veces seguidas el cuadro local, primero Koke, después Hermoso, para que el visitante tuviera una ocasión digna de tal nombre. Desafortunadamente para Coutinho, el que hizo acto de presencia ahí fue Oblak. No quedaba otra que jugársela con Ansu Fati.

Por lo físico se apreciaron las primeras grietas rojiblancas. A Joao y Suárez aún les dio para una contra resuelta con disparo inocente del luso, pero fue prácticamente lo último que hicieron antes que El Cholo los dispensara para tirar de Correa y Griezmann. Inmediatamente después, Koeman se acordó de Riqui y Luuk de Jong. En su turno de réplica, Simeone se quiso fortificar con Felipe y Lodi. El partido se jugaba entonces en los banquillos, porque en el césped pasaba poca cosa. El Barça coleccionaba faltas cerca del área y tras arrojar al limbo cada una de ellas se acordaba del muchacho aquél. Del 10. El Atlético dejaba pasar el tiempo y el Metropolitano se daba a la fiesta. 60.000 personas, qué gozada. De resurrección, definitivamente, apenas quedaba el apellido de Koke. El capitán.

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