Las estadísticas -de lo más rico que tiene el béisbol- no encontraron, en una primaria búsqueda personal, un nocao de Venezuela a Cuba al menos en los últimos 30 años, en un evento oficial, tope amistoso u otro certamen. Pero este 29 de septiembre llegó la sentencia ¡11-0! en el Mundial sub 23. Y entre impotencia y realidad nos debatimos ahora para sacar las lecciones correspondientes y enfrentar a Colombia y Panamá, jueves y viernes, respectvamente, en el cierre de la Súper Ronda.
Desde la primera entrada se supo que Bryan Chi, la carta escogida para encaramarse en el montículo, no estaba en su tarde. Le dieron seis hits, incluidos jonrón y dobles, para irse a las duchas con el peso de cinco carreras, montañas que nuestra selección ni siquiera intentó escalar ante la precisa faena del sudamericano Jesús Vargas, con 73 lanzamientos en cinco inning y solo cinco incogibles.
Lejos de hablar lo mal que lucieron los nuestros en el cajón de bateo y en la defensa, se impone exhaltar al conjunto morocho. Fuerza, tacto, paciencia para hacer swing, alegría y confianza en sus potencialidades salían por los poros de Carlos Rodríguez, Romer Cuadrado, Jesús Lujano, y el resto de los muchachos, candidatos a pelear por el título el próximo 2 de octubre.
De parte de la dirección de Eriel Sánchez hay poco que comentar. Bien llevado al banco Iván Prieto tras 15 turnos sin producir y dada la escasez de lanzadores (apenas cuenta con 7) es razonable no gastar más balas que Chi y Kelbis Rodriguez. Concentrarse en los dos encuentros restantes pudiera al menos ponernos en la discusión del bronce.
El nocao de Venezuela sobre Cuba que aún no recuerdo en evento oficial de las últimas tres décadas duele por real y hasta previsible. Esos 17 jugadores, liderados otra vez por Guillermo García (2-2), un capitán que timonea el barco con el ejemplo de su ofensiva, seguirán peleando hasta el final. Guerreros de estos tiempos sobre un diamante de béisbol que crudamente los supera.