Orlando Martínez: La «música» olímpica llegó a Juanelo

Orlando Martínez: La «música» olímpica llegó a Juanelo

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Este 22 de septiembre falleció el primer campeón olimpico cubano después del 1 de enero de 1959. Esta entrevista fue una de las últimas que concedió y  aparece en el libro MEDALLAS AL CORAZÓN, del 2017.

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El director del conjunto Bayamo sólo aceptó que su hijo Orlando Martínez fuera boxeador cuando ya estaba compitiendo en torneos provinciales. Sesenta años después, el primer campeón olímpico de Cuba después del triunfo de la Revolución, confiesa que nunca aprendió a tocar ni las claves, porque su única música fue la de los guantes de boxeo.

Bien temprano en la mañana, Orlandito —así todavía le dicen la gente— cuela café y es fácil convencerlo de sentarse en su cómoda butaca a conversar de su vida, del boxeo y del deporte. Las manos descubren enseguida que estamos hablando con un pugilista, pues no están quietas en ningún momento y son compañías inseparables de sus claras palabras.

De lo más increíble está cómo puede mantenerse pesando los mismos 54 kilogramos de hace 34 años en Munich, cómo conserva la sonrisa de victoria de aquella noche del 10 de septiembre de 1972, y cómo sigue sintiéndose hijo del barrio Juanelo, en San Miguel del Padrón, aunque viva hace más de dos décadas en el Casino Deportivo, en el Cerro.

De niño….

“Practiqué fútbol, y después pelota en el centro deportivo Pepe Prieto de San Miguel del Padrón. Eulalio Piñera, boxeador profesional, nos ponía los guantes cuando terminábamos de jugar en un placer cercano. Tendría 12 o 13 años cuando me los puse por vez primera, y mi padre decía que no quería verme con ellos. Peleaba escondido y sólo cuando asistí a la primera competencia oficial aceptaron mi decisión”.

El ascenso…

“En el boxeo de aquella época —década del 60 del siglo pasado— no había categorías y por tanto era muy fuerte. Tú peleabas con hombres de más edad siendo todavía juvenil. Por eso debuté directo con los mayores en 1964, con una medalla de plata inolvidable. Al otro año gané el oro de Cuba en los 51 kilos cuando derroté 5-0 a Gálvez, de Güines. Ahí me seleccionaron para el equipo nacional y viajé al Preolímpico de México —su primer viaje al exterior—, donde perdí con el campeón olímpico de Tokio 1964, el local Ricardo Delgado”.

Dar y que no te den…

“Lo que más desarrollé fue la técnica y la velocidad de piernas. No me dejaba dar, y junto a mi entrenador diseñamos una preparación física especial. Bailaba mucha suiza para fortalecer las piernas porque así podía aspirar a perfeccionar más la técnica y evitar que hicieran contacto conmigo en el goleo los rivales. Además corría y hacía muchas cuclillas. Lo único que no me gustaba eran las pesas”.

Mi ciclo olímpico…

“En los Juegos Olímpicos de México 1968 perdí porque me faltaba experiencia para el nivel de ese torneo. Sin embargo, para el ciclo olímpico 1968-1972 me preparé bien y sabía que podía llegar adonde quisiera, Gané varias medallas en torneos europeos y en los nacionales derroté tres veces a Adolfo Horta, un jovencito entonces. A los Juegos Panamericanos de 1971 en Cali, Colombia no fui porque me lesioné cortando un coco. Más claro, me piqué un dedo”.

De 51 a 54 kilogramos

“En la preparación hecha en Armenia determinaron que subiera a 54 kg. A mí no me gustó el cambio, porque estaba seguro en medallas en 51 kg y no sabía que podría hacer en 54 kg. Es cierto que estaba teniendo problemas con el peso, pero después peleé todas las veces por debajo, 52, 53. Sólo en los combates finales me pasé un poquito, pero rápidamente rebajé. Doglas Rodríguez me sustituyó en la división de 51 kg, y mejor no lo pudimos hacer los dos, el bronce y yo oro”.

De la lona al título…

“Ahora lo cuento fácil pero aquello fue tremendo. En el primer combate de la Olimpiada de Munich me tiraron dos veces a la lona. EL entrenador soviético me decía que utilizara más técnica e hice todo lo contrario. Le partí para arriba al birmano (Hamhung Win) como un león y no lo dejé salir de la esquina. Luego me dediqué a observar a todos los de mi división y retraté las debilidades de cada uno. El mexicano con el cual discutí el oro, Alfonso Zamora pegaba duro, pero le caminé hacia la derecha con gran velocidad  y no me encontró en el ring. Antes del tercer asalto me sabía con ventaja y solo me dediqué a marcarle”.

Oro sorpresa…

“La verdad es que no estaba entre los pronósticos de medallas para ningún dirigente. Antes de salir me dijeron: te vamos a llevar, pero sabemos que no vas a ganar medallas. Y voy a decirte más, todas las peleas las hice con una fuerte angina de pecho e inyectándome. Vine a recuperarme un poco en la discusión de la plata. El médico se portó excelente y en los exámenes físicos que hacían cuando finalizaba cada combate respiraba suave para que no fueran a detectármelo y me descalificaran. Esa medalla sólo contaba en mi mente, es la gran verdad”.

Mano sagrada…

“No pude estar en el campeonato mundial de 1974, aquí en La Habana porque me lesioné el hueso del quinto metacarpiano en la mano izquierda durante el campeonato nacional frente a Jorge Luis Romero. Cuando terminó el combate hubo que picar el guante y salí de urgencia para el ortopédico. Luego me contaron que Fidel le dijo al doctor Álvarez Cambras: esa mano hay que cuidarla, hay que garantizarla. El propio Comandante propuso que fuera el integrante número 12 del equipo, aunque la función era apoyar a la gente desde las gradas”.

Los boxeadores…

“El criterio de que los boxeadores son de raíz delincuentes se debe a que en el profesionalismo se vendió esa imagen porque muchos de los practicantes provenían de barrios con esas características y encontraban en esta disciplina únicamente la gran opción de ganar dinero en esta disciplina. Eso ha cambiado radicalmente desde que triunfó la Revolución y nuestro deporte se convirtió en amateur. Hay licenciados, médicos, fiscales. Soy ejemplo de cuánto me educó el boxeo, de cuánto me hizo persona. Ahora que estoy retirado no tengo desarreglo en mi vida y he seguido practicando, corro, y juego pelota con los veteranos”.

El Barrio Juanelo…

“Allí nací y voy casi todos los días a ver a mi madre que aún vive, Luisa Romero. Cuando gané el oro olímpico cerraron las calles del barrio y tocó el grupo de mi papá. Nunca lo vi tan feliz por el boxeo como esa ocasión. La gente en la calle no se cansa de decirme que viven orgullosos de que Orlandito Martínez sea de Juanelo. Si ellos supieran que el orgullo es mío…”

Entrenador…

“Prefiero ser entrenador de la base, con niños y jóvenes. La escuela cubana de boxeo la sostenemos todos, los del equipo nacional y los que estamos aquí”.

Teófilo y Wilfredo…

“Ellos son los dos hombres que más admiro sobre el ring. Teófilo es la imagen del boxeo cubano y es natural, amigo de verdad y siempre está dando consejos. Wilfredo Gómez de Puerto Rico tuvo una calidad muy grande, y él me ha dicho varias veces que yo era el único boxeador que le enmarañaba los combates”.

Feliz…

“Soy muy feliz como cubano porque tengo el cariño de mi familia, de mis vecinos y de todo el pueblo. Y eso es mucho más grande que el título olímpico de Munich, ¿tú no crees?”.

Acerca del autor

Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.

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