Los 18 meses transcurridos desde la aparición de la COVID-19 en nuestro país han representado un prolongado y escabroso camino con elevado saldo de contagios y lamentables pérdidas de vidas humanas.
Desde entonces, ni un solo día de tregua ha habido en toda Cuba ante el mortífero enemigo. En tan duro combate, no ha faltado la heroicidad, estoicismo, consagración, voluntad y solidaridad de miles y miles de mujeres y hombres de todos los sectores, estudiantes universitarios, agricultores, miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior.
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Y mientras acontece el día a día en calles, avenidas, plazas, urbes barrios y zonas rurales, sigue siendo imperativo el más estricto cumplimiento de las normativas sanitarias establecidas por el Ministerio de Salud Pública y los gobiernos territoriales.
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Aun cuando el rápido avance de la vacunación resulte decisivo para ganarle terreno a la pandemia, disminuir su impacto negativo y continuar incrementando la aplicación del inmunógeno en la población en general incluida la pediátrica, la disciplina sigue siendo un valioso antídoto para cerrarle el paso al coronavirus.
Es algo que no por conocido deja de ser esencial por lo que significa para la protección de la vida individual y de quienes nos rodean.