Dos décadas han pasado desde aquel fatídico 11 de septiembre del 2001 en que el mundo cambió. No fue el primer atentado terrorista, ni estrenó el duelo como experiencia colectiva de una nación, pero el valor simbólico de los blancos cuidadosamente elegidos amplificó el impacto de un ataque medular y bien planificado.
El propósito de la acción fue quebrantar pilares fundamentales de la potencia imperialista, por ello golpearon símbolos del poder económico (Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York); militar (Pentágono en Virginia); y político (el avión siniestrado en Shanksville, Pensilvania, iba camino a Washington, posiblemente a la sede del Congreso).
“El golpe de Estado televisual”, como lo definió Ignacio Ramonet, tuvo también impactos en lo cultural, comunicacional, legal, ecológico, sicológico… y sobre la salud de las personas.
Desde entonces los espectáculos de Broadway nunca fueron lo mismo, se normalizó la desconfianza, se iniciaron guerras en las que han muerto cien veces más inocentes que el 11-S, se legalizó la tortura como “método de investigación”, y se promulgaron leyes y regulaciones que limitan los derechos de las personas. Hoy puede ser un castigo abordar un avión y la experiencia puede tener graves consecuencias si llevas un cortaúñas de llavero.
A pesar de ello, el mundo es cada vez más inseguro. Árabes y musulmanes ha sido demonizados como los grandes culpables del terrorismo, cuando en realidad son víctimas de un cisma cultural que, ambiciones mediante, pretende estigmatizar a tan noble y valiosa civilización.
El pasado 3 de septiembre el presidente Joe Biden cumplió una de sus promesas electorales (nos debe las vinculadas a Cuba). En su afán por “garantizar la transparencia sobre la desclasificación de documentos relacionados con los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001”, el mandatario firmó una orden ejecutiva que indica al Departamento de Justicia y a otras agencias gubernamentales revisar los archivos de la investigación realizada por el FBI para que, en seis meses, el fiscal general Merrick Garland publique lo que no sea estrictamente secreto.
Se espera que algunos destellos de verdad emerjan de entre tanta papelería, sobre todo acerca del ataque al Pentágono del que tan poco se sabe, y de las grietas en los sistemas de seguridad y de inteligencia aprovechados por el grupo terrorista para ejecutar un operativo de semejante magnitud.
En sus sueños de grandeza, el gobierno estadounidense encabezado por Biden hubiera deseado conmemorar este 20 aniversario con una retirada hollywoodense de Afganistán. La soberbia les jugó en contra.
Su predecesor, el republicano Donald Trump, había acordado con los talibanes que el repliegue total de las tropas tendría lugar en abril del 2021, pero Biden propuso posponerlo hasta septiembre. Con ello pretendía maquillar, al menos frente a las cámaras, la imagen de una victoria que en Afganistán era pasado.
La jugada desató una ofensiva militar talibana que en apenas unos meses les llevó hasta la mismísima sede del gobierno en Kabul.
El presidente afgano huido, el ascenso al poder de la más rígida y misógina aplicación de la sharía islámica, y la retirada desordenada de las tropas estadounidenses, abandonando sobre el terreno a compatriotas y colaboradores, se han convertido en el peor de los escenarios para recordar el 11-S.
En lo que parecería un intento por desviar la atención de lo que ocurre en la cuna del al-Qaeda, el Departamento de Defensa ha confirmado que el pasado martes 7 de septiembre, luego de más de un año de receso por la pandemia de la COVID-19, se reabrieron las audiencias previas para enjuiciar a cinco presuntos culpables del 11-S.
Luego de sobrevivir a torturas en prisiones ilegales de la CIA, los encausados fueron traslados a la prisión de alta seguridad de Guantánamo. Se les imputa conspirar, cometer asesinatos, violar la ley de guerra, atacar a civiles y de ejercer el terror. De ser condenados, enfrentarían la pena de muerte, pero muchos dudan que la justicia finalmente llegue a ellos y sus víctimas.
Luces sobre el espanto
La papelería resultante de las investigaciones que han profundizado las causas y consecuencias del 11-S es infinita. No obstante, intentaremos exponer algunas de las luces que el tiempo y las indagaciones han dejado sobre el espanto y el horror.
El 11 de septiembre de 2001 dos Boeing 767 se estrellaron contra los edificios más altos de Nueva York, las Torres Gemelas, el World Trade Center (WTC). Eran 110 pisos con un diseño de ingeniería estándar para su época (década de los 60). Cada uno poseía un núcleo vertical de acero y hormigón, que albergaba ascensores y escaleras.
Al momento de ser inauguradas, presumían de resistir “hasta el impacto de un Boeing 707”, la aeronave comercial más grande de aquel momento, modelo superado posteriormente por el 767, el elegido por los atacantes.
Mucho se especuló acerca de las causas reales del colapso de ambas edificaciones. Investigaciones realizadas por separado en el 2002 por el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y en el 2008 por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) coincidieron en que el derrumbe fue consecuencia de la combinación de dos factores: el severo daño estructural que causó el impacto de los aviones y el incendio que se expandió progresivamente a los pisos inferiores.
El choque de las aeronaves contra las torres averió profundamente las columnas de acero que las sostenían y desprendió el aislamiento contraincendios que lo recubría. Ese daño estructural abrió camino a las llamas, que a su vez causaban más daño estructural. Las temperaturas alcanzaron los mil °C, por lo que los cristales de las ventanas se dilataron y saltaron en pedazos, facilitando así la entrada del oxígeno que sirvió de alimento al fuego.
Los aviones estuvieron poco tiempo en el aire por lo que sus reservas de combustible estaban casi intactas (unos 10 mil galones). Gran parte se quemó durante la bola de fuego que se formó en el momento del impacto, pero el resto se derramó a los pisos inferiores de las torres y contribuyó a propagar las llamas.
La nube de polvo y contaminantes que resultó del colapso de las torres se esparció por varios kilómetros. El fuego entre los escombros siguió ardiendo durante 100 días, pero el Gobierno y las empresas llamaron a regresar a la vida normal lo antes posible. Muchos de los que trabajaron inmediatamente después de la tragedia han sufrido secuelas sanitarias. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) afirman que unas 400 mil personas fueron expuestas a tóxicos o sufrieron lesiones y traumas.
El 11 de septiembre tuvo un impacto profundo en la vida de las personas. La sensación de inseguridad creció, al igual que se acentuó la percepción del fin del mundo. Algunos expertos afirman que disminuyeron los divorcios y aumentaron las relaciones sexuales, e interpretan tales conductas como expresiones de cuánto los seres humanos alteraron sus prioridades y su manera de ver el mundo. Una reciente encuesta realizada por CNN concluyó que el 57% de los estadounidenses reconoce que los ataques afectaron la forma en que viven hoy, mientras que el 68% considera menguados sus derechos y libertades individuales luego del suceso.
Recuento
En el ataque terrorista al World Trade Center (WTC) murieron 2 mil 753 personas. Entre el 75 % y el 80 % eran hombres. Se estima que entre 50 y 200 personas saltaron o cayeron de ambas torres. Entre los fallecidos, 343 eran bomberos de Nueva York, 23 eran policías de la ciudad y 37 eran agentes de la Autoridad Portuaria.
El vuelo 77 de American Airlines se estrelló contra la fachada oeste, de concreto reforzado, del Pentágono, cuartel general del departamento de Defensa situado en Arlington, Virginia. Viajaban 59 pasajeros y tripulantes, además de 5 secuestradores, aunque el número total de víctimas reportadas fue de 184 personas.
El cuarto avión secuestrado (vuelo 93 de United Airlines) cayó cerca de Shanksville, Pensilvania, ocasionó la muerte de 40 pasajeros, incluidos la tripulación y los 4 terroristas. Según la reconstrucción de los hechos realizada a partir de las llamadas telefónicas realizadas desde el avión, fue la intervención de los pasajeros lo que impidió se cumpliera el plan de hacer explotar la nave en los predios de Washington DC, probablemente contra el Capitolio o la Casa Blanca.
El 11 de septiembre del 2001 perecieron un total de 2 mil 977 personas, otras 24 permanecen desaparecidas. Veinte años después, apenas han podido identificarse los restos de algo más del 60 % de las víctimas.
¿Sobrevivientes por qué tiempo?
A las muertes ocurridas como consecuencia directa de los atentados hay que sumar al menos decenas de miles de víctimas indirectas. Documentados están dos mil 448 decesos por haber inhalado el humo tóxico que cubrió todo Manhattan durante las semanas en las que ardieron restos del combustible, el mercurio, el amianto y otras sustancias.
A fines de junio del 2019, más de 21 mil sobrevivientes se habían registrado en el programa federal de salud WTC Health Program, dos veces más que en junio de 2016. De ellos, cerca de 4 mil fueron diagnosticados con cáncer, sobre todo de próstata, seno o piel. Se espera que los casos de enfermedades graves en personas expuestas continuarán aumentando a raíz del envejecimiento y la naturaleza de ciertos tumores que, como el de pulmón o el mesotelioma, demoran de 20 a 30 años en desarrollarse.
Algunas víctimas y sus familiares han lamentado que las autoridades no actuaran entonces con mayor responsabilidad y advirtieran del peligro de entrar en la zona de la catástrofe. La prioridad era que “la ciudad regresase a la normalidad, que la Bolsa de Nueva York reabriera al cabo de varios días”, pero “nunca nos dijeron que algo podía pasarle a la gente”, denunció Jaquelin Febrillet, quien a los 26 años trabajaba a dos cuadras de las Torres Gemelas. Quince años más tarde, fue diagnosticada con un cáncer metastásico.
Los culpables
Activistas de Derechos Humanos han denunciado que tras el 11-S los derechos civiles, especialmente de los musulmanes, quedaron notablemente restringidos. Cifras oficiales reconocen que, apelando al Alien Registration Act, de 1940, y a la resolución conjunta (107-40) titulada Autorización para el uso de Fuerza militar, aprobada por el Senado y el Congreso el 14 de septiembre del 2001, se registraron las huellas dactilares de al menos 80 mil árabes y musulmanes, interrogaron a cerca de 8 mil y encarcelaron a más de 5 mil extranjeros.
No obstante, desde el primer momento, el nombre más mentado fue el del saudí Osama Bin Laden, líder del grupo terrorista supranacional al-Qaeda. En octubre el Gobierno difundió un video donde se le veía ufano y desafiante en una cueva. Llevaba uniforme militar, armas y turbante. Analistas del discurso han reconocido que su imagen y lenguaje en este tipo de audiovisuales, que más tarde se hicieron frecuentes, estaban cargados de referentes culturales que solo los musulmanes podían decodificar desde el primer momento.
El líder vestía túnica en referencia a Mahoma, ayunaba los mismos días que el profeta, y replicaba sus poses y posturas. Grabarse dentro de una cueva no significaba estar errante, huido, o en la pobreza, como entendieron los occidentales, sino una referencia a ese lugar sagrado que ofrece la tierra a los musulmanes. Los estadounidenses y sus aliados subestimaron a al Qaeda por razones culturales, no vieron venir el nivel de organización y la capacidad de reclutamiento y lucha que han demostrado hasta nuestros días.
Bin Laden murió el dos de mayo del 2011 en una operación secreta de tropas especiales de EE. UU. en Pakistán. Se dice que el cadáver fue lanzado al mar.
A pesar de que Osama robó la atención de los medios, la Comisión que investigó los ataques del 11-S asegura que el autor intelectual fue el kuwaití Jalid Sheij Mohammed, KSM, como se le conoce. Estudió en EE. UU. y en la década de 1980 luchó en Afganistán. Se le ha vinculado al atentado con bomba de 1993 contra el World Trade Center, y a un complot para estrellar aviones sobre el Pacífico en 1995.
En 2003 fue localizado y arrestado en Pakistán. La CIA lo condujo a una de las prisiones ilegales donde utilizaban “técnicas mejoradas de interrogatorio”, entre ellas el waterboarding (descrito como casi ahogamiento) que le fue aplicada al menos 183 veces. Según su abogado defensor, también fue sometido a rehidratación rectal, posturas de estrés, privación del sueño, desnudez forzada y amenazas de que matarían a sus hijos. Bajo esas condiciones confesó múltiples complots que más tarde fueron desmentidos por una investigación de inteligencia encargada por el Senado.
Como otros presos considerados de “alto valor”, fue trasladado en 2006 a la prisión de alta seguridad ubicada en la Base Naval que EE. UU. ocupa ilegalmente en la bahía de Guantánamo. Aún no ha enfrentado a la justicia y expertos han reconocido que el proceso podría demorar al menos otros 20 años.
Entre los detenidos en Guantánamo se encuentran además Ammar al Baluchi, Walid bin Attash, Ramzi bin al Shibh y Mustafa al Hawsawi.
● Ammar al Baluchi nació en Paquistán en 1977. Fue apresado en abril del 2003 en Karachi. Según el Informe de Tortura del Comité de Inteligencia del Senado, pasó unos mil 180 días bajo custodia de la CIA. En septiembre del 2006 fue trasladado a Guantánamo. De acuerdo con la investigación, fue uno los proveedores económicos de los 19 atacantes, a quienes compró boletos de avión, cheques de viaje y reservas de hotel.
● Walid bin Attash, de origen yemenita, nacido en 1978, fue también arrestado en abril del 2003 en Karachi. Estuvo casi tres años bajo custodia de la CIA, antes de ser trasladado en 2006. Fue guardaespaldas de Bin Laden. Está acusado de seleccionar y ayudar a entrenar a varios de los secuestradores del 11-S.
● Ramzi bin al Shibh, de origen yemenita, nacido en 1972. Está acusado de ser un facilitador clave para los ataques. Fue arrestado en el 2002 durante un tiroteo en Karachi. Permaneció en un centro secreto de detención hasta septiembre de 2006.
● Mustafa al Hawsawi, de origen saudita, nacido en 1968. Se le acusa de ser uno de los facilitadores financieros de los ataques a pesar de un cable de la CIA en el que funcionarios de la agencia ponen en duda esa información. El Informe de Tortura explica que fue arrestado en marzo del 2003 y que pasó unos mil 260 días bajo custodia de la CIA antes de ser trasladado a Guantánamo en 2006.
Conmemoración 20 años después
Con un ritual de luces campanas, discursos y flores honran cada año la memoria de las víctimas. Los centros de culto inician sus liturgias justo a las 8:46 a.m. Las fachadas de los alrededores de la llamada zona cero en Nueva York se iluminan de azul celeste y el espectáculo (anual) Tribute to Light, en el bajo Manhattan, proyecta dos rayos de luz de hasta cuatro millas hacia el cielo en alegoría a las Torres Gemelas.
Pero más allá de ceremonias y retóricas discursivas, la fecha permanece como un desafío, un llamado a la paz y al entendimiento humano. El 11-S nos dice que a pesar de estar más vigilados y controlados, la amenaza sigue ahí pues no se ha actuado sobre las causas.
Este año el presidente de entonces y hasta el 2009, George W Bush, ofreció un discurso en Shanksville, Pensilvania, donde se estrelló el cuarto vuelo secuestrado: “Hace veinte años, todos descubrimos, de diferentes maneras, en diferentes lugares, pero todos en el mismo momento, que nuestras vidas cambiarían para siempre”, dijo.
El exmandatario demostró, una vez más, que la vocación belicista del Gobierno de Estados Unidos lo convierte más en parte del problema que de las soluciones. Este sábado insistió en que hay “poca superposición cultural entre los extremistas violentos en el extranjero y los extremistas violentos en el país (…) Son hijos del mismo espíritu inmundo y es nuestro deber permanente enfrentarlos”.
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11 de septiembre de 2001
– 8:46 am: El vuelo 11 de American Airlines (Boston – Los Ángeles) impactó la torre norte del World Trade Center (WTC), en Manhattan, ciudad de Nueva York.
– 9:03 am: El vuelo 175 de United Airlines (Boston – Los Ángeles) impactó la torre sur del WTC.
– 9:37 am: El vuelo 77 de American Airlines (Dulles, Virginia – Los Ángeles) impactó el edificio del Pentágono en Washington.
– 9:59 am: La torre sur del WTC se derrumba en unos 10 segundos.
– 10:03 am: El vuelo 93 de United Airlines (Newark, Nueva Jersey – a San Francisco) se estrella en un campo cerca de Shanksville, Pensilvania.
– 10:28 am: La torre norte del WTC se derrumba. El tiempo entre el primer ataque y el colapso de ambas torres del World Trade Center es de 102 minutos.
En el último discurso del día, el presidente George W Bush acusa directamente a al-Qaeda: “Los estadounidenses se preguntan ¿Quién atacó nuestro país? La evidencia que hemos reunido nos lleva hacia un conjunto de organizaciones terroristas afiliadas en una red conocida como al-Qaeda. A ella pertenecen algunos de los asesinos acusados de bombardear las embajadas de Estados Unidos en Tanzania y Kenia, y los responsables de bombardear el USS Cole. Al Qaeda es al terror lo que la mafia es al crimen”.
14 de septiembre del 2001: decretan emergencia nacional.
El presidente George W. Bush (2001-2009) emitió la orden 7463 mediante la cual decretó emergencia nacional, estatus que otorgaba al Ejecutivo poderes extraordinarios para incrementar activos en las Fuerzas Armadas, convocar a oficiales retirados y de paso, amparar la presencia militar en 135 países. El decreto ha sido renovado anualmente por los mandatarios Barack Obama (2009- 2017), Donald Trump (2017 – 2021) y, muy recientemente, por Joe Biden (2021-…).
7 de octubre del 2001: comienza el bombardeo a Afganistán.
EE. UU. y la coalición antiterrorista inician la Operación Libertad Duradera, bombardean instalaciones de los talibanes y de al-Qaeda en Afganistán. Los objetivos incluyen Kabul, Kandahar y Jalalabad. Destruyen la defensa aérea de las fuerzas hostiles y su pequeña flota de aviones de combate. Los talibanes se niegan a entregar a Bin Laden quien asegura que “Estados Unidos no volverá a estar seguro”, según mensaje emitido por Al Jazeera.
26 de octubre del 2001: El presidente Bush promulga la Ley Patriota.
Días antes la iniciativa había contado con abrumador respaldo en la Cámara de Representantes y el Senado estadounidense. La nueva legislación federal amplió los recursos del Estado para vigilar y controlar a los ciudadanos, dotó a las agencias de seguridad de amplios poderes para la vigilancia y coordinación en supuestos casos de terrorismo. Estableció nuevas figuras delictivas y endureció las sanciones. Autorizó al Gobierno a escuchar conversaciones telefónicas privadas, entrar en domicilios sin previo aviso, y encarcelar por tiempo ilimitado y sin pruebas a presuntos terroristas. La Ley Patriota fue enmendada en marzo del 2005 y reemplazada el 2 de junio del 2015 por la USA Freedom Act que, entre otras modificaciones, retiró a la NSA la capacidad de almacenar datos de las llamadas telefónicas y dejó esa información en manos de compañías telefónicas, a la cual se puede acceder previa autorización judicial. Varios fallos judiciales han declarado que esta ley es inconstitucional por violar los derechos y garantías de la Constitución de los Estados Unidos de América.
13 de noviembre del 2001: Victoria en Kabul.
El grupo de rebeldes Alianza del Norte, respaldados por la coalición lidereada por EE. UU., entró en Kabul luego del repliegue de las fuerzas talibanes. El Gobierno de Bush, eufórico, se anota la victoria.
19 de noviembre del 2001: Crean Administración de Seguridad del Transporte (TSA)
Se promulga la Ley de Seguridad de la Aviación y el Transporte, que instituye la Administración de Seguridad del Transporte (TSA), agencia federal que impuso restricciones y ajustes sistémicos y tecnológicos a la transportación que muy pronto se extendieron al resto del mundo. De ahí se derivan, por ejemplo, la prohibición a los pasajeros de portar encendedores, elementos cortopunzantes, aerosoles y líquidos. Las nuevas regulaciones agravaron el impacto sicológico de las espeluznantes imágenes del 11-S, por lo que muchas personas rechazaron montar aviones, conducta que ocasionó la caída en las utilidades netas de las aerolíneas en 9,1 billones de dólares. Los pequeños competidores desaparecieron. Cuatro empresas controlan casi el 80 % del mercado aéreo estadounidense, y enfrentan hoy una crisis aún más severa que la del 2001, la de la pandemia de la Covid-19: de los 8,9 millones de viajeros promedio que tenían. En el 2020 solo les quedaron unos 5,5 millones.
13 de diciembre de 2001: difunden video de Bin Laden.
Mirando fijo a la cámara, Osama bin Laden se responsabiliza por los ataques del 11-S, reconoce que “La jornada del martes 11 de septiembre en Nueva York y Washington está muy bien en todos los niveles. Sus repercusiones no han terminado. (…) Los valores de la civilización occidental bajo el liderazgo de América han sido destruidos. Esas torres simbólicas impresionantes que hablan de la libertad, los derechos humanos, y de la humanidad han sido destruidas. Se han convertido en humo”.
18 de diciembre de 2001: designan el 11-S como Día del patriota.
Diciembre de 2001 al 15 de junio de 2004: Compensación a las víctimas
El Fondo de Compensación de Víctimas de EE. UU. comenzó a procesar reclamos por muerte y lesiones realizados por familiares y sobrevivientes. El plazo para solicitar indemnizaciones fue hasta el 22 de diciembre de 2003. Recibió 7 mil 408 solicitudes y concedió indemnizaciones a 5 mil 560.
24 de mayo de 2007: Crece número de víctimas por homicidio
El médico forense jefe de Nueva York, el doctor Charles S. Hirsch, dictamina que la muerte en 2002 de Felicia Dunn-Jones, está directamente relacionada con el ataque del 11-S y por lo tanto es un homicidio. Dictámenes similares recibieron otros sobrevivientes y trabajadores expuestos al polvo tóxico que quedó luego del colapso de las torres.
2 de enero de 2011: Amplían fondo federal para compensaciones
El presidente Barack Obama firma la Ley James Zadroga de Salud y Compensación del 11-S de 2010, que permitió reabrir y ampliar el alcance del Fondo de Compensación para Víctimas. A fines de julio del 2019, el entonces presidente Donald Trump ratificó una ley que postergó de 2020 a 2090 la fecha límite para presentar demandas ante ese fondo federal, el cual debe ser regularmente refinanciado pues su presupuesto inicial de 7 mil 300 millones de dólares había quedado agotado. Más de 40 mil personas han recibido bonificaciones por un total de más de $ 8,95 mil millones en compensación. Como promedio, los enfermos reciben una indemnización de 240 mil dólares; mientras que a los familiares de los fallecidos se le pueden otorgar 682 mil dólares.
10 de mayo de 2014: Reubican restos de víctimas no identificadas
Unos 22 mil restos humanos no identificados fueron devueltos al sitio del World Trade Center, donde se guardarán en un depósito bajo jurisdicción de la Oficina del Médico Forense Jefe de la Ciudad de Nueva York. Allí continúan las labores de identificación de las víctimas. Tras meses sin noticias, este viernes 10 de septiembre se supo que el cotejo y comparación de ADN ofreció dos nuevos nombres.
15 de mayo del 2014: Inauguran el Museo Nacional y Memorial 11-S
Con la presencia del presidente Barack Obama fue inaugurado el Museo Nacional y Memorial 11-S, que alberga más de 10 mil objetos. Construido en el mismo lugar donde se elevaban las Torres Gemelas, muy cerca del memorial permanente abierto en el 2011, exhibe exposiciones permanentes como In Memoriam (En memoria) que incluye el nombre de las 2 mil 983 primeras víctimas. Las cuatro paredes de esa sala están cubiertas, del piso al techo, con los rostros de aquellas personas provenientes de 90 países y cuyas edades oscilaban entre 2 y 85. Otra de las instalaciones es la llamada Escaleras de los Sobrevivientes, por las que cientos de personas lograron escapar.
En 6424 de Lincoln Highway, en Stoystown, Pensilvania, también se ha levantado el Monumento Nacional al Vuelo 93, donde cada 11 de septiembre se realiza una ceremonia que comienza a las 9:45 a.m. A las 10:03 a.m., hora exacta en que se estrelló el avión, leen los nombres de los pasajeros y miembros de la tripulación, tocan las Campanas del recuerdo y colocan una corona en el Muro de los Nombres.
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