El 30 de agosto de 1956 llegaba al aeropuerto de La Habana René Anillo, quien trasladaba oculto en sus zapatos un documento trascendental discutido inmediatamente en el seno de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), el que, al darse a conocer a la prensa, produjo un gran impacto.
Se trataba de la Carta de México, firmada el 29 de agosto por Fidel Castro Ruz y José Antonio Echeverría, mediante la cual la FEU y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio se comprometieron a “unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución Cubana”.
Este hecho era la culminación de sucesivos intercambios entre los dirigentes de ambas organizaciones. Como narró Juan Nuiry, “entre Fidel y José Antonio existía una plena identificación. Cuando Fidel Castro salió de la prisión el 15 de mayo de 1955, en los 53 días que permaneció en La Habana, mantuvo constantes encuentros con José Antonio y el ejecutivo de la FEU”.
Esta comunidad de ideales la demostró públicamente Echeverría el 19 de noviembre de ese año cuando la Sociedad de Amigos de la República convocó a los representantes de los partidos políticos para un acto en el muelle de Luz, transmitido por la radio y la televisión, con el objetivo de buscar una solución “amigable” para la situación que vivía el país.
En ese escenario, Echeverría, que asistió como invitado, denunció con valentía los crímenes del Moncada y manifestó la decisión de lucha de lo mejor de la juventud cubana, actitud que fue secundada desde el público por los gritos de ¡Revolución, revolución! de sus compañeros.
Otra muestra de esa coincidencia fueron las declaraciones del líder estudiantil para la revista Bohemia, cuando a inicios de año expresó: “El próximo 1956 será el de la total liberación de Cuba. Al decir esto ni imito ni declamo, tal vez coincida”. El 24 de febrero dio a conocer públicamente, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, la creación del Directorio Revolucionario; y el 13 de julio fue reelegido como presidente de la FEU.
El encuentro de Fidel y José Antonio se produjo, según René Anillo, quien lo acompañó en aquel momento, a las 9:00 p.m. del 28 de agosto de 1956, en el apartamento de Jesús Montané y Melba Hernández, en los bajos del edificio ubicado en la calle Pachuca, esquina a Márquez, en Ciudad de México. Permanecieron allí toda la noche y al día siguiente, en otra vivienda, continuaron perfilando el documento que mecanografiado y firmado fue traído a La Habana.
El contenido de la Carta de México no dejaba dudas de la posición conjunta de la FEU y del MR 26 de Julio, que hacían suya “la consigna de unir a todas las fuerzas revolucionarias, morales y cívicas del país, a los estudiantes, los obreros, las organizaciones juveniles y a todos los hombres dignos de Cuba, para que secunden en esta lucha, que está firmada con la decisión de morir o triunfar”.
Agregaba que “enfrentada ya la Revolución en una lucha a muerte contra la tiranía, la victoria será de los que luchamos asistidos por la historia”. Y finalizaba afirmando que “la Revolución llegará al poder libre de compromisos e intereses, para servir a Cuba en un programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes justas y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos, sin odios mezquinos para nadie, y los que la dirigimos, dispuestos a poner por delante el sacrificio de nuestras vidas, en prenda de nuestras limpias intenciones”.
La Carta de México representó la fuerza de la unidad frente a la división, de la dignidad ante la claudicación de los partidos políticos tradicionales y la adopción de la única salida: la insurrección, continuadora de la batalla inconclusa de los libertadores.