En enero del 2018 nuestra periodista Leydis Hernández Mitjans entrevistó al doctor Raúl Candebat Candebat, condecorado pocos meses antes como Héroe del Trabajo de la República de Cuba. La víspera supimos que Candebat había fallecido. Sirva de merecido homenaje la publicación de la citada entrevista.
0o0
A pesar del intenso ajetreo en el Vedado capitalino por los días finales del año recién concluido, el doctor Raúl Candebat Candebat está sentado en uno de los butacones de la sala de su casa, con la voluntad de hacer algo que no se le da bien: hablar sobre el largo camino que lo llevó a convertirse en uno de los mejores ortopédicos de Cuba.
Con las piernas cruzadas, la espalda erguida y discretos movimientos, como si pensara cada palabra antes de pronunciarla, comienza a recordar sus primeros pasos y los diversos paisajes de su Santiago de Cuba, donde nació hace ya más de ocho décadas de vida.
“Soy de un pueblito cerca de la estribación de la Sierra Maestra, y recuerdo que en días muy claros se podían ver las montañas más distantes”; un hermoso horizonte que —reconoce— a ratos extraña.
Desde aquella época parecía que el camino del joven Candebat se hallaba trazado. Su tío materno era un médico de cierto prestigio, “muy querido entre los pobres”. Su padre fue un técnico dental a quien las carencias económicas le imposibilitaron concluir la graduación de bachiller y estudiar Medicina. “Además, a mi madre le gustaba que yo fuera médico”. No obstante, él se resistió a lo inevitable y en septiembre del año 1955 llegó a la capital para optar por la ingeniería.
Un largo camino
“Comencé por embullo, pero a los pocos meses me cambié de carrera. No te imaginas los sinsabores en el proceso de traslado, fue terrible”, afirma, como quien vuelve a vivir aquella odisea.
Apenas pudo examinar dos o tres asignaturas. La Universidad de La Habana cerraba sus puertas en 1956 y solo con el triunfo de la Revolución recibió nuevamente a sus discípulos.
De vuelta, en la Facultad de Medicina, Candebat empezó a trazar su futuro, pensando en “estudiar Pediatría, que era lo que me gustaba en un inicio”. Pero, una vez más, las cosas no saldrían de la manera en que él las había planificado.
“Después del primero de enero de 1959 el país sufrió un éxodo masivo de profesionales de la medicina. Fue un momento muy difícil, el hospital ortopédico, hoy Fructuoso Rodríguez, se había quedado sin especialistas y el profesor Julio Martínez Páez solicitó apoyo para formar expertos en Cirugía Ortopédica y Traumatología, a partir de alumnos que fueran a cursar el sexto año de la carrera de Medicina por la vía directa”.
Unos pocos respondieron al llamado, entre ellos Raúl Candebat Candebat, quien en el año 1964 obtuvo su título, en acto celebrado en la Central de Trabajadores de Cuba, donde participó el Comandante en Jefe.
El médico
“Mi primera experiencia fue en el hospital Saturnino Lora, de Santiago de Cuba. Allí intenté dar lo mejor de mí y aprender de todo y de todos”.
Una llamada interrumpió su estancia en ese centro. A mediados del año 1965 Fidel se reuniría en La Habana con él y otros médicos: “Íbamos a participar en una misión, pero no teníamos detalles, ni siquiera sabíamos quién sería nuestro jefe”.
Después de una larga travesía, casi siempre por países y parajes inhóspitos, llegaron al Congo. “Fue un impacto tremendo cuando vimos al Che y supimos que sería el jefe”, comenta.
De regreso a Cuba prosiguió con su labor médica y en 1971 se graduó de especialista en Ortopedia, con una tesis acerca de la osteoartritis de cadera. Años después sería vicedirector en el Complejo Científico Ortopédico Internacional Frank País, en La Habana.
Durante ese período también asistió a proyectos de superación relacionados con los padecimientos de columna y cadera, en la Universidad italiana de La Sapienza; y donde adquirió las habilidades que poco a poco lo convertirían en uno de los ortopédicos de más renombre en la nación.
El lugar definitivo
El 3 de diciembre de 1982 quedó inaugurado el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras. El doctor Candebat fue el encargado de abrir el Servicio de Ortopedia, que comenzó a funcionar unos meses antes de la apertura oficial del centro; y, de incorporar los procedimientos quirúrgicos en el año 1983.
“Fueron ciclos de mucho trabajo, sacrificio y entrega, pues introdujimos técnicas y procedimientos que en Cuba eran poco conocidos o no estaban popularizados. Nos empeñamos en prestar un servicio que se correspondiera con aquellas palabras de Fidel en que afirmaba que esta era una institución especial, un hospital que no se parece ni se va a parecer a los demás hospitales del país”.
La crisis económica de principios de los 90 afectó todas las esferas de la nación. Fue un período muy complejo en el que Candebat, junto a su equipo de trabajo, encontró alternativas. “No teníamos instrumentos para estabilizar la columna, y yo ideé, con la colaboración de mi grupo de trabajo, un dispositivo que fue muy útil en ese sentido y que hoy tenemos patentado”, refiere con un tono más bajo, como si quisiera que nadie lo escuchara.
Procedimientos como la corpectomía vertebral, la osteofitectomía, la vertebrectomía en pacientes que sufren de cáncer y presentan tumor espinal y epidural por metástasis, entre muchos otros, se realizan actualmente en el Hospital Ameijeiras.
No es posible hablar del desarrollo de la ortopedia en Cuba sin sus aportes, y la contribución, tanto práctica como docente, del Servicio de Ortopedia de esta entidad.
Así son los héroes
Con más de 50 años de experiencia como ortopédico, no ha perdido el temor de pararse frente a un quirófano, porque entiende el valor de la vida de los otros.
“A mí me gusta la ortopedia completa, pero lo que más he hecho son procedimientos de cadera y columna, los cuales son muy demandantes y requieren de mucha concentración y cuidado con los detalles”, explica.
Candebat prefiere no hablar de un caso en particular, “porque todos son importantes y en cada uno el médico debe colocar el máximo de sus conocimientos y energías”.
Pero sus pacientes, a los que alivió el dolor, les devolvió la movilidad o mejoró la calidad de vida, lo reconocen como la persona “que no se da por vencida”.
Incontables son los premios y reconocimientos que el doctor ha recibido a lo largo de su trayectoria. Pero el pasado año le fue entregado el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, la máxima distinción que otorga el Estado cubano a quienes han tenido una relevante vida laboral.
Más allá de los galardones obtenidos por este médico brillante está la persona que se conduce por la vida con humildad, que habla de “nosotros” y no de “yo”, que siente orgullo de sus orígenes, respeto por su equipo de trabajo y agradecimiento a otras especialidades que le auxilian en estos quehaceres laborales, no poco complejos. Son detalles que hacen de un gran hombre, un héroe.
Entrevista publicada originalmente el publicada el
Honor a quien honor merece, sentenció el maestro.
Gloria eterna y que en paz descanse este grande de la salud y de la vida; porque además de ser uno de los mejores y más reconocidos médicos ortopédicos, también fue una de las mejores personas que he conocido.
Su grandeza como profesional jamás le limitaron para mantener esa gran sencillez, humildad y sentido humanitario y familiar que lo caracterizaron en sus relaciones con las personas, las conociera o no.
Por eso ha dejado tanto vacío en todos y todas quienes le conocimos.
Otra vez, que descanse en paz, querido héroe, doctor.