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Corazón y manos

Si se le pone corazón a Cuba, pero no todas las manos trabajan duro en la prevención, la protección y el control durante el combate del día a día, la vida deja de palpitar ante la agresiva COVID-19.

Roberto Raúl, sindicalista avileño devenido socorrista en tiempos de pandemia. Foto: José Luis Martínez Alejo

Con tal convicción enfrenta el complejo panorama sanitario de su pueblo, el avileño Roberto Raúl Gil Pérez, quien renunció a las vacaciones en esta atípica etapa veraniega para situarse en la primera fila en el enfrentamiento a la pandemia.

Ahora el joven de 31 años de edad maneja botellones. Sabe que el oxígeno tuvo síntomas de agotamiento y quiere ser él uno de los primeros en manipular con precisión los cilindros en el hospital provincial Doctor Antonio Luaces Iraola, de Ciego de Ávila, institución que hace unos días registraba el mayor consumo de ese gas medicinal entre los centros de su tipo en el país.

«La tarea es ardua, pero no imposible para oxigenar a los pacientes y socorrerlos en otras vitales atenciones. Realmente, nunca habíamos tenido similar contingencia epidemiológica», afirma quien es el representante de la Brigada Sanitaria Socialista Lázaro Peña González, abanderada recientemente en el territorio, por la Central de Trabajadores de Cuba.

«El grupo está integrado por 50 sindicalistas y trabajadores afiliados a 15 sindicatos, quienes trabajamos entre 8 y 12 horas diarias en las labores que hagamos falta, aunque hoy nos desempeñamos como pantristas, mensajeros, auxiliares de limpieza y yo en el oxígeno, gestiones con las que contribuimos a disminuir la falta de personal de servicios aquí», explica Roberto.

No es la primera vez que este joven se le encara al virus.»Estuve en la zona roja del hospital Roberto Rodríguez, en Morón, recorrí todas las salas en calidad de jefe de apoyo a los servicios, ese fogueo me preparó para resistir en esta larga batalla y en otras que me necesiten».

Tal vez Roberto Raúl estuviera hoy en la playa, pero este es un verano de avatares inusuales. Quizás compartiera en casa, junto a su esposa Roxana y sus padres Nelson y Olga, escuchando música y elaborando congris o arroz amarillo, sus platos predilectos desde que estudió la especialidad de cocina.

A lo mejor anduviera de recorrido por varias de las 23 secciones sindicales que atiende como miembro el Buró Provincial del Sindicato de Trabajadores de Industrias.

Mas, como el valeroso hombre afirmara: «Tenemos que enfrentar todos y con todo al coronavirus, hay que ponerle corazón y sumarles manos a Cuba en defensa de la vida».

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