El propósito de estas líneas no es hacer llover sobre lo mojado en el muy complejo tema de los precios y su alza desmedida que parece no tener punto final. Eso es como el pan de cada día, porque forma parte de la cotidianidad.
Lo más oportuno es reflexionar y señalar —así corresponde a la prensa— algunas aristas que pudieran influir para transitar por un camino menos escabroso. Y algunas de ellas las aquilaté en uno de los mejores intercambios de ideas a los que he asistido en mi vida profesional.
Lógicamente fueron criticados los precios excesivos, no solo los que establecen los trabajadores por cuenta propia, sino también los de entidades estatales, y los que fijan los revendedores, quienes andan a pululu, actúan con total impunidad y han crecido como la espuma, sobre todo después del surgimiento de las tiendas en MLC.
Señalaron un ejemplo muy claro. Una entidad cienfueguera fabrica un excelente gel antibacteriano, ideal para el enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19. Cuando lo pusieron en la red minorista de comercio su valor de venta fue —nada más y nada menos— de 130 pesos un frasco. Las críticas y protestas de la población surgieron de inmediato.
Entonces apareció el análisis adecuado, con la participación de productores, comercializadores, vendedores y, por supuesto, directivos y especialistas de la Dirección de Finanzas y Precios (DFP) en Cienfuegos. Se examinó la ficha de costo, la tasa de margen comercial, el aporte tributario…, y tras muchas valoraciones determinaron que era factible venderlo a 56 pesos, o sea, a 74 menos.
Sobre la base de ese ejemplo Glenia Cristina Díaz González, directora de la DFP en esa provincia, hizo una afirmación medular: “Los empresarios deben ejercer la función que les corresponde en cuanto a los precios”. Y argumentó que la descentralización precisa de gran responsabilidad, conocimientos y conciencia.
No obstante, lo que más me agradó del análisis fue su insistencia en que el establecimiento de los precios requiere de mucha sensibilidad. Entiendo que a la hora de determinarlo no debe actuarse de forma mecánica, sino sobre la base de esa facultad de los seres humanos de sentir como propios los asuntos y problemas de los demás.
Tengo la apreciación de que esa justa actitud ha estado y está bastante ausente, y que para hacerla tangible, como tanto se necesita, queda aún un largo trecho por recorrer, porque el conocimiento reflexivo de las cosas (acepción del vocablo conciencia) no siempre hace acto de presencia cuando de dinero y ganancias se trata.