Tokio.- Cada derrota duele y a unos Juegos Olímpicos se viene a competir no a pasear. Eso lo sabía Maylín del Toro, la judoca santiaguera que cayó en su segunda presentación por ippón ante la venezolana Anriquelis Barrios y al que al pasar por la zona mixta solo iba con su rostro cubierto de llanto sin poder declarar ni una palabra.
Para el periodista que busca la noticia, que desea escribir sobre un triunfo, este momento es tan desagradable como el propio revés del deportista. La diferencia estriba en que sobre ella cae el peso de años de entrenamiento, de sueños por cumplir, de privaciones personales y de un compromiso con su familia, sus amigos y su pueblo.
Maylín buscaba frente a la venezolana Barrios el pase a cuartos de final y a ponerse más cerca de una medalla olímpica en su debut en estas lides. El match entre ellas iba 3-2 favorable a la cubana, quien se había desquitado en los Juegos Panamericanos de Lima la derrota sufrida contra la sudamericana en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla.
Se conocían de sobra y Barrios ya no es ni siquiera una judoca de élite en América, es la quinta del orbe tras el último mundial. La orientación del entrenador Yordanis Arencibia fue que no se desplazara a favor de la manga de su rival porque podía definir el combate. Pero Maylín no cumplió esa orientación y dos wazaris, casi idénticos, la dejaron tendidas en el tatami del Nippon Budokan.
Ya ahí no contaba nada más. Ni la rápida victoria por ippón (técnica de inmovilización) frente a Muna Dahouk, del equipo de refugiados, en 38 segundos; ni el apoyo constante de sus compañeras Kaliema Antomarchi e Idalis Ortiz desde las gradas. Cerró los ojos y fue como mirarse por dentro, hasta el primer día en que decidió ponerse un judoguis para dar y recibir caídas e ippones.
A pesar de todo eso, pudiera parecer incomprensible que no tengamos hasta ahora el testimonio más nítido de quien vestida de blanco afrontó sus dos salidas y perdió la risa y el optimismo solo cuando no pudo evitar que otra técnica de cadera la venciera faltando menos de un minuto de pelea.
Sin embargo, lejos de justificaciones baratas, este periodista que escribe ahora mismo la entiende. Por varias razones: deportivas y humanas. Maylín hubiera reconocido su equivocación táctica y quizás hasta de rabia e impotencia le salieran palabras duras autocríticas, pero jamás hubiera podido responder por la posposición valiente que hizo de una operación en el tobillo con tal de vivir una alegría olímpica, una medalla tal vez.
La vergüenza de Maylín es esa, al menos la que conozco desde que fue medallista de bronce un mundial juvenil. Hoy escribir sobre su derrota duele a ella, a Cuba y también a este periodista, que la vio pasar y desde entonces no sabía cómo empezar esta nota.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.
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