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El autor intelectual de la respuesta al odio

En 1953 se celebraba en Cuba el año del Centenario de José Martí. Importantes sectores de la sociedad se adentraron en la vida del Apóstol, cuyos sentimientos entraron en el corazón de los adolescentes y jóvenes con una fuerza tremenda.

 

Obra de Alexis Gutiérrez Gelabert

A la atmósfera martiana de aquellos días, respirada en muchos sectores de la sociedad, con poemas, canciones, obras de la plástica, el teatro y la música, inspiradas en la vida y la obra y el pensamiento de Martí, se unía el hedor de los graves males del país con altos niveles de mortalidad infantil, desempleo, analfabetismo, discriminación y desigualdad sociales y supeditación creciente de los intereses nacionales a los del extranjero.

El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, al derogar la Constitución y cerró toda vía a una salida en el marco institucional y profundizó el deterioro político y moral del país.

En esas circunstancias, Martí resultaba subversivo y no quedaba a la juventud de entonces otra cosa decente que hacer que retomar el camino para culminar la obra y los sueños de los patriotas del 68 y del 95, interrumpidos por la intervención yanqui que siguió a la derrota de España. El 26 de julio de 1953 fue la respuesta consecuente de un grupo liderado por Fidel Castro que actuaron decididamente a pesar del reto enorme que ello implicaba.

“¿Cómo llevar a cabo la insurrección armada ─reflexionaría Fidel años después─ si la tiranía era todopoderosa, con sus medios modernos de guerra, el apoyo de Washington, el movimiento obrero fragmentado y su dirección oficial en manos de gángsters, vendida en cuerpo y alma a la clase explotadora, los partidos de opinión democrática y liberal desarticulados y sin guía, el Partido marxista aislado y reprimido, el maccarthismo en pleno apogeo ideológico, el pueblo sin un arma ni experiencia militar, las tradiciones de lucha armada distantes más de medio siglo y casi olvidadas, y el mito de que no se podía realizar una revolución contra el aparato militar constituido…?”

Los reclutados para las acciones fueron jóvenes patriotas abnegados, valientes y honestos, provenientes de las clases humildes y explotadas del pueblo, trabajadores de la ciudad y del campo, más algunos estudiantes y profesionales no contaminados por la politiquería ni el anticomunismo de entonces.

Aquel tirón de la historia se concretaría en el Programa del Moncada, expuesto por Fidel en su alegato de defensa en el juicio por los sucesos del 26 de Julio de 1953, convertido en propuesta para las soluciones definitivas y verdaderas que tendría en las masas populares la fuerza motriz de la revolución.

Con razón el líder, que de acusado se convirtió en acusador, señaló que Martí fue el autor intelectual de los asaltos, por “su ardiente patriotismo, su amor apasionado a la libertad, la dignidad y el decoro del hombre, su repudio al despotismo y su fe ilimitada en el pueblo, y porque en su prédica revolucionaria estaba el fundamento moral y la legitimidad histórica de nuestra acción armada”.

¿Qué incorporó el marxismo? Que el gobierno del Estado “moderno”, el mismo que el imperialismo ha querido infructuosamente resucitar en Cuba, no es más que “una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, y que “el curso revolucionario de las sociedades humanas tampoco es independiente de la acción del hombre, y que se estanca, se atrasa o avanza en la medida en que las clases revolucionarias y sus dirigentes se ajustan a las leyes que rigen sus destinos”.

Esta fecha gloriosa e inspiradora, nos encuentra hoy ante un examen profundo de la realidad de estos días. Si los combatientes tras el trágico revés en el Moncada y de Alegría de Pío de los expedicionarios del yate Granma, no fueron derrotados ni se apartaron de las ideas que los animaban, hoy más que nunca debemos reflexionar profundamente, en el plano individual y colectivo, para perfeccionar y acelerar el paso tras los acontecimientos recientes.

El compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer secretario del Comité Central del Partido, refiriéndose recientemente a la Estrategia económico-social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19, señaló la importancia de revisar los métodos y el estilo que utilizamos para hacerla cumplir, a partir del análisis autocrítico de lo que no hemos hecho bien, de la rectificación pendiente en un grupo de problemáticas y de la revisión profunda de nuestros errores para convertir en hechos concretos las denuncias sistemáticas sobre las trabas, la burocracia y las insensibilidades.

Alcanzar esto —añadió— implica la atención más directa y eficiente de nuestras instituciones a los planteamientos de la población; la respuesta clara y precisa; el concepto de que los ministerios y las instituciones estatales no pueden dar la espalda a los problemas de una comunidad, pero lograrlo implica que reanimemos nuestras formas de participación social, en función de lo cual debe estar el trabajo institucional y de las organizaciones de masas.

Y, sobre todo, cuánto más podremos hacer si articulamos los diálogos pendientes, rescatando la obra social, promoviendo mayor atención a sectores vulnerables, a los barrios, apoyados en la experiencia de la obra que nos legó el Comandante en Jefe, en años tan desafiantes como estos, agregó.

Precisamente Fidel, parafraseando a Lenin en una exposición televisada a principio de los años sesenta, acerca de conductas dañinas en las organizaciones políticas integradas, señaló que “nuestra seriedad de revolucionarios y de gobernantes se medirá por nuestra actitud ante nuestros propios errores”.

Esa ha sido una característica de la Revolución en su constante corrección y reflexión pública sobre las equivocaciones o las tendencias negativas, y así deberá ser siempre.

De parte de imperialismo no esperemos jamás una rectificación o excusa, y si lo hace bajo ciertas circunstancias, no hay confiabilidad alguna ni en su palabra ni en su firma.

Los ejecutores de la política estadounidense en la arena internacional son los que más se equivocan en sus pretensiones de dominar el planeta a su antojo, y ni siquiera se disculpan con los pueblos víctimas de sus crímenes y de la imposición de sus intereses; son groseros cínicos y mienten descaradamente.

Ahora han hecho de Cuba un blanco de acciones concertadas con la idea de crear las condiciones para una “intervención humanitaria”, según lo previsto en el manual de sus fuerzas armadas para la guerra no convencional, apoyándose las dificultades internas agravadas por la intensificación de su política de bloqueo y de las circunstancias derivadas de la pandemia de la Covid-19.

No es algo nuevo. A solo unos días del triunfo de la Revolución en 1959, desde Estados Unidos se articuló una campaña internacional dirigida a sembrar en el mundo la imagen de una Isla bajo un baño de sangre por la aplicación de la justicia a los más connotados asesinos de la tiranía. La respuesta fue la Operación Verdad.

Pronto se vería que era un intento desesperado por salvar al aparato represor que aseguraba los intereses norteamericanos, como hicieron al proporcionarles refugio seguro en la Florida a los que escaparon de los tribunales de justicia y al reclutarlos después para la invasión mercenaria por Playa Girón.

La Revolución Cubana en más de 60 años ha sabido enfrentar y hacer fracasar las agresiones del imperialismo, convertir los reveses en victorias, cambiar todo lo que debe ser cambiado, y explicar las políticas de implementación de las estrategias y objetivos en el camino del desarrollo económico y social del país en beneficio del pueblo.

La hazaña de los científicos cubanos que han logrado la soberanía en la creación y producción de vacunas contra la pandemia, sin renunciar a la colaboración y la solidaridad internacionalistas del personal de salud son motivo de admiración y reconocimiento en el mundo.

Inspirada en la clarinada del Moncada, con los jóvenes del Centenario comandados por Fidel, la nación emprendió una ruta llena de desafíos y transformaciones que, por su profundidad y amplitud, convirtieron a la Revolución Cubana en una de las más grandes de la historia universal, y en la esperanza de millones de hombres y mujeres en el planeta.

La arremetida de odio, venganza y mentiras desvergonzadas contra el alma cubana desplegada desde Estados Unidos, se contrapone con el amor a la patria expresado por José Martí cuanto alertó, horas antes de morir, la importancia de la independencia de Cuba para contener la pretensión expansionista del imperialismo sobre las naciones de Nuestra América.

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