Tokio.- Este 22 de julio festejamos el cuarto de siglo de uno de los hechos más recordados en la lucha cubana. El árbitro levantó la mano de Filiberto Azcuy, con licra roja y negra, e inmediatamente, entre la agitación del combate y la alegría del primer título para su delegación en los Juegos Olímpicos de Atlanta, el camagüeyano comenzó a dar volteretas sobre el colchón. Su rival, el finlandés Marko Assel, había sido el clásico hueso duro de roer, pero la victoria recayó en el antillano 3-2.
Por supuesto, la historia de esa corona del gladiador camagüeyano de 74 kilogramos iba impregnada de envidiable técnica, de la más depurada valentía en el estilo grecorromano, de los sabios conocimientos de un profesor como Pedro Val, de la fuerza de Azcuy para levantar a todos sus contrarios en la posición de cuatro puntos, y hasta del aché criollo que le hizo vestir de rojo y no de azul en la final vespertina de aquel lunes.
Cuatro años más tarde, un 27 de septiembre, repetiría el título en Sídney 2000, aunque en una división inferior (69 kg). Solo una decisión muy controvertida en Atenas 2004 le impidió avanzar hacia una tercera dorada en estas citas, a la que regresa precisamente ahora como entrenador de la selección cubana de lucha greco, específicamente de la joven promesa Gabriel Rosillo (97 kg)
Siempre dispuesto a dialogar, amante de la música y de los buenos consejos, Azcuy revisa el cassete de tantos recuerdos y encuentra rápido y especial lo vivido en Atlanta hace 25 años. “La novedad fue la primera vez que gané no la segunda, aunque también le tengo especial cariño porque todos los oros olímpicos son importantes y encierran mucho sacrificio. Además, rompí el hielo de la delegación en esos Juegos y jamás lo olvido”.
Intento sorprenderlo con un ataque de la cintura hacia arriba y el agramontino esquiva y contrataca. “Es la primera vez que vengo en función de entrenador. Tengo que esperar a ver qué se siente, aunque imagino que la motivación por ganar es más o menos la misma. Mi alumno está bien preparado, pero no quiero adelantar nada para que las cosas salgan bien”.
Aunque el oro de Atlanta fue el tercero de la lucha cubana a este nivel, es imposible hablar con Azcuy sin la posible hazaña a punto de escribir en Tokio por Mijaín López, con quien compartió vida de equipo hasta su retiro. “Nosotros tenemos una relación inmensa, de hermanos. Desde que llegó a la selección nacional estuvo siempre apegado a mi. En lo personal estoy esperando esa cuarta corona olímpica. Y no sé por lo que me dé en ese momento”, comentó.
Sobre las aspiraciones del resto de la tropa, Azcuy resaltó la excelente preparación realizada en Bulgaria, con buenas condiciones de alojamiento y enfrentamientos con varios equipos. “Esperamos dos títulos, pero también todas las medallas que puedan caer después de esas dos”.
Volvemos a las imágenes de Atlanta 1996 para buscar el luchador actual que más se le parezca a su forma de combatir. Sonríe y aclaró. “Son diferente etapas y tiempo de cambios en el sistema competitivo con dos jornadas por división, lo cual afecta mucho a los atletas. El alumno que tengo, Gabriel Rosillo, trabaja muy bien el cuatro puntos, al igual que Ismael Borrero y Luis Orta”.
¿Darás las mismas volteretas de Atlanta 1996 si alguno de ellos gana? “Han pasado 25 años, pero lo intentaré”.